Anastasia Románova se dio cuenta de que Viktor Turbin llamaba la atención de las féminas. Obcecada con sus propios objetivos no le había dado importancia al hecho de que, probablemente, Viktor fuera uno de los hombres más guapos de la corte. Alto y fornido destacaba por su rostro ancho y masculino, además de presumir de unos ojos grandes y de color celeste muy tentadores.
Reparó en ello de camino a la prisión de Butyrka cuando las damas eran incapaces de apartar la mirada de su acompañante. Viktor no tenía el halo misterioso de Nicolás ni era tan atractivo como él, pero quizás su simpleza era su mayor atributo. Era una verdadera lástima que debiera terminar muerto como los demás implicados en el asesinato de Mijail.
—Estamos llegando, zarevna —informó Ser Turbin, señalando un montículo coronado por un edificio gris y lúgubre.
Anastasia, cubierta por una capa negra y un velo, asintió.
—Princesa... —se escandalizó Natasha, sentada a su lado.
La pobre doncella Natasha había tenido que aumentar su dosis de valeriana diaria desde que estaba al servicio de Anastasia. Con la Gran Duquesa jamás se descansaba y cada día que pasaba sus exigencias eran más peligrosas y extenuantes. En esa ocasión, le había pedido que la acompañara fuera del palacio sin el permiso del zar. Jamás imaginó que el motivo de esa escapada furtiva sería el de visitar la cárcel en la que los revolucionarios cumplían condena y esperaban a ser fusilados.
Entraron en la prisión sin demasiados impedimentos. Los policías conocían a Viktor y lo dejaron pasar sin hacerle preguntas. Anastasia había sido presentada con una identidad falsa mientras Natasha esperaba en el carruaje.
El edificio era oscuro, sucio y maloliente.
—¿Podrá soportarlo? —le preguntó Viktor en cuanto se adentraron en los pasillos repletos de ratas y de mugre.
—Le aseguro que esto no es nada comparado con un baño de sangre —replicó ella, recordando su vestido de novia enrojecido.
Anduvieron a través de algunos caminos y pasaron por muchas celdas donde los hombres castigados parecían locos o muertos. Finalmente, llegaron a una zona en la que, por lo visto, estaban los implicados en el atentado. Anastasia se acercó a la primera celda, tratando de reconocer el rostro del hombre que había en ella, pero fue incapaz de hacerlo.
—Él es Arseni, uno de los cabecillas de los rebeldes que lideraron el asalto —informó Ser Turbin.
—¡Yo no he hecho nada! —gritó el prisionero con la barba desaliñada y la cara sucia—. ¡No sois más que ratas vestidas de gala! ¡Podéis encarcelarnos a todos si queréis! Pero no acabaréis con la revolución— ¡La revolución del pueblo! ¡Un pueblo sometido por cobardes y mentirosos! Dios nos ha creado a todos por igual, no habéis sido enviados por él como nos habéis hecho creer durante siglos. ¡Ya no somos analfabetos!
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El nacimiento de la emperatriz. Dinastía Románov I.
Ficción histórica[Aviso: Ya a la venta. Retirada]. ~Juego de poderes~ Ajedrez de hielo~ Anastasia Románova es la hija del zar de Rusia. Como princesa debe casarse con quien la corona decida a fin de garantizar pactos políticos y estratégicos para la monarquía. Por...