[El lobo no entiende razones]
Ella había perdido la razón, estaba completamente loca si pensaba que solo me quedaría sentada en esa gran cama, mirándola mientras ella murmuraba cosas que no lograba comprender del todo y se daba vueltas de un lado a otro. María Cristina de verdad estaba completamente loca.
—Creo... — Solo alcancé a decir eso para que sus ojos se clavaran en mí, como un perro que voltea la atención a su amo y le mueve el rabo completamente feliz. — Yo... yo no te molestaré más. — Balbuceé. — Creo que iré a mi casa.
No esperé a que ella me respondiera de algún modo, solo caminé con la vista fija en la puerta a un costado de su cuerpo. Caminé casi con los ojos cerrados y con el corazón latiendo en mis oídos, pero como era de esperarse, mis deseos cuando estaba cerca de ella no se cumplían. Su brazo firme se atravesó entre mi cuerpo y la manija que significaba mi libertad.
—Se puede saber...— La voz gutural y algo fantasmal me hizo estremecer. — ¿Quién te dijo que podías salir?
—Déjame salir.
—No. — Rugió.
—Déjame salir. — Insistí en un intento idiota por aparentar firme. — ¿O pretendes dejarme todo el día mirándote la cara de idiota?
Sus ojos parecían quemarme, luego parecieron querer desnudarme, y finalmente parecieron querer matarme. Ella podía ser tan desesperantemente expresiva, que nada se quedaba dentro de si misma; sus ojos expresivos escudriñaban los míos de forma delibrada, y en efecto, parecía que iba a desenvolver mi alma de forma definitiva. Me ponía nerviosa, tanto que, sin querer, un antiguo habito volvió a hacer mella en mi actuar.
Sin querer, mi pulgar fue a parar a mi boca, comenzando a mordisquear la uña que me había costado tantas semanas hacer crecer.
En dos pasos, Makis estuvo casi por completo pegada a mí, tomando mi muñeca con la fuerza necesaria para controlar a voluntad mi brazo, y de paso, respirando mi propio aire.
—Ese es un mal hábito, querida. — Rezongó. — Creo que va a ser hora de enseñarte ciertas cosas.
Tragué duro. — Déjame ir. — Ella sonrió, justo en el momento en que sus dedos tomaron la corbata de mi uniforme y dejó mi rostro cerca de ella. — Makis. — Jadeé. — Por favor.
—¿Me estás rogando para que te suelte? — Casi ronroneó. — ¿O estás rogando para que te bese una vez más?
Apreté con fuerza mis dedos en sus hombros. — Yo... yo... yo...—No lo sabía, no sabía porque estaba rogando. — No sé.
Tiró con más fuerza de mi corbata. — Porque yo te puedo ayudar a averiguarlo. — Susurró en tono bajo, sensual. — Puede ser entretenido mientras lo averiguamos.
Una sonrisa lobezna y una mordida tenue me hizo temblar, remeciendo la poca cordura que podía mantener en ese punto. Makis me estaba volviendo loca, estaba desarmando todo lo que entendía por decencia y eso me asustaba, porque no sabía cómo demonios controlarlo.
—Detente. — Lancé en un chillido lastimero que apenas lograba identificarse como un dicho. — No... no... no puedes hacer eso.
—¿Por qué? — Retó. — ¿Es que acaso estoy calentando a la inocente Natalia Afanador? — Se estaba burlando de mí, y yo debería estar enojada por su atrevimiento, pero estaba ahí, suplicando porque mis piernas no se transformaran en gelatina. — Te estoy provocando deseos sucios, estoy haciendo mella entre tus piernas y no solo en ese lugar; te estoy haciendo desearme Natalia. — Sonrió con malicia. — Y sé que te puedo hacer caer al descontrol total.
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Mi Luna. - (Ventino) [Makia]
FanficNatalia Afanador vivía en un pueblo en el que "normalidad" no se podía definir como una palabra muy usada, porque hasta el cartel de bienvenida era raro. Un día cualquiera, una noticia llegó, el ataque de lobos hambrientos había inquietado a su ciu...