Tamy: ¡Bienvenida al mundo de la depresión!

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La típica indescifrable letra de doctor me hizo soltar una leve carcajada, cosa que precisamente no es lo mejor que se puede hacer, mientras estás sentada en la oficina de un psiquiatra, porque ahora lo único que me faltaría es que me internen por loca. El Doctor Miranda me recetó unos ansiolíticos y antidepresivos, y además me dará una licencia médica para no asistir al colegio durante los tres meses que dijo que duraría mi tratamiento. El doctor le pasó la receta a mi mamá y luego me dijo:

-Tamara, tienes que tomarte las pastillas con la regularidad indicada en la receta, además de la licencia médica. Pasarás mucho tiempo libre así que te aconsejo que realices actividades al aire libre y hagas cosas para mantenerte distraída.

Asentí con la cabeza, y ya me estaba levantando de la silla para irme cuando el doctor me detiene con un la mano y me dice:

-Casi se me olvida. Tamara tienes que asistir a terapia grupal, es obligatoria, se realizan todos los jueves a las 10:00 de la mañana en mi consulta, asisten otros seis chicos y chicas, te quedará muy bien.

Miré a mi mamá en busca de piedad. Cero eran las posibilidades de que yo fuera a esa terapia grupal. Con mi terapia en solitario me basta y me sobra. Pero mi apelación a la misericordia fue en vano, mi mamá le tendió la mano al doctor y le dijo que me traería puntualmente todos los jueves.

En eso el doctor le dice a mi mamá:

-Señora González, usted igual debería asistir a la terapia grupal para adultos, usted ya sabe por qué.

Mire a mi mamá y al doctor una y otra vez en busca de una vaga idea de a que se refería, hasta que sola di con la respuesta en mi mente.

Nos despedimos del doctor y nos fuimos hacia nuestra casa en Playa Brava, era un día bastante caluroso para ser abril y había gente en la playa y en los parques.

Mientras desinteresadamente miraba el mar, ve a Margarita y a Damián caminando juntos por el paseo costero. Dije unos cuantos improperios en mi cabeza y me llegué hasta sonrojar de rabia, tanto que mi mamá se dio cuenta y me preguntó:

-¿Pasa algo Tamy?

-Vi a Margarita y a Damián juntos, que diablos se creen ellos dos - le dije a mi mamá mientras apretaba los puños como si sirviera de algo para descargar mi enojo.

La Margarita de la que hablo es la misma que fue mi mejor amiga desde que llegué a esta ciudad de mierda. Yo y mi familia llegamos acá hace unos años, porque a mi papá le ofrecieron un mejor trabajo en una mina y tuvimos que aceptar, ya que siempre ha faltado dinero en nuestra familia. Todo desde que mi abuelo se las diera de joven rebelde y dejara a mi abuela Ericka sola en Chile para casarse y tener un hijo con una brasileña treinta y seis años menor, y que luego de una demanda por manutención le quitara todos los ahorros de la familia y nos dejara en la quiebra a todos. En fin, al llegar a esta ciudad me hice amiga de esta chica alta, de cabello perfectamente rubio y liso, de ojos oscuros y profundos, increíbles dotes atléticos y artísticos y de una familia súper acomodada, llamada Margarita Alfonso. Chistoso era porque yo, con mi estatura promedio, cuerpo promedio, ojos marrones y cabello desordenado y oscuro era precisamente lo contrario a esta chica. Pero finalmente pareció que teníamos muchas cosas en común y nos hicimos mejores amigas. Todo lo que siguió fue perfecto hasta que llegó este chico capitalino llamado Damián, Damián Raikkonen, de ascendencia finlandesa por parte paterna, era ese tipo de hombre que todas desean, el "chico ideal": de ojos claros y grandes, de 1.80 metros de altura, brazos fuertes, cuerpo trabajado, deportista, gracioso y canchero. Y buen, muy digno de una teleserie el chico mas popular y guapo se enamoró de la chica mas promedio y desabrida. O sea, Damián y yo.

Nuestra relación duró siete meses, durante esos siete meses mi vida parecía estar en perfecto orden, como un barco que entró a navegar a aguas de un lago tras haber atravesado los siete mares del mundo. Pero el cuento de hadas llegó a su fin la noche del 5 de abril, cuando definitivamente perdí el control de mi barco tras ser descaradamente traicionada, por las personas que antes eran mis más leales marineros.

La historia es que me invitaron a una fiesta en la casa de un amigo de Damián, cuando llegué me encontré con Margarita y me insistió a que bebiera una botella de vodka con ella, a lo que finalmente, y sin mucho pensarlo, accedí. La cuestión es que terminé yo sola bebiendo y Margarita no se apareció mas en la fiesta. Mientras yo la buscaba llega Damián, con dos vasos de algo que no recuerdo poder distinguir, y bueno, seguimos bebiendo.

Tras un rato yo, ya derechamente ebria, sucumbí a las peticiones de Damián a que fuéramos a la habitación de su amigo, me dijo que él le había dado permiso y que sus papás no estaban en la casa, así que finalmente fuimos y nos acostamos los dos en la cama. Damián comenzó a tocarme mientras yo intentaba convencerlo que estaba muy ebria para saber lo que hacía, y con argumentos inconexos y palabras indecifrables, debido a mi estado alcohólico, le insistí en que no estaba tan segura de lo que hacíamos. Pero Damián me dijo que solo "jugaríamos" un ratito y, como siempre, yo accedí. Me quité la camisa y mi ropa interior, y él la camisa, mientras nos revolcábamos en la cama, justo en ese momento se abre la puerta y aparece Margarita y otra niña que no recuerdo quien era, y nos sacan fotos con sus celulares mientras se reían, Damián se paró y, en vez de detener a Margarita, le tendió la mano y se rió. Me sentí asquerosa, engañada por las dos personas más importantes en mi vida hasta ese entonces. Salí corriendo como pude, me caí un par de veces por lo ebria que todavía estaba y me encontré a mi hermano Francisco en la calle, y él me recogió y me llevó a nuestra casa. Pero lo peor aún estaba por empezar, al día siguiente me despierto para enterarme que toda la ciudad tenía las fotos que Margarita nos había sacado, todos hacían burlas y hasta insultos por algo que yo no creo tener la culpa en lo absoluto. Mi mamá me tuvo que sacar del colegio por las presiones del director y los apoderados y me quedé completamente sola, sola en mi habitación con nada más que hacer que escapar de este mundo en mi computador portátil, soñando con otras vidas que nunca podría tener.

Mi mamá se estacionó frente a nuestra casa y ella se despidió de un beso en la mejilla.

-¿A dónde vas mamá? - le pregunté.

-A... a la casa de una amiga - me dijo en un tono bastante poco convincente.

-¿Vas a jugar verdad? - insistí en preguntarle

-Ya... Tamy, no... ya, sí, sí voy, pero un rato corto y volveré a casa para la cena.

Me rehusé a despedirme de ella, me bajé del auto, entré a la casa, y subí rápidamente a mi habitación a abrir mi computador y escapar de una vez por toda de tan fea realidad.

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