Capítulo 22: El peliculón. (Ya te digo)
Pues resulta que a Len le ha parecido un plan estupendo. Creo que aquí hay gato encerrado, estoy segura de que ya sabía lo del cine antes de contárselo...
Deben ser cosas mías, me digo mientras me enfundo unos vaqueros pitillo claritos. Me pongo una camiseta amarilla, un chalequillo vaquero (me lo compró Bi cuando descubrió con horror que yo no tenía ninguno) y unas zapatillas a juego con la camiseta.
Por supuesto, no llevo bolso, a si que meto el móvil y la cartera en los bolsillos del pantalón. Puedo convertirme en una pija, pero jamás llevaré ese horrible invento.
Estoy nerviosa de los nervios. Valga la redundancia.
Rebusco en mi mochila del insti hasta encontrar el tabaco. Saco un cigarro y voy a la calle para fumármelo. ¡Necesito relax!
Me siento en las escaleras del porche y lo enciendo. Aún quedan veinte minutos para que lleguen Saúl (que ha vuelto a su casa después de comer) y Lena (que estoy segura de que está tramando algo con mi hermano o Saúl, aunque no sé qué).
Cierro los ojos y doy otra calada, soltando el aire lentamente.
- No deberías fumar.
¿?
Abro los ojos, encontrándome de frente con “mi queridísimo amigo”, que me mira desde debajo de las escaleras. Está estupendo. Lleva unos vaqueros azul muy oscuro tirando a gris, una camiseta blanca que le queda de muerte y se pega a su perfecto torso; una chaqueta de cuero negro y unas playeras del mismo color. Parece un intocable, qué morbazo.
Me regaño por mis propios pensamientos y doy gracias porque no me pueda leer la mente. ¡Él es el enemigo, no puedo alabarle!
- No debería hacer muchas cosas que hago.-le contesto.
Esboza una media sonrisa burlona.
- ¿Por qué siempre tan desagradable conmigo?
- Porque toda mi mala leche me la guardo para ti.
Me levanto y tiro la colilla a un macetero del jardín. Como yo estoy más arriba que él, estamos más o menos a la misma altura, aunque a un metro de distancia entre nosotros.
- No entiendo el porqué.-sigue él.
¿Que no lo entiende?
- ¿Quieres que te lo explique?-digo, medianamente cabreada.
Le voy a soltar todo lo que pienso, hombre. Ya está bien.
Se abre la puerta de golpe a mi espalda, por lo que me giro. ¿Por qué siempre me tienen que interrumpir? ¡Es que esto ya es intrusión tras intrusión!
- ¿Qué hacéis aquí, parejita? Pasar dentro.
¿Cómo que parejita, pedazo de mamón?
Suelto un bufido y paso a la casa, dedicándole una mueca a Roberto, que me mira divertido. Será...
(&%$....¡¡%&!!!)
Se van al salón a hablar de sus cosas de machitos y yo subo a mi habitación a lavarme los dientes. Lo hago con tanta fuerza que acaban sangrándome las encías. Y todo esto por su culpa... ¡Odio a los tíos!
Me meto un chicle en la boca y lo mastico furiosa mientras bajo a abrir la puerta. El timbre lleva sonando dos minutos y los vagos de las narices pasan del tema.
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La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©
HumorLoretta es una adolescente de diecisiete años que vive con sus dos hermanos y su ocupado padre. Es una atípica niña rica y su vida transcurre sin problemas... hasta que un accidente de su mejor amigo, Rubén, y la casual aparición de un misterioso ve...