El Amor que Viene y se Va.
Alexby era un chico de cabello negro, y linda sonrisa, pero eso era algo que solo sabía Rubius, su novio, pues el moreno solía usar en la cabeza un casco de stormtrooper que lo ocultaba del mundo. Cuando el chico albino de ojos verdes le pidió de ser pareja, fue cuando Alexby decidió que debería mostrarle su verdadero rostro al híbrido de oso que tanto le había gustado en secreto.
Eran una pareja... explosiva; esa palabra era la que mejor les definía, puesto que tenían un temperamento cambiante que les hacía discutir hasta por la cosa más pequeña. Sin embargo, había un tema en concreto que era el favorito de tocar para Rubius, y el suplicio de Alexby: La altura del menor. El albino medía metro noventa, mientras que su novio le llegaba un poco más abajo de los hombros. Era un poco cómico ver a esa pareja tan dispareja, podría decirse.
Nadie entendía muy bien cómo era que se habían enamorado mutuamente, pues era más común verlos enojados con el otro, que riendo, besándose o planeando una cita. Por supuesto, lo que nadie jamás imaginó, fue que la pareja llegaría con las manos entrelazadas, una brillantes sonrisa en sus rostros y los ojos iluminados por la ilusión: Iban a vivir juntos. Rubius en una de sus ideas locas, le había propuesto a su chico que compartieran una casa a la que pudieran llamarla hogar. Alexby cedió poniendo como condición que Jimmy, su mascota mitad dragón, mitad gallina, tuviera una habitación espaciosa, como si de un integrante más de la familia se tratase, uno que no debiera de estar en el jardín. El oso al principio renegó una y otra vez la petición de su novio, pues él quería que su cerdo Juan Carlos y sus perros Ricardo y Coringa estuvieran en casa, sin el riesgo de que el extraño animal del moreno pudiera acabar con sus vidas. La discusión de ambos había durado un par de horas, hasta que habían podido coordinar que cada animal tendría su pequeño sitio en la casa; claro estaba que entonces cada chico tendría que poner de su parte para ampliar la casa que constaba de un baño, un comedor, una cocina y una habitación matrimonial.
Al día siguiente, Alexby y Rubius se habían pasado toda la tarde modificando el lugar, entre bromas y risas por las anécdotas que iban pasando: como que a Rubius le apareciera un Creeper de la nada, que destruyera lo poco que había construido y el osito se enojara, mientras Alexby se reía con una risa tan peculiar y encantadora que le daba calor al corazón del albino; o sucedía que el menor colocaba mal una escalera una y otra vez, amenazando al trozo de madera con que "lo iba a reventar" si no se colocaba como era debido, Rubius entonces era el que se descojonaba de la risa. Pero bueno, eran cosas comunes que pasaban en Karmaland, el pueblo, lleno de monstruos por las noches, en el que vivían. Era un desastre, pero aún así les gustaba.
Meses pasaron y los chicos habían estado conviviendo bien al inicio, hablando de su día a día y riendo por las cosas que pasaban. Pero poco a poco el grato ambiente se fue tergiversando, evolucionando cada vez más, hasta llegar al punto donde Rubius y Alexby discutían por todo; por lo general, las disputas las empezaba el menor, amonestando a su novio con cosas como que era un perezoso incapaz de lavar un plato, que solo se la pasaba en la casa, mientras era él el que debía arriesgar su pellejo para conseguir comida y agua, que Rubius solo sabía quejarse de lo que había, en vez de contribuir a cambiar las cosas que le molestaban. Una noche, en la que la pareja estaba sentada en un sillón grande marrón, con sus pijamas puestas con la disposición de irse a dormir, Alexby vio por encima de su hombro la montonera de platos sin lavar en la cocina, el polvo acumulado en el suelo y los vidrios de las ventanas opacoos. Muestra de los tres deberes hogareños que Rubius no había realizado ese día. Hastiado, Alexby comenzó a reclamarle, nuevamente, por lo perezoso y poco cooperador que era el albino. Y entonces, todo se quebró debido a unas palabras del albino, dichas con enojo y rabia, pero sin premeditarlas.