Capítulo 36

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De un momento a otro, el beso se tornó agresivo, su mano en mi espalda quema y la que aprieta mi cuello me deja sin aire. Mis manos están atascadas entre su pecho y yo pero logro deslizarla hasta donde se encuentra el tenedor.

El problema es que había desaparecido.

— ¿Buscas esto? —me enseña el tenedor, pero eso es lo de menos, ahora no puedo respirar y no sé cómo defenderme.

— Bas...ta —trato de quitármelo de encina pero no puedo.

— ¡¿ME CREÉS TONTO, EH?! —me grita y al cabo de unos segundos de haberme apretado fuerte caigo al piso cuando me suelta—. Te ves patética, he recibido disparos y tu tratando de matarme con un maldito tenedor —bufa sin poder creer lo que yo estaba dispuesta hacer.

No paro de toser y agarrar mi garganta como si se me fuera a caer, y la verdad, es que así es como se siente. Mis ojos están llenos de lágrimas.

Me duele mucho.

Él se sienta a mi lado, pero me concentro más en respirar que en su presencia, mis manos aún permanecen en mi cuello, tratando de aliviar el dolor.

— ¿Porque tienes que ser así? Tu y yo podemos estar bien pero te empeñas tanto en arruinarlo, siempre lo arruinas, Cassandra —es la primera vez que lo escucho llamarme por mi nombre.

— ¿Qué quieres... de mi? No puedo darte... nada —mi voz apenas sale, siento como si rompió algo dentro de mi.

— No te estoy pidiendo nada más que no sigas haciendo cosas tontas. Esta será mi última advertencia para a ti; la próxima vez que hagas algo que no me guste como esto... —muestra el tenedor con una sonrisa de lado— te juro, te lo juro que haré que te arrepientas —toma mi mano derecha acariciándola, rozando las puntas del tenedor con mi piel.

Tiemblo, mi piel se eriza y cada músculo de mi se contrae.

— Lo siento, Dante... lo siento —se lo que piensa y no quiero que lo haga, no quiero — perdóname, te lo ruego por favor... —me humillo, tragándome mis propias palabras.

— ¿Lo ves? Todo es más fácil —dice con una sonrisa— estás temblando, ven—se pone de pie y luego me tiende la mano.

La tomo con miedo, y cuando ya estoy a su lado pasa su brazo por mis hombros. Los temblores en mi cuerpo no paran, estar cerca de él me enferma y ya no aguanto estar aquí.

No aguanto.

Cuando salimos nos encontramos con la chica, no pude no mirar su cara de sorpresa pero, si, está sorprendida.

— ¿Pasa algo? —ella niega inmediatamente ante la pregunta de Dante.

— La mesa ya está lista —dice sin quitarme la mirada de encina como si le debo algo.

— Come conmigo en la mesa —me dice, no le importa como me siento, pero lo que acaba de pasar y todo no se quedará así.

Me humilló, casi me mata pero como le dije a ella, una persona no puede morir dos veces.

— No me siento bien, me acostaré un rato —lo miro y sus ojos endemoniados me reprochan, como si esperaba que yo accediera así por así.

— Qué te lleven la comida a tu habitación, y espero que esta sea la última vez que te sientas mal —en el fondo se que sabe que solo es una excusa para no estar a su lado.

Así pasó el día, yo me quedé encerrada y eso fue lo mejor. Estar un minuto más cerca de Dante me estresa y me llena de impotencia no poder hacer mucho. Si trato de hacer algo contra él como lo que hice hace rato y fracaso estoy segura de que esta vez me irá peor.

Pero puedo portarme bien, puedo ser quien él quiere que sea y quizás, con un poco de suerte puedo averiguar cómo salir de aquí.

Afuera ya está oscureciendo, el día pasó volando y no quiero. Quiero que dure un poco más, que no llegue el mañana.

Dentro de la cómoda cama me quedo dormida.

Lo primero que veo cuando abro los ojos es a Dante, sus ojos están cerrando y su respiración es tranquila. Me alejo un poco, preguntándome porque está aquí, ¿porqué?

En la mesita de noche está su celular, solo tengo que agarrarlo e ir al baño, ahí podría llamar a alguien. Pero, si me encuentra tengo que afrontar las consecuencias y ¿para que arriesgarme? Además, no sé dónde estoy.

Me encierro en el baño, sintiendo mis manos sudar por agarrar el celular pero, lo sé, no valdrá de nada si no sé nada del lugar donde me encuentro.

Salgo después de un rato, con la idea de agarrar el celular desechada, tengo que ser más lista que él, no puedo dejar que esté a un paso delante de mi.

Me siento al borde de la cama y al mirar por mi hombro lo encuentro sonriendo, y ahí lo supe.

Fue una prueba en la que no caí.

En El Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora