Génesis en la botella

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Aclaración: Los personajes han sido construidos con varios elementos nombrados en el formulario, pero no reflejan mi opinión sobre la participante. Es todo ficción. En otras palabras, creo que deliré un poco y espero no haberme pasado tres pueblos. Y salió un poco larguito, perdón. Ojalá sea agradable a la vista. Enjoy!

 

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Génesis en la botella

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Habían dado las doce, era Nochebuena y la familia acababa de terminar el brindis. Apenas se distrajeron con la entrega de regalos, el hijo mayor aprovechó para escabullirse. Fue hacia su habitación, tomó su objeto favorito en el mundo y puso el seguro a la puerta, para que nadie lo interrumpiera.

Lo que llevaba en sus manos con extremo cuidado era una especie de botella antigua. Parecía de vidrio, en un color oscuro que delataba en su interior la presencia de algún truco de magia, porque dejaba escapar el brillo de un par de constelaciones. Uno podía quedarse observando esa cosa embobado, realmente era como una vista al cielo a través de una ventana en miniatura. Eso, exceptuando el engarce en bronce y los dos dragones que custodiaban el cierre colorado en la boca ancha. Esta llevaba una cadena, con el fin de recordar al poseedor de esta maravilla que no estaba en su destino permanecer abierta.

El joven pasaba los veinte años y no era ningún niño, a pesar de su entusiasmo y del brillo inocente en sus ojos claros. Dejó de lado las protestas de su hermana menor, quien le avisaba sobre la llegada de algunas visitas, y se dispuso a comenzar el ritual.

Colocó la botella encima de su mesita de noche, dio algunos pasos atrás para mirarse al espejo de la pared una vez más. Quería comprobar que su cabello castaño y su camiseta roja sobre el jean estuvieran bien acomodados. Luego avanzó hacia el objeto y levantó la tapa esférica. Al hacerlo, como cada vez, contuvo la respiración y aguardó a que el humo perfumado terminara de aparecer.

No salieron estrellas del contenedor, el brillo de estas a través del vidrio solo parpadeó y se volvió un poco más débil. Había sido liberado un espíritu mágico, un ser con la forma de una muchacha en un traje vaporoso de color rojo. Una genio. De la clase que cumplen tres deseos antes de desvanecerse por siempre.

—Buenas noches, joven amo Noah —dijo ella, desde las alturas, cuando terminó de materializarse—. Déjeme adivinar: hoy sí tiene una idea sobre cuál será su segundo deseo. Dígame que sí.

Había en la voz de la genio una leve ansiedad, algo de urgencia. El chico sonrió y puso las manos en los bolsillos del jean, sin dejar de mirarla.

—Lo siento, pero esta vez tampoco será. Te he llamado para saludarte. Feliz navidad, Génesis.

Ella enarcó una ceja, incrédula. En los incontables siglos de su existencia había sido testigo de toda clase de cosas, sin embargo todavía era capaz de sorprenderse. El mundo seguía cambiando. ¿Sería que la frivolidad de los humanos habría evolucionado al punto de que aquel chico considerara su mera posesión como un deseo cumplido? No podía ser posible.

—¿Tiene idea de lo extraño que suena eso, joven? —respondió, acomodándose el cabello rubio rizado en una coleta alta—. Esta es la llamada número cincuenta y siete sin que usted tenga nada que pedirme. No puedo negarme a salir hasta que no estén cumplidos los tres deseos, las reglas son las reglas, pero ya es un abuso. Le aconsejo que piense en los dos deseos que le restan y terminemos con todo esto.

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