¡Seokjin, el mejor actor de todos los tiempos!

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Afuera del teatro, una tormenta caía tan fuertemente que si se asomaba por la ventana, detallar la forma de las montañas sería imposible. Tal acontecimiento, que comenzó como una lluvia ligera, le pareció perfecto para relajar su cuerpo del tedioso viaje y aprender sus líneas. Le gustaba viajar en tren, aunque sentirse el doble de mareado de lo habitual fuera una pesadilla.

Ahora se encontraba allí, sentado en la silla de un pequeño cuarto, intentando absorber las líneas del guion.

Sin embargo, para su suerte, alguien llamó a la puerta, avisándole que era momento de conocer al dueño del teatro. Se paró con un balanceo leve, fácil de ocultar del desconocido, mientras intentaba centrar sus ojos atontados al comenzar a caminar. Cruzó la puerta, la poca iniciativa de ser responsable invadiéndolo.

Llegando al lugar, se encontró con ese hombre, dueño de una sonrisa cínica y ojos oscuros. Entonces, se preguntó el porqué de tal primera impresión.

De cualquier modo, lamentablemente para él, lo único en lo que debería enfocar toda su atención durante las próximas dos semanas era el guion que aún sostenía en las manos.

—¡Seokjin, el mejor actor de todos los tiempos, se acerca a este teatro para deleitarnos con su talento! —habló el hombre de sonrisa cínica, con voz fuerte y cargada de emoción— Sé bienvenido a mi teatro. Soy el señor Choi —dijo, para luego hacer una reverencia que le pareció exagerada a Seokjin. Aguantó las ganas de entornar los ojos.

—El placer es todo mío —respondió, una sonrisa jovial apareciendo en su rostro, rozando la línea de lo real y lo falso—. Gracias por contactarme.

Seokjin sabía bien que antes, el señor Choi lo había intentado millones de veces, cuando él estaba ocupado en otras presentaciones. Y Seokjin estaba seguro de que ni siquiera le importaba su talento; sólo el estatus.

Porque si su nombre aparecía en el cartel de un teatro, las entradas quedarían agotadas en cuestión de horas.

El hombre le echó un vistazo a su reloj de bolsillo. Era tarde, así que se apresuró a decirle que esa noche sólo conocería a la orquesta. Después, alguien apareció tímidamente a su lado, a quien siguió a través del escenario para llegar a la parte trasera, donde unas escaleras conectaban el espacio superior a un sótano poco iluminado. Seokjin tuvo que tomarse del barandal.

Solía ser despreocupado con su trabajo, mas esta vez la frustración era suficiente como para odiar sus obligaciones de una forma más intensa de lo usual: No le importaba en absoluto el nombre de esas personas o seguir protocolos molestos. Solamente quería entrar a escena y dejar su alma a un lado para prestar su cuerpo al personaje de ese libreto.

Odiaba la atención constante y la luz de los reflectores. El sonido fuerte de la música hacía que su cabeza palpitara del dolor, la gente se le antojaba molesta y aprenderse las líneas era un martirio. Ese mundo lo ponía de los nervios. Que lo maquillaran, que lo vistieran y tener que ir de ciudad en ciudad para presentarse en teatros prestigiosos, eran los procesos más estresantes. Por eso, en situaciones como aquellas, optaba por llevar una petaca consigo e ignorar todo con cara de superioridad para que no lo molestaran más de lo debido.

Era el actor que amaba apoderarse de la vida de los personajes, pero todo el camino que llevaba a ello le parecía nefasto.

Sin embargo, al cruzar una puerta que llevaba a una habitación contigua en el sótano, supo que en ese teatro algo sería diferente.

Encadenado por las muñecas a un piano de cola negro, tocaba una melodía lenta un hombre que había visto muchas veces en el pasado, de piel pálida y magullada gravemente.

¿Te escuchas cuando lloras? ➵ KSJ | MYGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora