6. Sábado siguiente

83 1 0
                                    

Bueno, ¿os acordais de la fiesta que propuso Ariadna? Pues era el día.

Me levanté a las 11 de la mañana, desayuné y fui a casa de Sara. Teníamos que elegir que ponernos, así que enpezamos a sacar vestidos y faldas de su armario y la ropa que yo me había llevado. Después de estar una hora entre ropa por aquí, ropa por allá encontramos dos vestidos perfectos para esta noche. Sara se quedó con un vestido negro de tirantes muy ajustado de los que yo llamo “vestido bombón”  y yo elegí un vestido blanco de palabra de honor ajustado con una cremallera por detrás. Nos miramos en el espejo. No estábamos nada mal, la verdad. Sara dejo caer su pelo rubio por encima de los hombros y puso sus tacones, estaba preciosa. Yo tenía claro que no me iba a poner tacones, estaría loca si lo hiciera. Pero Sara es de las que piensan que para estar guapa hay que sufrir. Nos volvimos a cambiar de ropa y nos tumbamos en la cama.

- Si te digo la verdad no tengo muchas ganas de fiesta.- dijo Sara.

- ¿Como? Eso ni hablar, hay que disfrutar nena.

- Ya, ya lo sé. Pero estará allí Alberto y no quiero verlo, todavía tengo todo muy reciente

Alberto era su ex novio, lo habían dejado hace menos de un mes y ella todavía sentía por el. Era un buen chico, y muy guapo. Yo seguía pensando que volverían, al fin y al cabo lo dejaron por una tontería. Y él todavía la quería.

- eh.- me senté en el borde de la cama- Tú ahora tienes que disfrutar, estas soltera y puedes hacer lo que quieras.

- Ya, pero... yo-yo le quiero todavía.- Se le cortaba la voz, me tumbé encima suya y la abracé.

- anda tonta, todavía no esta perdido, podéis volver. Según me ha dicho Hugo, él también lo está pasando mal.

- pero... crees que podemos... volver. ¿Y crees que lo podríamos mantener?

- Claro que sí, fue una gilipollez, y os queréis. Sólo hay que arreglarlo, merece la pena. Hazme caso.

Empezó a llorar... no sabéis lo que me duele verla así. Nos abrazamos y estuvimos así como 15 minutos, intentando consolarla.

Cuando ya estaba mejor me fui de su casa.

- Di, ya sabes, gracias

***

Después de comer me quedé dormida en el sofá, tuve un sueño muy raro.

«Estaba en medio del desierto y tenía la boca seca, necesitaba agua urgentemente. La arena se levantaba y me golpeaba la cara. Sentía que me iba hundiendo en un torbellino de arena blanca. Y a lo lejos, muy lejos, veía la figura de una mujer, encorbada y embuelta en túnicas negras, yo hacía lo imposible por gritar para que me oyera, para que me salvara de aquella tormenta. Pero la voz no salia de mi garganta y la angustia crecía en mi pecho, notaba como me escocía la piel cada vez más al contacto de la arena. Entonces un grito de ayuda sale de mi boca, la mujer de negro se da la vuelta, como si me hubiese oido se dirige lentamente hacia mí. Cada vez está mas cerca, pero no consigo ver su cara, cubierta por la túnica negra. Al llegar junto a mi extiende su mano, y yo con la esperanza de que me sacase de allí, extiendo lo más que puedo mi brazo. Me agarra y tira de mí, parece que por fin acabó la angustia. Pero justo cuando voy a darle las gracias, se acerca a mi oído y susurra “nadie va a salvarte niña antes de empujarme a aquel oscuro torbellino, donde todo se torna negro para finalmente despertarme.»

“Nadie va a salvarte niña” sus palabras se repetían a voces en mi cabeza. Nadie va a salvarme, tampoco necesito que nadie lo haga.

Miro el reloj y ya son las 8. Bien Diana, tienes una hora para arreglarte, vas con tiempo, pero corre. Sí, hablo conmigo misma cuando necesito motivación.

Cinco mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora