Hacía un día esplendido, el sol brillaba con fuerza, el cielo estaba despejado y desde la ventanilla del coche, se podría decir que todo era perfecto. Mis padres tenían a toda voz Todo me da igual de 'Pignoise' en la radio, creo que saqué de ellos el amor por ese tipo de música, y es que realmente me sentía muy identificada y a gusto con esas canciones. Mientras en mi cabeza sonaban las canciones que muy bien me sabía, pensaba en como sería mi nueva vida en Sevilla. Mis padres habían decidido solucionar sus problemas de pareja mudándose de localidad. Ellos piensan que van a dejar lo malo en nuestra antigua ciudad, que el cambio les va a dar una segunda oportunidad a su relación o algo así. Sinceramente me asustaba el cambio, me encontraba en un lugar nuevo, desconocido.
Después de un largo viaje, llegamos a Sevilla, había que reconocer que era bonita. El coche paró delante de un bloque de piso enorme. Entre ellos se encontraba mi nuevo hogar. Bajamos ahí y mientras mi padre hablaba por teléfono con el servicio de la mudanzas, mi madre y yo nos miramos y ella me sonrió. Mi madre y yo no eramos muy compatibles, y no nos llevábamos muy bien.
—Hija, todo va a salir bien, esta vez estoy segura de que sí. —Un silencio incómodo hizo aparición entre nosotras después de esas palabras. —¿Por qué no vas a darte una vuelta mientras papá y yo vamos acomodando lo básico para hoy?
Asentí con la cabeza, le di un abrazo y me fui. Pasee por Sevilla un buen rato apreciando a la gente que caminaba a mi alrededor. Me asombraba toda la vida que había por sus calles. Cada uno de ellos iba como en una burbuja personal, a sus cosas. Escuché de repente una voz que me llamó bastante la atención, la seguí y enseguida pude ver a un chico de aproximadamente unos diecisiete años, diría que teníamos la misma edad. Estaba tocando la guitarra mientras cantaba Insoportable de 'El canto del loco'. Delante suya estaba la funda de su guitarra en la cual recogía monedas que la gente de muy vez en cuando echaba.
Me quedé mirándole casi embobada sin darme cuenta. Tenía los ojos negro intenso y un pelo moreno bastante común, pero sedoso. Se dio cuenta de que le estaba mirando y cuando terminó la canción me guiñó un ojo. Me puse colorada como un tómate. Intenté disimular que era porque soy tonta y me acerqué a dejarle un par de monedas que llevaba en la chaqueta de Dios sabe cuándo. El chico se acercó un poco a la funda de guitarra para ver lo que había echado.
—¿Me estas diciendo enserio que te encuentras a un chico pidiendo dinero en la calle y le das dos monedas de cinco céntimos? Bueno pues muchas gracias, con esto me voy a poder alimentar toda una semana. — Dijo con ironía y un tono bastante chulesco.
—Pues da gracias de que te he dado algo porque para lo mal que cantas no debería haberte echado nada. Además no pareces la típica persona sin techo.
—Con que la chica agarrada aparte de ser bonita también es rebelde...
—Por lo menos yo sé ligar, no como tú, que lo estás haciendo fatal.
—Nadie dijo que yo estuviese intentando ligar contigo... Ahora que lo pienso no nos hemos presentado, y me gustaría ponerle nombre a esa carita, yo me llamo Lucas.
Me reí ante los aires de entendidito que mostraba. —No doy datos personales a desconocidos. Lo siento vaquero, la próxima será. —Me dispuse a volver a "casa" pero cuando me di cuenta no sabía dónde estaba. Me había perdido. —Oye, ¿Por casualidad sabes si estamos muy lejos de un sitio así que tiene cerca una estructura metálica blanca como con cuadraditos en el techo con forma extraña?
—¿Te refieres a las setas? Ah pues no le voy a dar semejante información a una desconocida.
—Venga por favor, vivo por allí y no se llegar.
—Osea que no me dices tú nombre pero me dices dónde vives. Un poco extraño ¿No crees?
—Si me llevas te digo como me llamo. —Dije suspirando. Demasiado decidida a mi parecer.0
Su respuesta fue una sonrisa. No es que me fiase mucho de un desconocido, pero no tenía dinero para un taxi y estaba completamente perdida. Recogió su guitarra, metiéndola en la funda. Me estuvo guiando por las calles de Sevilla hasta llegar a un bar en el cual se quedó parado. Era una cafetería estilo retro, inspirado en los 80. Lucas entró sin decirme nada y yo le seguí sin saber a qué venía esta parada en el camino. Vi que hablaba con la camarera y acto seguido se sentaba en uno de los sillones. Estaba mirando la carta dejado caer en la mesa cuando me miró.
—¿Que hacés ahí parada? Siéntate, vamos.
—¿Que estás haciéndo tú? Te dije que me llevases a donde vivo, no a merendar. —Dije incrédula.
—A ver, qué este pobretón sin techo te iba a invitar a lo que más te gustase de la carta, pero si no tienes hambre siempre puedes mirarme comer.
Estaba de broma, tenía que estar de broma. Suspiré tragandome la rabia que me provocaba la situación y me senté en frente suya. El me acercó la carta para que yo viese las opciones que podía pedir.
—No he dicho que vaya a comer nada. No acepto comida de chicos a los que acabo de conocer.
—Ahh, pero si que aceptas que te lleven a tu casa. Sí, tiene mucho sentido señorita sin nombre. —Ahí llevaba razón, estaba confiando en alguien que no conocía para que me llevase a mi casa. —Si vas a querer algo, pídelo, pero si no pides nada después no vayas a coger de lo mío eh, te aviso.
Le hice una morisqueta y me quedé mirando la decoración tan bien conseguida del local. Al rato llegó la camarera, una chica alta y con algún kilo de más, tenía el pelo teñido de rojo y recogido en una coleta. Le preguntó a Lucas que era lo que iba a pedir. El pidió un Milk Shake de Oreo, una muy buena elección bajo mi punto de vista. La camarera me preguntó a mí sí iba a querer algo, aunque yo moví la cabeza en signo de negación. Cuando se fue Lucas se quedó mirándome.
—Tengo monos en la cara o que.
—No, monos no, pero mona eres para rato.
—Después dices que no estabas intentando ligar conmigo vaquero.
—Vale vale, pues entonces eres muy fea. Te miro porque me fascina la capacidad de reunir tanta fealdad en una misma cara.
—¡Oye, ahí te has pasado! Aunque no me importa en absoluto lo que me digas.
La camarera llegó y dejó el Milk Shake de Oreo en la mesa y seguidamente se fue. Lucas empezó a berberselo desde una cañita. Me daba mucha paz verle, como si estuviese viendo un vídeo de slime, o los que aplastaban cosas. Si, yo era la típica que me podía pasar una tarde viendo esos vídeos absurdos. Al mismo tiempo me sacaba de quicio mirar cómo estaba bebiéndoselo mientras yo solo estaba mirando. Me debería haber pedido algo aunque no iba a pedirlo por orgullo.
—Oye, ¿Porque me has dicho antes vaquero? ¿Es que te parezco un chico duro?
—No, simplemente me recuerdas al emoticono de vaquero del WhatsApp.
Empezó a reírse a decirme que yo me parecía al de payaso. Razón no le faltaba. Estuvimos charlando un rato y baje un poco la guardia con él. Pasamos allí casi una hora. Por lo visto estaba en la calle cantando porque le gusta y es su pasión, aunque solo lo hace porque le gusta. Aunque le gustaría dedicarse a eso, no lo ve como un futuro del que poder vivir y por eso está en el bachillerato de humanidades. Me sentí identificada con él, ya que yo quería estudiar artes escénicas, pero en toda mi vida me habían dicho que si eras actor, eras un muerto de hambre. Al fin salimos de Mery's House, que así se llamaba, y fuimos en dirección las setas. Cuando llegamos ya estaba oscureciendo.
—A partir de aquí ya se llegar, muchas gracias por haberme traído.
—¿No quieres que te acompañe hasta tu casa?
—¿Y arriesgarme a que un pobretón como tú venga a robarnos algún día para pagarse batidos de oreo? No gracias. —Le dije con una sonrisa, mientras me despedía con la mano y me iba.
—Bueno pues yo estoy en la misma calle todos los miércoles cantando y tocando la guitarra sobre la misma hora, por si algún día te da por saludarme. —Dijo detrás mía.
Mi primer día en esta ciudad y ya había conocido a un loco. Desde lo lejos me acordé que no le había dicho algo que le debía. Yo soy una chica de palabra así que se lo grité esperando que se enterase.
—¡Mi nombre es Martina!
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Nacer fue un fail
Teen Fiction¿Podré averiguar quién soy y lo que quiero hacer? Me llamo Martina, y os voy a contar cómo mi vida había sido un desastre desde que nací. Mis padres decidieron mudarse a Sevilla para superar un pequeño bache en su relación. Yo estaba a un año de ac...