Parte sin título

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Inwha era una muchacha extraordinaria, tenía ojos expresivos, sonrisa amable. Su carácter aunque un poco tosco, dejaba ver cierta ternura. Pero la chica no era extraordinaria por estas cosas, su vida hasta ese punto había sido un ir y venir de aventuras, emociones, dolores y alegrías, a mis ojos su valentía era lo que la hacía especial.

En una pequeña aldea de África, en un pueblo llamado Nawrok, vivían unas doscientas familias, donde la escuela era un privilegio para los muchachos solo hasta los diez años, hasta que tenían suficiente de letras y números, ya pudiendo sostener un arado y guiar los rebaños, eran considerados prácticamente animales de trabajo, estando largas horas bajo el sol que quemaba sus espaldas, con un arado en sus pequeñas manos, o cuidando rebaños en la soledad del campo, a merced de las bestias hambrientas. Las niñas por otra parte no contaban con la posibilidad de estudios, era una pérdida de tiempo según los ancianos. Estas eran instruidas en labores domésticas y comprometidas a una edad temprana.

Así es que, vendida a sus seis años para pagar las deudas de su familia, fue separada de su madre y de sus hermanos, al ser la única chica y la mayor, el padre de Inwha recibió una buena oferta. Fue entregada al médico brujo del pueblo, para hacer labores de limpieza, recolección, y todo cuanto se necesitase. El médico brujo era un hombre delgado, parecía solo huesos y piel, su barba negra y sus ojos hundidos le daban un aspecto aún más lúgubre, pero Inwha no temía, había visto trabajar al brujo, hacer encantamientos para que Tawawa no muriera en el parto de su octavo hijo, lo vio degollar una cabra blanca y beber de su sangre para asegurar una buena cosecha, cosa que ese año benefició a quienes pagaron por ese servicio.

La chica llevaba seis años trabajando para el medico brujo cuando este no pudo curarse a sí mismo y murió. El pueblo organizó el ritual mortuorio para el médico, ya que este no contaba con familia, ni cercana, ni lejana. Fue un cortejo fúnebre como todos los que antes se hubieran realizado, solo que para él no hubo lágrimas, llantos, o la más mínima muestra de afecto.

La chica no supo qué hacer con esta nueva situación, donde nadie le daba órdenes y nadie le pedía levantarse a mitad de la noche para ir a ver a algún enfermo. Así que pasaron dos días en que encerrada en la choza extrañó al médico brujo y deseó que no hubiera muerto. Pero luego de meditar en su nueva situación decidió que debía tomar las riendas de su propia vida. Eso antes de que alguien más lo hiciera, ya que al morir su dueño, cualquier hombre podría reclamarla, como esclava o esposa, ya que a sus doce años era elegible como tal, pues en el pueblo no abundaban mujeres jóvenes, y en esa situación de desequilibrio entre el número de mujeres solteras o accesibles para matrimonio y hombres jóvenes, viejos y requeteviejos que necesitaban una mujer, cualquier muchacha debía tener ojos en la espalda para no ser raptada y llevada por la fuerza al matrimonio o la esclavitud, que en palabras simples, era la misma situación.

Inwha que era valiente y no temía a casi nada, decidió ser curandera, y es que a su corta edad ella conoció los secretos de Pawhe (el medico brujo que la comprara antes) incluso eso era información secreta, nadie más supo jamás el nombre del brujo. Observando los preparados de hierbas e infusiones, ella los descifraba, los aromas a hierbas medicinales no le eran desconocidos, los emplastos eran casi siempre hechos por ella, ya que Pawhe creía que mientras menos manos tomasen contacto con la mezcla, mayor poder tendría esta. El sacrificio de animales por otra parte, no era del gusto de Inwha, una vez liberó las gallinas de la jaula donde prisioneras esperaban ser degolladas, y ganó esa noche cinco azotes con la vara verde del brujo, cinco azotes que le marcaron la espalda, uno por cada gallina liberada. Y aun así eso no la detuvo, si Pawhe tenía algún animal cautivo, ella lo liberaría, a costa de ganar una nueva golpiza.

Tomada la decisión de qué hacer con su vida, se vistió con una túnica blanca con bordes rojos, tomada de una de las antiguas ropas de Pawhe, se rapó la cabeza, la untó con aceites de naranjo agrio, y se despojó de sus sandalias viejas, descalza sentía la tierra en su todo, sus temperaturas, sus vibraciones, sus sequedades o sus humedades. Una vez vestida y ataviada con sus vestimentas, salió al pueblo dispuesta a ofrecer sus servicios. De pie en medio de la aldea, se dejó ver por cuanto ser pasara frente a ella, para muchos parecía una aparición, un ser de otro mundo, demasiado bella, demasiado hipnótica, demasiado joven para ser curandera. Pero Inwha a pesar de su corta edad, sabía hablar con firmeza y autoridad, cosas aprendidas de Pawhe, así que, de pie frente a una pequeña multitud de curiosos, alzó la voz y se presentó como Inwha la curandera algunos curiosos y escépticos la observaron en silencio, la estudiaron de pies a cabeza, y ante la duda no se atrevieron a consultar. Excepto por Yambhé, un joven de aspecto amable, ojos curiosos y sinceros, quien se acercó a ella, y le preguntó si podía ayudarle, Inwha le dio una rápida ojeada y le dijo : dígame cuál es su necesidad y mis servicios estarán a su disposición , el joven extendió sus manos, ambas heridas por el arduo trabajo de labranza en la dura tierra, Inwha sabía que con el tiempo muchos pedirían su ayuda, que vería casos de todo tipo, pero este primer caso tocó su corazón, en parte se vio reflejada en él, tan joven y maltratado por la dura vida que le había tocado. Sujetó la mano de Yambhé, este la observó fijamente buscando sus ojos, ella sin sentirse intimidada, le pidió que se acercara a su choza por la tarde y ella tendría el ungüento para sus heridas. El muchacho se iluminó de alegría, pues esa misma noche debía volver a labrar las tierras de su tío, esta labor la realizaba al atardecer, cuando el sol daba algo de descanso a su espalda cansada.

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⏰ Last updated: Jun 14, 2020 ⏰

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INWHA LA CURANDERAWhere stories live. Discover now