El trapecista

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El circo estaba en la ciudad y no importaba el día, el mes, la estación, lloviese, nevara o temblara, ni siquiera el auge de la guerra impedía la curiosidad humana, al fin cabo somos seres curiosos y dicha curiosidad es parte de nuestra naturaleza, nosotros solo intentamos saciar esa curiosidad, ese vacío interminable que nos consume por dentro.

Tantas personas me ponen nervioso, mi corazón se acelera, mis manos tiemblan y el miedo invade mi cuerpo. Hasta el más profesional siente un poco de miedo antes de actuar. Antes de cada acto me es difícil respirar, el miedo al fracaso me aterra, el miedo no solo a caer también a morir de una manera tan desagradable, preferiría morir viejo en una pequeña cabaña en un llano observando un último atardecer, no en un salto de cincuenta metros de altura donde los segundos se vuelven eternos y solo ves cómo el mundo gira sobre ti o eso espero creer de lo que puede pasar, al fin y al cabo solo es mi imaginación.

"La realidad por muy triste y monótona que sea es capaz de superar a la ficción porque esta realidad es nuestra y solo nosotros decidimos que hacer con ella, puedes vivir una vida miserable o hacerla de esta una increíble ", el recuerdo de las palabras de mi padre invadió mi mente. Habían pasado diez años de aquel accidente en ese entonces yo solo era un niño asistente de mis padres, ellos eran acróbatas, los mejores trapecistas que nunca había visto, los llamaban los Maravillosos Graysons y eran el acto principal del circo Haley pero no era de extrañar, era un circo pequeño local y los demás actos no eran tan sorprendentes como los del Circo del sol que se componen por múltiples actos. El de entrada son los payasos, feos y deformes pero graciosos, continuaba el acto nuestro, los trapecistas dominamos la atención, yendo de un lado a otro haciendo acrobacias en los aires robando suspiros y aplausos mientras que nuestros compañeros contorsionistas lograban entrar en los cajones más estrechos y pequeños. Eran dos actos en uno, continuaba la salvaje Osha capaz de dominar a los animales a sus antojos, su mano derecha era un oso pardo gigante, su brazo izquierdo era un halcón peregrino a este también lo acompañaba un tigre albino, una boa y un elefante negro "no sé si era por la variedad de animales exóticos o por sus características tan desopilantes pero a pesar de ser un acto menor era fascinante", llegar a pensar que esto asombra al público es menospreciar a naturaleza y lo hermosa que es esta y como puede seguir asombrándonos con sus rarezas. Por ultimo pero no menos importante los nigromantes y magos llenaban el escenario con humo e ilusiones, dragones, hadas, fuego de distintos colores, todo un acto sin igual que hacia dudar al espectador sobre la realidad. Estos en teoría eran todos los actos pero con el tiempo el orden cambiaba y se introducían más actos.
—Cinco minutos Richard, no tenemos toda la maldita noche—

La voz de mi compañero me devolvió a la triste realidad y el miedo desapareció —salgo enseguida—
—Déjalo hermanito, ya lo conoces como es, le aterra salir y caer igual que a su familia, aún es muy verde. Si quieres volver a ver a tus padres por mi está bien solo tienes que decirlo y te dejare caer y en segundos estarás con ellos. Rápido huérfano nadie va a sentir pena por ti, tenemos un show que dar—

A veces me gustaría dejar caer a ese par pero sería una lástima después de todo hablamos de los hermanos Walders y si mueren además no tendría con quien hacer mi acto, un trapecista solo no vale nada somos uno de los actos más vistos y aclamados por el público pero ¿cómo no serlo? La elasticidad, la agilidad y los movimientos en el aire de ese par era para asombrar, la maniobrabilidad de sus cuerpos y la coordinación lo hacía de un acto sin igual, irreal considerando sus cuerpos.

Walder el pequeño mide dos metros de altura, posee un buen agarre y un cuerpo musculoso como una montaña. Si las montañas volaran tal vez, es veloz, ágil como una liebre. Una noche de cervezas, festejos y apuestas, Walder impresiono a todo el circo incluido a los contorsionistas metiéndose en una caja tan pequeña y estrecha que solo entraría un niño pero Walder callo bocas y gano la apuesta.

Su hermano Walder el Gigante era todo lo contrario a su hermano nunca entenderé porque le decían gigante siendo uno de los más bajos del circo, midiendo el metro y medio, delgado casi esquelético, su cuerpo parecía una rama a punto de romperse y ser llevado por la brisa, lo único en que se parecían era en su pelo rojizo y su acento británico.

Menudo par son esos dos pero siempre teníamos ovaciones y aplausos, eso fue satisfactorio un tiempo pero después perdió el sentido, un vacío se apodero de mí y no conozco la respuesta, cada acto y cada noche se volvieron un pequeño pedazo de felicidad en mi vida pero era momentáneo como subir la montaña más alta y alegrarte por superar el pie de esta.

El circo del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora