El despertar

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Hospital White Chapel, Tower Hamlet, Inglaterra, 3 de agosto de 1985

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Hospital White Chapel, Tower Hamlet, Inglaterra, 3 de agosto de 1985.

(3 meses después de la boda)


  Distorsionadamente, podía escuchar el sonido de la máquina que monitoreaba mi ritmo cardíaco. En mi mente las voces confusas formaban una tormenta perfecta, y poco a poco intenté abrir los ojos, los cuales se resistían al verse casi cegados por la fuerte claridad del cuarto.

  Alcancé a abrirlos lo suficiente como para divisar un jarrón en la mesa de noche, estaba lleno de flores de colores vibrantes que resaltaban entre el blanco monocromático de la habitación, junto a ellas una caja de semillas de almendras con chocolate y un vaso con agua que se encontraba a la mitad de su contenido como si alguien hubiese estado bebiendo de él. Intenté alcanzarlo con mi brazo porque tenía mucha sed, así que traté de estirar mi cuerpo, pero me dolía de forma descomunal.

  No tenía una idea clara de lo que estaba sucediendo, nunca había estado drogada antes, pero podría asegurar que esta era la forma en la que debería sentirse estarlo. No tenía la fuerza suficiente como para lograr levantarme completamente, incluso, mi brazo temblaba débilmente al intentar moverlo. Mi cabeza dolía fuertemente y podía sentir como si ardiera en fuego por dentro.

  Logré con mucho esfuerzo reunir la fuerza necesaria para llevar mi brazo al vaso con agua y al tomarlo, pude ver como este se encontraba lleno de cicatrices profundas, como si hubiese estado en un accidente de coche, cicatrices que no tenía antes. Me llené de temor al no entender mi nuevo entorno, y solté el vaso al suelo, el cual se rompió en pedazos causando un estruendo entre el silencio de la habitación, y empecé a gritar como si estuviese loca, intentando comprender que me había sucedido, intentado huir de esa realidad, arrancándome las vías de la dorsal de mi mano, aturdida del dolor, tratando con vehemencia ponerme de pie.

—¡Alana! —Mi madre irrumpió en el cuarto mostrándose desesperada, se abalanzó hacia mí, tratando de sostenerme en mi lugar—. ¡Un médico por favor! ¡Un médico!

  Una de las enfermeras se asomó a la puerta y al ver la escena alertó rápidamente a uno de los médicos, el cual entró con urgencia a tratar de sostenerme al igual que mi madre.

—¡Está en shock! —Informó mientras yo trataba con mayor rudeza de escaparme de sus brazos que me contenían con fuerza—. ¡Prepara una dosis de Risperidona! —Le indicó a la enfermera que observaba de pie frente a nosotros sin saber qué hacer—. ¡Hazlo ya! —Le gritó.

  La enfermera respondió con rapidez a la indicación y tomó del cajón de medicinas una jeringa y preparó la dosis solicitada. Se acercó a mi mientras el médico me sostenía y me inyectó la dosis en mi brazo. Seguí luchando durante unos instantes, arrancándome el cabello con las manos, tratando de golpear a todo el que se me acercara. Hasta que el calmante empezó a hacer su efecto y fui perdiendo fuerza, entrando en un estado de calma, y docilidad que tan solo me permitía mantenerme despierta y hablar a duras penas.

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora