│• El Concejo •│

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Maratón 1/4.
Advertencia al final, porfa.

¡Feliz cumple a Lizeth_Aceves_27!
Te deseo lo mejor cariño.

Abrí los ojos lentamente en mi misma posición tratando de entender que era lo que me había despertado

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Abrí los ojos lentamente en mi misma posición tratando de entender que era lo que me había despertado. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, vi a Hans caminar en bóxer lentamente rodeando la cama hasta la mesa de noche y tomar su móvil.

Miré a William que mantenía los ojos cerrados dándome a entender que seguía dormido. Me removí y pasé mi mano por su rostro llamando la atención de Hans.

— Buenos días — le susurré sin dejar de acariciar el rostro del rubio — ¿Qué hora tienes? — le pregunté, porque las habitaciones no tenían ventana y me era difícil intuir el horario.

— Buenos días, preciosa — sonreí — las tres y media — demasiado temprano, todo estaría oscuro afuera.

— ¿Te irás? — asintió — Quédate un rato más — le pedí en un susurro cuando el brazo de William me apretó más a él.

— Quedamos con los chicos entrenar hoy temprano — rodeó de nuevo la cama dándome la perfecta vista de su hermoso cuerpo caminar de forma elegante, varonil y feroz hasta mi lado, y dejar un beso en mis labios mirándome pensativo — pero media hora más, no será problema — se rindió al ver el mojin en mis labios. — Toma, ponte esto.

Miré la sudadera de su pijama y ahí caí en cuenta que solo la sábana cubría mi cuerpo. Lo miré a los ojos completamente avergonzada recordando con detalle todo lo que hicimos anoche.

Menos mal la escasa oscuridad que nos cubría, evitó que viera lo patética que lucía sonrojada cuando anoche me entregué a ellos sin pudor alguno.

— Gracias — acepté tomando la prenda mientras él se acostaba de nuevo a mi lado.

Cerré los ojos con fuerza esforzándome para no soltar algún tipo de sonido que le indicara mi estado. Respiré profundo y me puse lo más rápido posible su camiseta para dejar de estar sentada.

— ¿Estás bien? — escuché a William al instante de ver la luz de su lado alumbrar la habitación.

Acarició mis espalda.

Bajo la atenta mirada de ambos me acosté y llevé mi mano bajo la sábana entre mis piernas a tocar con cuidado de no rozar mis uñas con mi piel.

Los pliegues estaban hinchados y levemente suaves, por lo que intuí que la fricción brusca había ocasionado irritación volviendo aquella zona sensible al contacto. A parte de lo rota que estaba por dentro, claro está.

— Muñeca — lo callé suspirando.

— Estoy bien — dije cerrando los ojos.

— ¿Segura? — preguntó Hans.

N U E S T R A (Míos #1) En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora