†6.- Raeda †

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Las reglas de combate en sí eran relativamente sencillas, y fue por eso que la profesora no había explicado nada. Después de todo, todos los jóvenes habían estudiado la teoría durante años.
La lucha instructiva era abierta para un mayor aprendizaje y desarrollo de las habilidades de los aprendices, dentro de sus posibilidades y de las de su entrenador, ya que las lecciones irían adaptadas a cada estudiante. Por ello, encontrar a un instructor decente que dominase ámbitos varios y el equilibrio entre armas, lucha cuerpo a cuerpo y magia. Esto era extremadamente complicado. A demás, las contiendas deportivas requerían un riguroso conocimiento de las normas básicas de la etiqueta del combate.

Por suerte, parecía que a pesar de la actitud ruda, orgullosa y visceral que mantenía la mujer, sí tenía modales básicos. Isaac analizó su reverencia sincera y honorable.

Y después, vio aquellos ojos salvajes abrirse cargados de electricidad y algo similar a la ira casi habitual de cualquier contrincante. En su caso, le causaría escalofríos de no ser por su concentración casi total en el terreno y en su propio estado. Analizando su propio estado físico y evaluando sus latidos para mantener la cabeza fría y calmada. Centrada.

—¡Que comience el combate!

Como por acción de un resorte, ambos contrincantes comenzaron a correr como flechas el uno contra el otro. Astheret fue la primera en asestar el movimiento de apertura. Saltó sobre Isaac, enfrentándolo con un rugido de fiera. Aun sin su espada en mano se veía terriblemente imponente y poderosa. Sin embargo, sus piernas no alcanzaron dar una patada fatal a su objetivo por los pelos, y cayó ágil sobre el suelo apoyando una de sus rodillas. El joven era rápido, eso era innegable.
Su instinto le hizo girarse rápidamente para no perderle la pista. Isaac estaba a menos de un metro de distancia con su puño preparado para dejar caer un golpe directo y limpio en la cara, pero dio en el vacío cuando la nephilim saltó con agilidad varios metros atrás como una acróbata. Debido al impulso de su estocada, el joven Redomma perdió el equilibrio por un segundo. Astheret aprovechó el momento para inmovilizarlo agarrándolo de uno de los brazos y, con un juego de piernas, hacerlo caer como un torpe sobre la arena del campo.

—¿Eso es todo lo que tienes, puer? ¡Me esperaba mucho más de alguien de tu rango! Tu madre no debería de estar tan orgullosa de tí.  —gritó la mujer. Justo en ese momento pudo ver mutar el rostro de piedra de su alumno en una mueca de indignación y coraje. Astheret sonrió satisfecha. Le había hecho morder el anzuelo adecuado para tomarse aquel duelo como algo mucho más serio.

Con el aliento entrecortado por el esfuerzo del anterior golpe fallido y con gravilla incrustada en el raspón de su mejilla, se dirigió hacia ella decidido a propinarle una buena tunda. Muchos de sus golpes fueron infructuosos de nuevo, y la profesora se limitó a jugar a la defensiva en lugar de a la ofensiba, simplemente esquivando sus ataques, mofándosé de él en silencio o simplemente pronunciando algún que otro "peccata minuta"*¹.
A pesar de aquel irritante comienzo, poco a poco comenzó a dar progresos, pudiendo acercarse a Astheret y hacerle bloquear algunos de sus golpes. Finalmente pudo acertar y darle un par de golpes en el costado tras hacerla tropezar al bloquear sus piernas con las suyas, haciéndola perder la firmeza sobre el suelo. La nazarena retrocedió resentida por los ataques del deno. Su mano morena sobre el lugar donde uno de los puños del de piel pálida había causado especial daño. El niño aprendía rápido, y era increíblemente observador tanto visual como táctil, porque había recreado a la perfección su anterior juego de piernas. No la había derribado por su fuerte agarre al suelo, pero sí había sido capaz de romper su postura, ganando un terreno muy valioso.

Fue entonces cuando Isaac aprovechó para invocar fuego con las manos y dedicarse a lanzarle bolas ígneas como si no hubiese un mañana. Atheret a duras penas pudo esquivarlas. El golpe que le había propinado en el costado le había dado en un punto que le dolía a la casi mitad de su escala del dolor, y el hecho de que fuese tan rápido con las manos e invocando casi sin pensar no le permitía recobrar el aliento. A demás, él no tenía que mover ninguna otra parte de su cuerpo con esa táctica, por lo que era el movimiento perfecto: el permanecía descansando, mientras que su oponente bailaba con todos sus músculos al son de la música acelerada que le imponía.

Nepharikuma: Todos hemos estado en la luz alguna vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora