Narra Juan Cruz

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Me temblaban las piernas. Nunca había tenido tanto pánico antes. Sabía que era el fin.

La noche había llegado más rápido de lo que creía. Eran las diez de la noche  y yo estaba vestido completamente de negro y por salir. Pablo me observo mientras me cambiaba y en cuanto me voltee lo vi.

-¿Te vas?

-Sí.

-¿Puedo ir contigo?

-No. Quédate y cuida la casa- dije acomodando una mochila mientras el seguía viéndome.

-Tú nunca cuidas la casa, siempre sales.

-Cuido la casa a mi modo.

-¿Cuándo vas a quedarte conmigo? Tengo miedo cuando te vas.

Eso me partió el alma. Me gire a mirarlo nuevamente. Su expresión era miserable. El básicamente me tenía solo a mí. Había perdido a su madre, su padre vivía con el pero no estaba nunca y su hermano mayor llevaba años sin verle. Y ahora, perdería a su otro hermano.

Me acerque a él y lo atraje hacia mi – No hay nada que temer. Prométeme, que haga lo que yo haga, te vas a portar bien, Pablo.

El asintió con su cabeza y me rodeo con sus pequeños brazos. Solo nos llevábamos un par de años pero la diferencia física era impresionante. Le revolví el pelo un poco y le sonreí por última vez antes de salir de la casa.

El auto de Sebastian me esperaba fuera para llevarme al puerto. Al menos el cargamento vendría por mar. En ese periodo de viaje estuve a punto incluso  de rezar pero recordé que iba a ir a robar y mejor no hacerlo.

Como supuse infiltrarme con el cargamento fue difícil. Primero tuve que pasar por dos cubiertas sin ser conocido. Una vez allí, mis compañeros entraron a despejar la zona. Luego buscar donde estaba la mercancía. Busque en la caja fuerte y lo encontré: Una nueva droga compacta que tenia efectos más fuertes en el cuerpo se hallaba frente a mí en tres bolsos grandes. Sonreí para mí y comencé a llenar mi mochila en caso de necesitarse un plan b, pero tome los bolsos de todas formas. De allí todo iba muy bien.

En cuanto salimos comenzó lo feo. Uno de los tipos que iba conmigo comenzó a disparar. El ruido de las balas me alerto y cargue a dos compañeros con dos bolsos y yo llevaba el tercero. Corrimos para intentar salir al puerto, pero los tipos armados superaban los veinte y tenían muy buena puntería. En un momento casi me dan en la cabeza pero esquive el disparo gracias a que un espejo me advirtió de la presencia del sujeto y me tire al suelo, levantándome rápido para seguir corriendo. En ello, le dispararon en la pierna a uno de los que tenía el bolso.

-Corre Cruz –dijo lanzándome el bolso –Si le fallas será peor para todos.

Asentí, e intentando no mirar atrás corrí como pude fuera del barco. El otro tipo que tenía un bolso me lo arrojo a los pies en cuanto llegamos al puerto donde habían amarrado.

-¡Debemos irnos! ¿Qué se supone que haces?

-De aquí  no sales chico. De ahora en más seré millonario.

-¿Qué? Espera ¿Por qué?

De repente el tipo tomo un arma de su pantalón y me apunto a la frente. Levante las manos sorprendido. El muy traidor se quería quedar con todo. Sebastian debía contratar gente más confiable.  Cerré los ojos y de repente ¡BAM! Un golpe se escucho.

En cuanto abrí los ojos me encontré con que no había muerto. El tipo se desmayo en seco, casi cayendo al agua desde el puerto. Junto a él con lo que parecía una placa de metal, Simon se encontraba parado.

-¿Cómo me encontraste?

-Pablo es más listo que tu. Ese niño te toma el pelo cuando lo tratas de bebe. Vamos a casa.

Huimos de allí a toda velocidad en el auto que el chofer de Sebastian había estacionado para ello. De camino a casa dejamos todo en casa de Sebastian, el cual me dio lo prometido a cambio de mi mochila y los bolsos. Salí de allí y me subí al auto, hablando en la parte trasera con Simon.

-Entonces ¿Lo sabías?

-Lo sospechaba. Los hermanos de Ramiro no andan en nada bueno y sabia que ibas a su casa y no a buscar al hermano. Pablo me lo confirmo cuando me dijo que estabas en el puerto. El, te escucho hablando, sabe que estás haciendo pero no está seguro hasta que punto te arriesgas.

-Entonces ¿Por qué te llamo?

-Porque te despediste como si no fueras a volver. Lo asustaste. Si no eran drogas, te ibas a suicidar. Preferí intervenir.

-No me voy a suicidar.

-No me iba a arriesgar. No sé cuál de las dos opciones era peor tampoco.

-Las drogas, créeme. Las drogas.

La Historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora