Flor de loto; Amor lejano.
—¿Así que éstos son los últimos hallazgos del Duque?
Sir Edward sonrió a Bridgette por encima de las joyas esparcidas por la mesa de la biblioteca. Había cadenas de oro, varios pares de pendientes de perlas y un exquisito collar de esmeraldas engarzadas en hojas doradas. Las joyas brillaban a la luz de la mañana que entraba por las ventanas de la biblioteca y ofrecían una imagen resplandeciente encima del mantel blanco.
—Unas esmeraldas preciosas— dictaminó, estudiando el collar a través de su lente.
—No tan exquisitas como las esmeraldas de la familia del duque— señaló la señora Bennington mientras inclinaba su fuerte y rechoncha figura sobre la mesa para poder observarlas más de cerca e hizo una mueca de decepción.
»Cuando el señor Bennington me contó lo de las joyas romanas, estaba ansiosa por verlas, pero ahora que las he visto, me han decepcionado. Son tan comunes... ¡Ninguna joven se las pondría!
Bridgette rió.
—Pero señora Bennington, estas joyas no son para que se las ponga nadie. Son para el museo. Su señoría quiere que éste no sea sólo para los ricos y privilegiados, sino para todo el mundo. ¿No es un noble objetivo? Todos los británicos, ricos o pobres, podrán conocer su historia.
—Habla como Félix, ¿verdad?— Una voz femenina llegó desde la puerta.
Los tres se volvieron al oír a la mujer que ahora entraba en la biblioteca. Brid se subió las gafas para poder verla mejor y, gracias a los retratos de la galería, la reconoció. Era la hermana de Félix, aunque el cuadro no le hacía justicia. En él sólo se veía a una mujer bella, de ojos color violeta y cabellos rubios como los de su hermano. Pero en la realidad, su rostro habría llevado miles de barcos a Troya.
Lady de Hammond sonrió amablemente a Bridgette, a la señora Bennington, y luego saludó al hombre que estaba al final de la mesa.
—Sir Edward— dijo, acercándose a él —Qué agradable volver a verle tan pronto.
—Lady Hammond— contestó él, y besó la mano que ella le había ofrecido —Me encantó cenar aquí anoche en Tremore, y su presencia lo hizo aún más agradable.
—Yo también lo disfruté, sir Edward. Me fascinó la conversación que mantuvo con el duque sobre la excavación.
A Bridgette le habría encantado haber estado presente en esa cena, pero eso no pasaría nunca. Siendo una empleada, ella no cenaba con Félix ni con sus invitados. Comía con los Bennington en un comedor aparte, aunque llegado el caso, tampoco habría podido asistir. Pues se había pasado toda la noche cumpliendo con las órdenes que Félix le había comunicado justo antes de la hora de cenar.
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Y ᴇʟ ᴀᴍᴏʀ ғʟᴏʀᴇᴄɪó
عشوائي-𝑳𝒂 𝒇𝒓𝒂𝒈𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒇𝒍𝒐𝒓𝒆𝒔, 𝒔𝒆 𝒕𝒓𝒂𝒅𝒖𝒄𝒆 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒔. Oculta tras unas enormes gafas, Bridgette Dupain-Cheng es la restauradora de antiguedades mejor preparada para ll...