Capítulo 37

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- ¡Adrián! -le grité entre risas-. ¿Hay dos entradas y no me dijiste nada de esto? -él reía cada vez un poco más y negué mientras golpeaba levemente su hombro-. Mentiroso, te crecerá la nariz. Vives bastante lejos, ¿eh? No te vayas a cansar.
- Siempre son buenas las distancias, ya sabes -dijo con media sonrisa mientras se hacía a un lado para que yo pasara- solo entra...

Y fue lo que hice. Todo estaba bastante bien acomodado y a diferencia de mi sala, la de él era gris de gamuza. Se veía tan cómoda... y no dudé mucho en sentarme ahí. Dejé las bolsas que tenía en el suelo, justo al lado de mí y él caminó hacia la cocina. Me levanté para seguirlo y me senté en una de las sillas altas que daban hacia la cocina. 

-Ay... Adrián. Realmente no sé qué sería de mí si tú no hubieras aparecido en mis vacaciones -murmuré sin mirarlo, pero era cierto. Probablemente sin él, yo seguiría en casa... dando por hecho que no tenía esperanza alguna.
- No te preocupes, no mucho... la marea te hubiera llevado esa noche -dijo encogiéndose de hombros.
-Me hubiera dorado como un camarón -él comenzó a reír y se acercó hacia mí con refresco en sus manos-. ¿Estás usando el perfume que te regalé, verdad?
- Sí, resulta que me va bastante bien -dijo mientras se sentaba frente a mí- y ahora, te mostraré qué es lo que hago para poder vivir.
- ¿Debería preocuparme?
- ¿Por saber qué estudio? -preguntó y negó con la cabeza- Solo levanta tu trasero de la silla y sígueme.

Dejé el refresco en la mesa y de un segundo a otro ya me encontraba siguiéndolo para ver aquello que él decía. Me sentía sin muchos ánimos, de hecho... si por mi fuera, yo estaría en mi habitación recostada en mi cama sin salir. Adrián sabía mucho de mí sin siquiera hacer mucho esfuerzo. Caminamos hacia una habitación bastante iluminada y entonces lo noté, había cuadros y pinturas por todas partes, pero fue una pared llena de fotografías la que llamó mi atención. Había de todo tipo, de todas partes, de mucha gente.

- ¿Tú hiciste todo esto...? -le pregunté y él asintió con una sonrisa. No podía dejar de ver todos los cuadros. Tenía talento... sin duda alguna. Entonces, noté mi rostro en un pequeño cuadro. La imagen la reconocí de inmediato. Fue cuando él me llevó a aquella ventana del centro comercial. La pintura era tan bonita... mucho-. ¿Esa soy yo?
- ¿Cuál? -preguntó y luego asintió-. Sí, de hecho apareces en muchas de ellas, me dieron un premio por ese -dijo señalando una repisa-. ¡Has ganado algo Dem!
- ¡Oh por Dios! -grité exageradamente y comencé a dar brinquitos mientras reía fuerte-. ¡Gracias, gracias! -él rio y sonreí-. No sabía que pintabas así. ¿Por qué nunca dijiste nada?
- No es como si habláramos mucho de mí -respondió- Yo sé el nombre del gato que murió en tus manos a los dos años y tú... ¿sabes cuál es mi color favorito?
-Creo que este es el momento adecuado para decirme lo que quieres que sepa de ti -le sonreí mientras veía otra de sus pinturas. Realmente había unas cuantas con mi rostro en ellas.
- Yo no quiero que sepas... quiero que tú investigues -respondió mientras tomaba un poco de su jugo- ¿te gustan?
-Mucho -le contesté-. Me gusta cómo se ven mis ojos en esta -apunté otro cuadro y él asintió mientras daba un sorbo a su jugo-. ¿Dónde aprendiste a pintar de esta manera?
- Mi abuelo es bueno en eso de los colores, él pintaba antes -respondió con tranquilidad.
-Oh... -giré un poco a ver otra pintura y de nuevo era yo. Me encontraba recostada en la camilla de la playa y lo miré con un signo de interrogación gigante en mi rostro-. ¿Cuándo tomaste esta que no me di cuenta?
- Resulta que... fue la noche en que me llamaste a que fuera a rescatarte porque te sentías mal -murmuró- la tomé antes de llegar.
-Y ahora que estamos en un momento de sinceridad... me ayudaste mucho y nunca pude agradecerte por ello -le dije y caminé hacia él, dejando la pintura justo donde la encontré. Lo abracé por sus hombros y él dio palmaditas en mi espalda-. Gracias...
- De nada -respondió abrazándome fuerte y levantándome del suelo-. Ahora, vamos a comer, soy hombre y necesitas alimentarme más veces al día de lo común.
- ¿Podrías aceptar ir hasta mi lejana casa y así poder prepararte algo de comer? -junté ambas manos e hice un puchero a la vez. Adrián me achicó los ojos y cada que lo hacía, pegaba mucho más mis manos-. ¿Quesadillas? Sé hacer brownies...
- Sé hacer pasteles -dijo con media sonrisa- y juguitos especiales, no me vas a negar que tienes ganas de algo de alcohol en la sangre.
-Hace mucho que no... -y me tomó de la mano para caminar hasta su cocina. De los cajones sacó Vodka y yo me quedé de pie solo observando-. Deberías de decirme que hacer, porque quiero ayudar aunque sea un poco. ¿Quieres?
- ¿Hace cuánto que no pruebas una piña colada? -sonreí y comencé a aplaudir- solo dame de la nevera el jugo de piña y la crema de coco, anda... dice sus nombres en enormes etiquetas -reí y él también-. Por favor, dime que eres resistente.
-No sé... pero hoy puedo experimentar. ¿Qué importa? -él lo dudó por unos momentos y después le entregué lo que me pidió-. Quiero algo cargado, joven.
- Joven... me sentí en el metro cuando la señora quiere sentarse y no hay asientos -se estremeció y reí.
Entonces comenzó a preparar lo que yo pienso... mi piña colada. Las veces que iba a la cabaña las pedía sin alcohol, pero ahora era un buen momento y tenía razones para pedirla con alcohol. Quería saber hasta dónde podía llegar con todo esto, y aun no era de noche, así que... estaría bien para entonces. Cada que Adrián servía vodka, se detenía cada segundo para saber hasta dónde lo quería. Le indiqué que parara hasta un poco menos de la mitad. Vertió lo que faltaba y revolvió un poco con una cuchara. Me lo entregó y antes de dar mi primer trago, cerré los ojos. Apenas sentí el sabor del vodka, fruncí mis facciones. Era demasiado, pero resistiría.
- Solo tomarás un poco por esta noche, no quiero llevarte a esa 'cita' contigo ebria -murmuró mientras comenzaba a prepararse alguna bebida roja que yo desconocía.
- ¿Y eso que se supone que es? -le pregunté acercándome a él y él me indicó con su dedo índice que esperara. Pero entonces, de la nada... dieron exactamente las siete y yo tenía que comenzar a arreglarme. Me sentía feliz y extrañamente contenta. No quería creer que esa bebida me había afectado en algo, porque me sentía aun en mis cinco sentidos. Me levanté de la silla donde me encontraba y comencé a girar como si fuera una bailarina con mis manos en el aire. Escuché la risa de Adrián a mis espaldas y giré para verlo. Él estaba de pie con las manos en su pantalón y sonreía de lado-. ¿Qué?
- Estás borracha -negué con la cabeza y le di la espalda para caminar hacia donde se suponía estaba mi departamento- de verdad lo estás, y ese es el armario.
-Ya lo sabía -volteé un poco y le saqué mi lengua. Él llevó una mano a su frente y negó mientras caminó hacia mí. Sentí como me tomaba por mi espalda y ambos caminábamos hacia otra puerta, la cual dio exactamente a la salida. Sabía que no dejaba de hablar y que eso era extraño en mí. Regularmente sabía cuándo guardar silencio, pero ahora era lo último que estaba haciendo. Y, ya que estábamos en mi departamento, saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta-. ¿Me ayudas a elegir un vestido? Tengo muchas opciones.

Había un vestido beige de encaje, el cual me llegaba un poco más arriba de la rodilla. Otro era rojo pegado al cuerpo a la mitad de mi pierna. Y estaba ese azul marino que me había gustado mucho. La parte de abajo estaba suelta y acentuaba bien mi cintura, además de que era de manga larga. Pero, de todas maneras tendría que usar algunas medias que me ayudaran a aguantar el frío. 

-¿Rojo, beige o azul marino? -los tomé en mis manos y fingí modelar frente al espejo mientras exageraba mis pasos.
- Azul... resalta tu mirada y esas cosas -dijo encogiéndose de hombros- ¿algo más?
-Eh... Nope -sonreí mostrándole todos mis dientes y él rio una vez más mientras negaba-. ¿Puedes pasar por mí?
- ¿Desde mi casa? -sonreí y él asintió mientras me daba un beso en la frente-. Dúchate, bajará un poco tu nivel de alcohol, vuelvo por ti en un rato más.

Y asentí, llevándolo hacia la puerta para despedirlo. Luego, suspiré y le eché un vistazo a mi dedo índice. En él estaba ese tatuaje... el cual no desaparecería nunca. Extendí el vestido en la cama y busqué algunos zapatos que le combinaran. Agradecí infinitamente cuando pensé en traerme esos tacones negros por si tenía algún compromiso aquí. Todo estaba perfecto, solo era cuestión de hacer que esta noche fuera la mejor de todas... de olvidar los problemas y de olvidar el problema de esta tarde. Ryan. Me duché en menos de veinte minutos y sequé mi cabello con rapidez. No acostumbraba a hacerlo, pero esta vez hice curlis en él. Ahora solo deseaba que el maquillaje estuviera bien, pero sabía que no tenía que preocuparme demasiado. Mi labial rojo siempre lo arreglaba en los momentos complicados. Coloqué mi vestido y mis medias negras. Después de mirarme al espejo una y otra vez, sonreí. En serio me gustaba como me veía.

Cuando me di cuenta alguien tocaba a mi puerta y tendría que ser muy tonta para no imaginar que fuera Adrián, al abrirle noté que él llevaba una chaqueta negra y una camisa del mismo color, así como esa sonrisa que tanto le caracterizaba-. ¿Sobria de nuevo?
-No te atrevas a decir que estaba ebria -fingí estar dolida, cuando sabía muy en el fondo que quizá si llegué a estarlo-. Me siento muy, muy nerviosa -recalqué la palabra y él asintió cerrando la puerta detrás de mí. Sentía que en cualquier momento iba a desmayarme en medio de la calle. Es una de esas veces donde te arrepientes y solo quieres quedarte en casa, pero ya no había vuelta atrás-. Agradezco que este vestido no esté pegado al cuerpo, sino no podría subir a tu motocicleta. Nadie quiere ver lo que hay debajo del vestido.
- En realidad iremos en taxi, no te subiré a la motocicleta sabiendo que has pasado tiempo con una tenaza en el pelo -sonrió y caminamos juntos hasta una calle un poco más transitada. Y yo agradecí dentro de mí, porque se preocupaba de mi atuendo y mi dedicación a mi persona el día de hoy. Escuchaba chiflidos y algunos cumplidos de personas que pasaban en autos, motocicletas e incluso a pie. Esto comenzaba a hacerse incómodo y quizá él lo sabía por la manera en la que mis hombros se estaban encogiendo cada vez más. Pensé que eso solo pasaba en Chicago, pero me doy cuenta que no es el único lugar. Mientras seguíamos esperando, Adrián me miró y yo le sonreí a medias.

Se acercó un poco a mí y tomó mi mano acercándome más a sí-. Solo... es para mantenerte segura, no te asustes. Demasiada guapura puede causar una mala pasada... -lo miré- me refiero a mí, me pueden raptar y luego qué harías sin mí.

Solté una gran carcajada y tuve que obligarme a callarme en cuanto el taxi llegó. Dentro de él reamente hacía una lucha interna por olvidar lo que había dicho y la manera en la que había sonado. Pero solo lo miraba y cuando él me miraba también, negaba con mi rostro y volvía a reír. Adrián le daba indicaciones y yo solo veía a través de la ventana. Nueva York era mucho más bonito de noche, por todas aquellas luces que tenía. Luego de unos minutos, el auto se detuvo y miré a todos lados. Esperé a que Adrián me diera alguna pista para que bajara y en cuanto asintió, bajé ahora mucho más nerviosa que al salir de casa. Esto era extraño, yo no acostumbraba a estarlo cuando se trataba de Erik, pero ahora todo era diferente. Noté el lugar y no encontré nada tan maravilloso en él-. No es aquí -dijo y alcé un poco la ceja, tomó mi mano y caminamos hasta donde estaban unas escaleras que parecían ir al subterráneo, llegamos a una cabina telefónica y él levantó el teléfono, dijo algo y una puertilla detrás de la cabina se abrió haciendo escuchar la música. ¿Qué se supone que era eso? ¿Alguna clase de entrada secreta? Él caminó hacia aquella puerta y aun con mi mano en la suya, entramos. Había mucha gente, pero no era tanta para sentirte asfixiado. Yo sabía que en cualquier momento lo vería, era de esperarse. Quizá esté sentado en una de las mesas... o esté preparándose en los camerinos como aquella vez. Adrián me llevó hacia una mesa, donde nos sentamos y después de mirar a todos lados. Tragué saliva. 

-No estoy acostumbrada a esto -le deletreé con mis labios.

Who's lovin' you? (Minna y Bere)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora