Parte 99

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Eres un niño.

Acéptalo.

El sueño de los jóvenes es ser mayores, tener sus propias casas, comida, dinero, la simple libertad de salir al mundo sin que nadie te detenga con reglas opresivas.

¿Y sabes qué?

Los adultos sueñan con volver a ser niños que son protegidos por sus padres, que no se preocupan por el pago de la renta, ni por qué comerán mañana.

Eres un niño.

Eso es un hecho.

Sácate la cabeza del culo y entiende que tener ocho años no te hace un adulto. Y no se trata de minimizar tus problemas ni tus sentimientos comparándote con alguien más. Para nada. Todos vivimos lo que sea que tengamos que vivir a nuestro propio paso. No se trata de una competencia.

Pero es hora de que aceptes que no siempre tienes la razón, que aquel problema que parece irreparable en realidad no lo es, es hora de que cuando tengas un problema lo enfrentes con valentía y honestidad. Es hora de que hables en vez de hacerte ideas tu solo.

Deja de lanzar la piedra y esconder la mano.

Porque eres un niño, no un idiota.

Permítete equivocarte.

Permite que otros se equivoquen

Errar es la cosa más natural de mundo.

Las decisiones correctas no existen, solo existen decisiones que desencadenan acciones, el que sean buenas o malas esta fuera de nuestro alcance.

Lo único que podemos manejar son nuestros principios y valores. Solo ellos nos dejaran tomar decisiones que desencadenen los mejores resultados.

No seas ingenuo.

Los conceptos de lo bueno y lo malo son subjetivos.

Lo que es bueno para ti, puede ser malo para otro. Lo que es malo para ti, es bueno para otro.

En fin, es un ciclo infinito de acciones y reacciones que no siempre nos benefician.

Pero si piensas que, después de todo, que te llame "niño" es un insulto, tendré que desmentirlo y disculparme.

Las palabras son las mismas, más no la manera.

Ser un niño no es malo.

Piénsalo de otra forma.

El sentir de los niños es puro, es noble, es dulce.

No está contaminado por las perspectivas malvadas de aquellos hombres sin alma y corazón que reparten agonía e infelicidad por la tierra que habitamos.

Miras por la ventana de tu habitación, ya es tarde, Arthur apenas llega y todos ya lo esperan afuera.

Tu cuerpo aún se sacude por los espasmos inducidos por las lágrimas y el miedo al tono de voz que uso tu padre cuando abrió la carta que le entregaste.

No sabes que dicen, la sonrisa en el rostro de tu hermano se desfigura en una mueca de terror.

Sollozas.

Quieres correr a abrazarlo. Estas tan asustado por lo que está pasando, que solo cabe el pensamiento de culpa en tu cabeza.

Escuchas gritos y los espasmos vuelven a tu cuerpo. Las lágrimas se deslizan fácilmente por tu rostro

No sabes que le grita papá, pero Arthur sale corriendo.

Y lo sabes.

Todo es tu culpa.

La vida de adolescente de Arthur Kirkland. HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora