Rafael corría lo más rápido posible hacia su casa, mirando atrás de vez en cuando y escuchando a lo lejos las pisadas de su furioso persecutor. En cada esquina perdía más el aliento, pero el miedo a ser atrapado lo llevaba a no detenerse.
Silvio corría detrás suyo con la mejilla adolorida. Minutos antes ambos habían estado jugando un partido de fútbol, hasta que Silvio barrió a Rafael con violencia, quien cayó aparatosamente al piso. Este le increpó lo sucedido y tras intercambiar unas cuantas palabras le aterrizó un puñete a su atacante en el rostro, quien rápidamente se llevó la mano a la cara en medio de las miradas pícaras de los demás chicos. Otro golpe fue lanzado al aire, esta vez contra Rafael que logró esquivarlo y huir.
Estando a unas cuadras de su destino, Rafael vio un callejón ancho en la quinta Caravelí, dobló la esquina para ingresar, sin embargo tuvo que frenar en seco al notar la presencia de Gonzalo, su vecino y amigo
-¿Qué te pasa? -preguntó Gonza exaltado.
-Me he peleado con Silvio, está siguiéndome y quiere pegarme, necesito esconderme.
Gonzalo no dijo nada, se quedó mirando a su amigo con un rostro neutro.
-Por favor, dile que me has visto entrar a mi casa -dijo Rafael jadeando.
-Está bien, no te preocupes.
Gonza vio a Rafael correr y esconderse rápidamente en un viejo roble al final del callejón; luego caminó con cierta prisa hacia la entrada para tener una mejor vista de la calle. Asomó la cabeza y vio a Silvio acercándose.
Gonzalo lo miraba y sentía una aguda presión en el pecho que subía a su garganta y regresaba nuevamente. Pensó en Sara, en cuánto la había deseado y en cómo le dolió verla irse con "Rafita".
-¡ey! -Gonzalo salió de su ensimismamiento y se dio cuenta que ya tenía a Silvio en frente suyo.
-Gonzalo, ¿Has visto a Rafael por aquí?
Gonzalo miró a Silvio, pensó en su amigo y en Sarita.
-Oye, ¡respóndeme! -dijo Silvio impaciente.
-Está al fondo, detrás del árbol.
Silvio escupió sobre las losetas y avanzó lento; tenía los puños más apretados como nudos.
Gonza lo miró un rato, luego se dio la vuelta y empezó a caminar, pateó una piedra y siguió andando por las calles sucias de Breña.
