Se encontraban en beso esta vez más tosco, uniendo ahora sus bocas con desesperación. Empapadas de añoranzas de calor y tacto humano, las manos del superintendente recorrían sin vergüenza alguna el cuerpo ajeno, colándose por debajo de su camiseta y apreciando cada detalle de su piel. Sus relieves, sus cambios de textura, incluso algunos vellos que decoraban su pecho.
El otro, por su parte, envolvía sus finos dedos en los cabellos canosos, tirando de estos con firmeza para apegarlo aún más a su ser si es que esto era posible. Tenía hambre, un hambre voraz para la que no bastarían simples roces, no si quería saciarla de una vez por todas.
Su otra mano, traviesa y curiosa, viajó por la blanca camisa, apartando la corbata oscura para poder desprender con lentitud tortuosa uno a uno los botones que mantenían unidos los extremos de la misma. No contento con ello, continuó descendiendo hasta las orillas de su pantalón de vestir. Fue justo en ese instante en el que recibió un gruñido, casi como una advertencia de muerte por si se atrevía a continuar.—Habitación. Ahora.— le ordenó tosco, separándose para respirar y tratando de opacar la discordancia en su respiración que le impedía hablar.
—10-4. — respondió burlón el otro, acatando sin dudarlo y guiándolo sin titubear a aquella zona de su apartamento.
No estaba lejos, solo bastaron fracciones de minutos para arribar a su destino donde, un confiado Ivanov, decidió juntar todas sus fuerzas para empujar a un desconcertado Jack hacia su cama de sábanas blancas. Vamos, que también quería darse con el poder de vez en cuando, jamás iba a volver a tener una oportunidad de hacer algo así sin recibir porrazos por su "mal comportamiento".
—¿Qué cojones haces?— no detectaba molestia en su voz, más si una combinación de confusión con... algo más.
—Me vine arriba.— expresó en modo de "disculpa", solo deteniéndose unos instantes a admirar el panorama como si de una pintura renacentista se tratase.
Ese hombre frente a él, de aterradora presencia, músculos firmes y piel cubierta de cicatrices. ¿Cuántas veces le había observado de reojo en los vestuarios? ¿Cuántas otras se había tocado en silencio en los baños, embelesado con el aroma de su colonia?
Era más que evidente lo bajo que llegaba a caer solo por este. Le deseaba, más que a nada en el mundo. Tenerlo ahi, a su merced, era casi un sueño hecho realidad, donde sus fantasías podrían por fin ser cumplidas.—¿Cuánto más vas a quedarte empanado como un gilipollas?— ahora si le miraba frunciendo el ceño, no tenía toda la noche e iba a terminar arrepintiéndose si el comisario no salía de su ensoñación.
—Joder. Que estás muy tenso, relájate una vez en tu puta vida. —chasqueó la lengua y comenzó a retirarse su propia camiseta, tirándola... Quien sabe a donde. Continuó luego con su pantalón, atento a las expresiones del Superintendente quien no le quitaba los ojos de encima y estaba pendiente a sus movimientos. —Lo bueno se hace esperar, y yo estoy más que bueno.
Se acercó al borde de la cama y se deslizó sobre su superficie con agilidad y seducción casi felina.
—Eres un puto narcisista de mierda.— se acomodó en la cama, apoyando todo su peso sobre sus codos y antebrazos.
—Pero bien que este narcisista te la pone tiesa, como tu dices... — complementó sus palabras dándole un leve apretón en la entrepierna, confirmando que, a ciencia cierta, era verdad. Se abalanzó entonces sobre él, cual León sobre la indefensa gacela.
Un segundo bastó. El Superintendente apenas tuvo tiempo a reaccionar.
El fuego eterno, sobre sus labios y más tarde, sobre sus pulmones, los cuales rezaban por oxígeno.
Solo sus pulmones lo añoraban, el resto de su cuerpo pedía otras cosas.
Estaba mareado, y seguro era por eso, pero a sus ojos la persona que tenía frente a él, adoptaba una imagen exquisita. Su sonrisa, de extremo a extremo le recordaba vagamente a los cuadros medievales.Pecado, con cada gota abandonaba su cuerpo y teñía el ajeno. Quería llenarlo.
Llenarlo de pecado, y llenarse de esa fragancia, que parecía ayudar con su mareo. Olía a hollín, a carbón, y sin embargo, entre todos esos olores, solo predominaba el vacío, en el que acababa de caer.
Adormecido por el insciente placer, tardó pocos segundos en reaccionar, pero sin embargo cuando lo hizo, un subidón de adrenalina lo enriqueció de lo necesario para tomar el ahora la posición dominante, clavando al instante sus ojos sobre los ajenos.Ladeo su sonrisa acercándose nuevamente a sus labios, aprovechando la reducida distancia para expulsar en un susurro lento, y cargado de la burla necesaria.
—¿Con ésta actitud tan patética pretendes que te de el Sheriff?
La escena había cambiado rápido, perdiendo Ivanov el control sobre la situación. Sus labios estaban entreabiertos, al igual que sus ojos. Ahora volvía a sonreir. Más, quería más, mucho más.
El cálido aliento lo golpeó, como si hubiese escuchado sus plegarias.
No sabía que le satisfacía más, si el hecho de que la realidad era mejor que su imaginación, o que Conway se había dejado dominar un par de minutos.
Estaba fuera de si. Su mente trabajaba demasiado rápido en esos instantes. Tomaba con la diestra los cabellos de su superior, con firmeza en su agarre, tirándo de él hasta casi arrancar sus mechones castaños. Lo atrajo, para sin piedad atacar su boca.
Deseaba tenerlo, solo para él. Era su presa, su premio.
Quería impregnarse de él, de todo lo que tenía para darle. Su cuerpo lo ansiaba y lo pedía a gritos.. . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . . . ° • . .
↳Bienvenidos sean todos nuevamente.
Para esta demora ya ni excusas voy a meter, conformense con el capítulo doble y cargado de cosas pecaminosas. Que bien me lo pidieron, cochinos (??)Sincerely Yours, Sam
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Vals De Medianoche [Conway & Ivanov]
Hayran KurguLos sentimientos que por tantos años ha retenido comienzan a aflorar en el momento más inoportuno. Un desbalance interno que amenaza con arrasar con todo lo que construyó, solo dejando escombros a su paso como un huracán. Dimitir o pelear. Su propia...