Prefacio

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Se deslizo por la ventana con lentitud.

La madrugada era su momento favorito. El silencio hacia su trabajo más encantador, más relajante.

Aspiró los aromas de la habitación con recelo. Limpio. Seguía siendo su territorio, por supuesto. ¿Quién se atrevería a retarlo? Gruñó ante el recuerdo pero lanzó las memorias lejos de su mente. Era hora de la comida, no de sentimentalismos baratos.

Sonrió con placer al ver la posición perfecta. Se inclinó sobre la cama, cuidando de no tocar nada. Su boca se humedeció de solo pensar en el sabor. Retrajo sus labios, exponiendo sus dientes en la calma de la oscuridad. Lentamente, enterró sus colmillos en la suave piel. No era como los demás vástagos, vulgares y brutales. Trataba a sus víctimas con delicadeza.

La muchacha se removió ante la penetración pero suspiró cuando él comenzó a succionar. Tenía la extraña manía de disfrutar que sus víctimas disfrutaran. Eso lo hacía mil veces mejor. Una vez satisfecho, paso su lengua por la herida, provocándole un escalofrío a la chica. Placer. Eso adoraba provocar.

Sintió su vitalidad renovada y pronto perdió el interés el chica.

Al menos mientras estuviera satisfecho.

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