Capitulo XIX

115 6 2
                                    

Luego de que Drake se retirara, comencé a atar los cabos sueltos. Era muy difícil llegar a un resultado concreto ya que había un sin fin de posibilidades. Entonces, no me quedaba otra opción que encarar a Félix y preguntarle nuevamente mis dudas, hasta que me contestara con la verdad; aunque lo veía algo complicado.

Así pasaron las horas y junto a ellas, la noche. Félix aún no regresaba y comenzaba a preocuparme. Tomé las llaves del auto y conduje hacia el lugar en donde había estado unas horas atrás. Llegué a tres minutos y estacioné en frente. 
Esperé hasta que Félix saliera, si aún continuaba allí. Pasó media hora y luego él salió, tal como lo había imaginado. Aún llevaba su morral color negro, pero tenía cara de preocupación.

Toqué bocina e hice un juego de luces con el coche. Él se acercó hasta mi ventanilla. 

-¿Te llevo?- pregunté.

-¿Qué haces aqui?-

-Creo que tu me debes algunas respuestas. Sube.-

Félix subió del lado del acompañante y cerró la puerta.

-¿Vamos a casa?- preguntó

-¿A dónde más si no?-

Conduje despacio por la ruta, como tratando de alargar el corto trayecto de vuelta a casa.

-Bien, Félix. Te seré sincera. Te seguí y noté que entraste a una cabaña abandonada. Quise pasar, pero un hombre robusto me lo impidió. ¿Tienes algo para decir?-

-Lo siento, no puedo.-

-Félix, por favor. No lo hagas más difícil.-

-Miranda, aunque quisiera, no puedo decirtelo.-

-¿Por qué no?-

Continuamos el viaje en silencio.

Y finalmente llegamos a casa. Bajamos del auto y Félix sin prestar mucha atención a mi última pregunta, sacó su juego de llaves y entró a casa, algo apurado.
Yo sin siquiera ponerle la alarma al auto, entré y lo seguí. Félix estaba por entrar a su habitación, cuando lo tomé del brazo y lo hice voltear hacia mi.

-Félix, por el amor que me hayas tenido...-

-Por el amor que te tengo, Miranda, no puedo decirtelo.-

-Sabes que puedes confiar en mi, ¿que ocurre?- pregunté ya casi rindiendome

-No te quiero involucrar en esto.-

-¿No te puedo ayudar?-

-Me ayudas si no me preguntas.- sonrió.

-¿Alguna otra cosa?-

Se quedó unos minutos pensando su respuesta y finalmente dijo:

-De hecho si.-

-Dime- dije casi exclamándo.

-Se que dentro de dos días debo pagar el alquiler del mes, y te quería pedir si me podrías esperar un tiempo más.-

-¿Eso era? Descuida, no hay problema. Si eso es todo...-

Me di la vuelta y esta vez él me tomó del brazo. Me acercó hacia él.

-Gracias- me susurró en el oído.

Luego me miró a los ojos muy fijamente y no pude contener las lágrimas.

-No llores, no puedo verte así.-

-Estoy muy angustiada por ti. No quiero que nada malo te suceda.-

-¿Por qué dices eso?-  y se ruborizó.

-No sé, tengo un presentimiento.-

-Ay, Miranda.-

Me hundió en su pecho como la última vez y pude sentir una vez más ese perfume que creí que no iba a volver a sentir jamás. Luego me besó y recordé los momentos en los cuales Félix no tenía secretos. Y esos momentos habían sido muy pocos...

Comencé a llorar más fuerte.

-No puedo verte así, ven...-

Me tomó de la mano y yo con la otra me secaba las lágrimas.
Entramos a su habitación.

Yo ya había entrado aqui una vez, pero sola y a escondidas. Me pidió que tomara asiento. En éstos momentos, me preparaba para cualquier noticia. El llanto había cesado un poco, pero aún seguía allí.

Félix revolvió entre sus cajones. Yo en esos no había hurgado la última vez. Luego noté que tomó algo entre sus manos. Era algo muy pequeño que no lograba distinguir con exactitud. 
Se acercó a la cama y se sentó a mi lado.

-Extiende las manos- ordenó.

Eso hice. A continuación, colocó algo entre ellas, pero me pidió que aún no las abriera.

-Ahora si.-

Grande fue mi sorpresa al descubrir un pequeño círculo color negro, con inscripciones rojas y blancas a los costados.

-¿Reconoces esto?- preguntó él.

-Esto es una ficha...-

-De póquer, Miranda. Soy jugador.-

Me quedé enmudecida. Y él apartó la vista de mi. Eso sinceramente, me había disgustado.

-¿Desde cuándo?- dije casi tartamudeando.

-Desde los 18 años. En un tiempo lo había logrado abandonar. Pero lo retomé hace poco.-

-Félix, yo... no sé que decir.-

-No digas nada. No quería que supieras porque no quería que te entrometas en esto. Es algo peligroso.-

-Si, lo sé.-

-Bueno...-

-Pero... tu me dijiste que no podías pagar ahora el alquiler...- y las palabras solas salieron de mi boca...- ¿Estás con problemas de dinero?.-

-Algo así. Debo dinero.-

Ahora todo encajaba perfectamente. Cada pieza del rompecabezas se acomodaba sola en su lugar. Sus desapariciones, sus secretos, la extracción del banco.¿De dónde obtenía el dinero? ¿Acaso trabajaba? Si no... no tendría con que apostar. 
No quería pensar en nada más por un rato.

-Verás que eres una persona muy importante para mi como para que te lo dijera...-

-Eso creo...- dije con los ojos hinchados de tanto llorar.

-Ven- espetó.

Me acercó hacia él y nos recostamos juntos sobre su cama. En estos momentos creí que estaba a salvo, protegida. Que todo había pasado ya. Y sin embargo, era todo lo contrario. Secretos ya no había, pero ahora corría peligro más que nunca, o eso creía yo.

Félix me acariciaba con una mano mi largo cabello, mientras que su otra mano tomaba a la mía. Y ahí estábamos, en su cuarto, los dos juntos.

Pasó la noche y me quedé dormida junto a él.

Por desgracia, Félix no tenía reloj despertador y cuando me levanté eran 9:30. Llegaría tarde a mi segundo día de trabajo. Sin poder bañarme y ni siquiera tomar el desayuno, corrí a mi habitación y me vestí con lo primero que encontré, que pareciera formal; y cepillé un poco mi cabello.
Luego, tomé un bolígrafo y un papel de mi escritorio y escribí una nota para Félix. No quería despertarlo.

"Si necesitas algo, sabes en donde estoy. Gracias por confiar en mi. Miranda."

Fuí hasta su cuarto y la dejé en su escritorio.

Salí rápidamente y mi reloj de muñeca ya marcaba las 9:40 hs.

Obra del destino (Completa). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora