Malas noticias

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Volkov se entera de la captura de Horacio por narcotráfico y Greco es Greco. 

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Estaba en el despacho del primer piso haciendo tareas administrativas como loco. No quería irse a casa sin terminar el caos que tenían en esa comisaría, así que vio como todos, desde alumnos hasta el mismo superintendente, se iban a sus casas mientras él se quedaba atrás con varias tazas de café y cigarrillos a cuestas para sobrevivir a la rutina del día.

Cuando ya pensaba que tan solo quedaba él y los oficiales de turno atendiendo denuncias nocturnas, la puerta del despacho se abrió de golpe y entró Greco de muy buen humor.

— Buenas, buenas — dijo. — Deja eso y vámonos a beber algo.

— Ni de coña, si no hago esto, nadie lo hará. Esta comisaría es un puto desastre — se quejó Volkov.

— Sabía que dirías eso — Greco pateó la puerta y la cerró, avanzando hasta sentarse en uno de los asientos frente a Volkov mientras sacaba de su chaqueta una botella de whisky que Volkov miró con desdén. — Ya sé, ya sé, ruso de los cojones, pero a mí me gusta el whisky, lo tomas o lo dejas.

— Coño, por alivianar un poco el tedio, bebería hasta de esos vinos en caja — suspiró.

El comisario Rodríguez sonrió y prosiguió a abrir la botella, quitandole el sello, para luego empinársela y beber, pero antes de que tocara sus labios, Volkov saltó como un gato y la alcanzó con sus manos, derramando un poco del contenido sobre el escritorio.

— Vasos — dijo, estricto.

— No sé cómo follas, tío. Le quitas la diversión a la vida — gruñó Greco, rascándose la barba.

— Simple, no tengo tiempo para esas gilipolleces — respondió Volkov. — Anda, en los vestidores hay un casillero con loza, trae vasos.

Greco se levantó, suspirando, y salió murmurando palabras que su compañero no pudo escuchar, pero supuso que eran en su contra. Continuó trabajando sin prestar mayor atención a nada más que el papeleo contra el cual luchaba hasta que sintió que Greco entraba apresurado y se sentaba nuevamente frente a él, dejando los vasos sobre la mesa con apuro para servir los tragos.

— A que no te crees lo que te voy a contar, macho — soltó, risueño.

— ¿Qué pasó ahora? — suspiró Volkov.

— Tómate un chupito, que va a estar fuerte, en especial para ti — le aseguró Greco.

Volkov frunció el ceño y aceptó el vaso que le tendía Greco, bebiéndose el trago de whisky de un tirón. Extrañó el vodka en el minuto en que el dulzor de aquella bebida inundó su boca.

— Que han atrapao a Horacio, sí, Horacio Pérez, en el rollo del narcotráfico. Conway y un subinspector, un tal Fred, lo cogieron...

El ruso no lo podía creer. Primero la reunión esa en la playa con Emilio, el opio, volver a verlo de ese modo, con esa pinta de chulo irreverente que en nada se parecía al oficial que una vez le dijo "¿Me gustas? ¿Te gusto?", el cómo todo se había ido a la puta mierda desde ese mismo instante, o quizás desde antes, desde el lío con el helicóptero, en donde él perdió el control porque desconocía a quien tenía en frente.

Siempre perdería el control al verlo y darse cuenta de que estuvo a punto de caer y confiar en un criminal y en un mentiroso que se hizo pasar por un Horacio que no existe.

— Menudos retrasados — musitó, acercándole el vaso a Greco para que lo llenara con más licor.

— ¿Ves? Ya le vas tomando cariño al whisky — celebró el castaño, sirviendo alegremente. No se le había pasado en ningún momento que Volkov había quedado, por algo así como tres segundos, descolocado. — ¿Y? ¿No vas a ir a ver a tu chico a la federal?

— ¿Cómo? — saltó Volkov, frunciendo el ceño. — A ver, Greco, ya le he dicho que no me toque los cojones. La próxima vez que escuche esas mierdas se va de aquí.

— Que soy comisario igual que tú, qué me vas a echar... — reclamó Greco, partiéndose de la risa discretamente.

— ¡Me es igual! — Volkov sanjó el tema, firmando unos documentos con saña.

— Calma, calma, ya sabía que la noticia te iba a hacer fatal, pero que no rompas el papel, coño — siguió Greco.

— Fuera... — respondió Volkov tranquilo.

— Pero Volkov, hombre...

— ¡FUERA!

Greco se levantó y suspiró. No había caso, mientras más la cagaba Horacio, más hundido se veía su compañero, y no era ninguno de sus chistes, era lo que veía a diario. Lo peor es que Volkov podría morir antes de admitir que le afectaba, por lo que no tenía más alternativa que tragarse todas las noticias que le llegaran con esa fachada de indolente y luego aparecer en un estado lamentable.

— Te dejo el whisky, eh — dijo como despedida, y salió de allí.

Apenas estuvo afuera llamó a Conway.

— ¿Qué? — respondió el malhumorado superintendente.

— Cinco mil euros a que mañana Volkov llega tarde y con una resaca de cojones — explicó el negocio de manera concisa. El silencio de Conway le indicó que lo estaba pensando.

— ¿Tu qué piensas que soy, anormal? — oyó a su superior con un tono de muerte. Entornó los ojos, le había pillado. — Te recuerdo que fui yo el que hizo el operativo, capullo. No voy a perder cinco mil euros apostando contigo por las penas de ese mariconetti...

— Pero escúcheme, superintendente — insistió Greco.

Le encantaba vacilar a todos, estaba en su sangre. Algunas veces se miraba al espejo y se preguntaba ¿Por qué eres así? sin encontrar respuesta, tan solo le encantaba descojonarse entre salseos y tonterías.

Una vez alguien le había dicho que era como un mecanismo de defensa, al hacer el tonto un rato cada día se aseguraba de no enterrarse en un hoyo con los caídos del CNP y la mafia que los amenazaba constantemente.

Y él quería que sus compañeros entendieran eso.

— No te escucharé nada. Mejor hubiera apostado con Justin, ¿Sabes? "Cuánto se demora el comisario Greco en ir corriendo con Volkov a contarle sobre Horacio"... seguro le sacaba una buena pasta, más de cinco mil euros — supuso Conway.

— ¡Qué va! — rió Greco. — Yo soy incapaz.

— A tomar por culo, nenita.

Y le colgó. Greco suspiró, esa noche todos eran unos amargados, peor que sus vecinos allá en Paleto. Se despidió de los oficiales en el mesón y salió por su coche, hasta beber en casa tranquilamente sonaba como un buen panorama ante las tensiones de comisaría.

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A la mañana siguiente, estaba en vestuarios cuando Conway requirió su presencia en el despacho de arriba por radio. Suspiró y subió de inmediato. Arriba, encontró que Conway ya tenía a Volkov allí, pero este estaba sentado en la silla que usualmente ocupaba Horacio — sí, a él no se le pasaría un detalle como ese — tomándose una bebida energética con una de sus manos en la cabeza.

— ¡Buen día! — saludó animosamente, elevando la voz por el puro gusto de ver a Volkov sufrir y cerrar los ojos del dolor.

— Dejad de hacer el capullo, que la nenita tiene resaca — les aclaró Conway.

— Era de esperar, súper, era de esperar — observó Greco, caminando hasta que quedó frente a Volkov y lo pudo observar con más cuidado.

El hombre era un desastre.

— Conway — susurró, sin quitarle ojo de encima a su compañero. — Horacio se carga a alguien, lo atrapamos y este se nos muere — añadió.

El superintendente suspiro y dejó escapar un "joder" antes de aclararse la garganta y hablar para los dos:

— Algún día ambos, sí, ustedes dos, capullos, van a aprender que las cosas no son lo que parecen.

Ambos comisarios permanecieron en silencio, sin saber mucho a qué iba esa reflexión. 

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Se me acaba de ocurrir esto asdjhsajd volkacio is ded, pero los AU no faltan. 

Imagines || VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora