Recuerda la tarde de otoño en el 45, la segunda guerra termino y nos reunimos a la orilla de una montaña cerca del mar.
A la orilla con el sol en el oriente, te postrabas a su par, los rayos de sol iluminaban tenuamente tu rostro.
Mientras mirabas hacia el cielo.
Y hablábamos de cosas distantes mientras yo contemplaba tú belleza conforme aparecía la espléndida luna.
La luz de luna que te cobijada sobre sus mantos que te hacía ver aún más hermosa, con esa resplandeciente sonrisa que ilumina como las estrellas del firmamento.
Envolviendo dulcemente mis sentidos haciéndolos estallar en un éxtasis se felicidad y tristeza.
Siempre que llega la hora en que la luna se postra imponente sobre el cielo estrellado, pienso en esa sonrisa, que me hace volar por dónde esa, yo la veo mientas digo, ya casi es hora de dedicarle mi insomnio.
No tengo otro motivo en qué pensar, ya que con tu hermosa sonrisa y esa mirada que me fulmina estoy satisfecho.
Siempre buscando algo, a alguien, algún lugar o alguna cosa, pero yo ya lo encontré y eso fuiste tu, algo real en este mundo lleno de tinieblas, una luz que le guia.
Podemos ser uno solo, fundirnos con el cosmo.
Hacer que vuestro brillo sea comparable con el brillo de la estrella más grande.
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