Valk

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Pasaron los días y nadie olvido el accidente, era inevitable no pensar en ello ¿y si tenía el mismo destino que Walder?, no quería caer y morir, me dominaban los nervios, se oían rumores de que no había sido un accidente que nos habían saboteado, algunos se atrevían a decir que habían envenado a Walder, desearía no pensar en ello pero era como remar contra corriente y a veces no obtenemos lo que deseamos.

Empecé a recibir miradas cargadas de odio y desprecio “creen que fui yo, que lo hice para tomar el puesto pero ¡yo no quería el puesto!”
Me aterraban los entrenamientos, no quería ser la culpable de un accidente, intente acercarme a Richard porque sabía que él me entendería, todos conocíamos los ataques de pánico que sufría antes de cada show pero me ignoro, parecía especialmente preocupado.

Intentar acercarme a Walder sería una pérdida de tiempo, desde la muerte de su hermano se había cerrado, desconfiaba de todos y se había vuelto muy precavido si tuviera una cueva sería un ermitaño, se había dejado crecer la barba y el pelo, sus hermoso ojos color rojo se tornaron blancos como la nieve recién caída, parecía un cuerpo sin alma, seguía teniendo su habilidad de trapecista pero estaba más delgado, los atuendos le quedaban grandes y aparentaba más edad de la que tenía.

La soledad no era algo extraño para nadie en este circo  y el rechazo era como una vieja amiga. “somos un grupo de rechazados por la sociedad que vaga por el mundo juntos esparciendo cierta alegría que nosotros irónicamente no sentimos”, era un pensamiento demasiado frio, pero cierto y no había llegado tan lejos solo para acobardarme y huir, intentaba pensar positivo y continuar, pero después de todo, todos tenemos una mala noche.
“solo se necesita un mal día para volver a un hombre loco porque la locura está en todas las personas, es como un pequeño hilo que al pasar los días se tensa hasta un punto limite y un quiebre, ese quiebre es un mal día”, Los recuerdos me invadieron, los recuerdos de las palabras de mi madre, con el tiempo me había acostumbrado a recordarla los gritos de ella en la hoguera, las lágrimas que caían por su rostro mientras me escondía esa noche fría de invierno, la noche de cacería.

Era una pesadilla y creer que todo inicio por un estúpido rumor del pescadero, tantos recuerdos no me dejaban dormir.

Salí de mi carpa y me dirigí a la bahía pero era casi imposible, el cumulo de carpas formada un pabellón tan mal distribuido que era un laberinto, en cada esquina había un nuevo camino, solamente podías guiarte por el sonido de las olas rompiendo en la bahía , mientras pasaba por las carpas oí ruidos extraños, provenían de carpa de lino amarillo “los payasos ¿Qué estarán haciendo a esta hora?” era un pensamiento tentador y aterrador pero era mejor no asomarse, todos los novatos del circo siempre le contaban la misma historia, todos conocíamos los gustos raros de los payasos y que tan bizarros podían llegar a ser, historias de prostitutas sería algo normal entre hombres pero había un rumor de que a cierta hora se escuchaba los gemidos pero no gemidos normales, eran demasiado agudos para ser de una persona adulta , lo mejor era seguir  y no dejar que la curiosidad y la imaginación te ganaran. Además yo no soy nadie para juzgar, he cometido actos horribles, esa es la naturaleza humana.

La noche era fría y desolada, camine fuera de la luz de las carpas del circo con un vestido de seda blanco, ligero para dormir y fui introduciéndome cada vez más en la bahía, la luna iluminaba gran parte de la orilla se lograba apreciar a los cangrejos salir con su caminado tan peculiar dirigiéndose al mar, era un lugar de paz pero la oscuridad tiene ojos y de las sombras emanaba una presencia aterradora, inhumana.

-¿Quién anda ahí?- pregunte esperando varios segundos en silencio una respuesta y cuando no parecía obtener una respuesta.
–Ohh veo que mi presencia es notable- por su voz era un hombre y salía de las carpas principales, por la oscuridad no podía diferenciarlo
-te pregunte qué ¿quién eres?- 
-Todo a su debido tiempo mi hermosa dama y aunque te dijera mi nombre no me reconocerías, solo soy un servidor de las sombras y ahora mi pregunta ¿Quién eres tú?-
-Eso no es de tu incumbencia y creo que ya me conoces pero yo no a ti, solo veo tu figura ¿Por qué no sales de las sombras y admiras la luna conmigo?-
–Todo a su debido tiempo y no respondiste mi pregunta, creo que no la formule bien ¿Quién eres en realidad?- “sus ojos brillaban con intensidad, por su figura no era muy alto ni muy fuerte pero su voz me era familiar” -soy parte de las sombras-

–Entonces es un gusto conocerla y bienvenida a la sombras- su voz fue desapareciendo y el brillo de sus ojos desapareció.
Hubo cierta paz por unos días después de esa noche de luna llena en la orilla hasta que surgió el próximo accidente, Styr se quemó, varios animales atacaron a la salvaje, se rompieron cuerdas de respaldo de Richard y apareció un episodio de gripe en los payasos. No hubo más opción que irnos antes de finalizar la luna.

Lo más extraño o curioso era que el público ignoraba los accidentes, tal vez  creían que todo es parte del show o realmente no les importaba mientras dieran cierta emoción, asombro o alegría que le faltaba a su miserable vida neoyorquina.

Los accidentes habían provocado nuestra partida prematura y teníamos que iniciar un nuevo viaje a un destino desconocido.

El circo del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora