Era una tarde de domingo calurosa.
No la clase de tarde calurosa que puedes sobrellevar andando en ropa veraniega y sandalias mientras comes una refrescante paleta de hielo y escuchas la música pop tropical de moda. No. Esta era la peor oleada de calor que pasaba la capital inglesa en cuarenta años. Uno podía dejar masa de galletas sobre el tablero de un auto y en veinte minutos se horneaban a la perfección.
Ese truco lo había comprobado cierto ángel amante de los libros y los postres. Había preparado unas tradicionales galletitas con chispas de chocolate en el horno improvisado en el que se había convertido el Bentley de su enemigo mortal. Y ahora, se disponía a compartirlas con él acompañadas de té.
La librería de Azirafel era el paraíso al compararlo con el infierno del exterior: estaba fresca y se podría jurar que, a pesar de no contar con ventiladores o aire acondicionado, se sentía una brisa agradable.
Después de servir el té y las galletas sobre una mesita, el principado observó la calle a través de la ventana: se veía en tonalidades anaranjadas. Parecía que Dios había decidido teñir con un filtro sepia a Londres.
-Esto es inusual, ¿Seguro que no tiene nada que ver con tu bando?- preguntó el ángel, ligeramente consternado.
-Nah- replicó Crowley- Es el cambio climático, los humanos lo hacen. Polución los ayuda.
Azirafel se volvió y sorprendió a Crowley vertiendo en su té un chorrito de Vodka. El demonio ni se inmutó y siguió con su operación.
-Dejaste la botella peligrosamente cerca- explicó- ¿Quieres?
Azirafel sonrió efusivamente.
-No, no debería... Bueno, tal vez al rato.
Crowley se encogió de hombros y ambos tomaron asiento junto a la mesa.
-No me gusta el calor - comentó el demonio- Prefiero el clima frío. El calor es fastidioso, y... y seco. Y soso. Como Hastur.
-Bueno, no he de negar que el calor puede llegar a ser soporífero... - replicó Azirafel, mordió una galleta y siguió hablando con la boca llena- pemro quizám sólom estásm amburridom.
Crowley alzó una ceja con suspicacia, y empezó a balancearse en la silla mientras se rascaba la barbilla. Azirafel vislumbró en sus ojos de reptil un fulgor que sólo aparecía cuando se le ocurría una idea demoniaca.
-¿Sabes quién más debe de estar aburrido? El detective de la cervadora. Sería entretenido ir a echarle un vistazo. Puede que le dispare a la pared de nuevo y que discuta con su amigo el pequeñín.
-¿Te refieres a Holmes y Watson de Baker Street?
-Exacto. Me pregunto qué estarán haciendo.
Crowley y Azirafel conocían bien a ese par de humanos. El ángel había tenido la misión de inspirar a un conocido del doctor Watson a presentarle a Sherlock. Poco después, el blog de John se había vuelto popular y Crowley solía enseñarle las historias que publicaba. Ambos se habían convertido en ávidos lectores de sus aventuras, e incluso los habían rescatado ocasionalmente de algunas de las tantas situaciones peligrosas en las que se metían resolviendo casos. Crowley decía que eran demasiado interesantes. Y salvarlos era parte del trabajo de Azirafel. Pero había algo respecto a su relación que les fascinaba a ambos y les era extrañamente familiar.
Azirafel revisó la hora en un antiguo reloj de pared colgado detrás de Crowley. Eran las cuatro de la tarde. Le dio un sorbo a su tacita de té.
-Una breve visita no hará daño.
ESTÁS LEYENDO
¡Aburrido!
FanfictionCrowley y Azirafel deciden visitar a un famoso detective londinense para pasar el tiempo. Disclaimer: Este fic participa en el reto crossover de la página Ineffable Fanfickers