Zabuza estaba afilando su espada, como todas las mañanas, afuera del puesto del señor Hanako.
Ya todos estaban acostumbrados a la presencia del hombre, que a primera instancia parecía intimidante y peligroso.
Sin embargo, Zabuza se dedicaba a lo suyo, enfocándose en sacarle brillo y dejar afilada la enorme espada que descansaba sobre la acera, siendo su orgullo el poder portarla en cada momento y oportunidad, sin importa el peso o la complejidad para manejarla.
Zabuza se había entrenado lo suficiente para poder dominar y manejar la espada con un solo brazo. Las vendas en su rostro ocultaban muchas veces una ligera sonrisa que se formaba sin pensar, producto únicamente de la satisfacción y sentimiento de superioridad de saberse tan hábil en el combate.
El puesto del señor Hanako era una pequeña tienda en donde las personas solían ir a comprar sus víveres de casa semana.
Al ser un pueblo pequeño, la mayoría de las personas se conocían entre sí, por lo que no era de esperarse que más de uno se hubiera habituado a la presencia de Zabuza, saludándolo cordialmente en muchas ocasiones antes de dedicarse a hacer sus compras del día.
Zabuza únicamente los miraba de reojo, haciendo una leve inclinación con la cabeza.
Él no se metía con nadie y nadie se metía con él, todos sabían eso. Zabuza en realidad era un hombre muy tranquilo que únicamente se dedicaba a sus asuntos, tomando acciones solo en casos necesarios cuando algún pandillero o delincuente causaba problemas en el pueblo.
Algunas veces, Zabuza se sorprendía al escuchar a los habitantes del pueblo hablar de él, escuchando en algunas ocasiones que se referían a él como una buena persona.
Zabuza jamás se había sentido una buena persona, pero suponía que los habitantes del pueblo estaban agradecidos con Zabuza por defender indirectamente su tranquilidad, aunque la intención de Zabuza fuera únicamente demostrar su capacidad y habilidad para controlar su espada.
Parecía un día como cualquier otro.
Zabuza estaba por terminar de afilar la parte baja de su espada mientras escuchaba al señor Hanako hablar con su hija Yuki sobre la llegada de un nuevo distribuidor de yerbas curativas que llegaría ese mismo día.
Realmente no prestaba atención a lo que decían, aunque en ocasiones giraba ligeramente la mirada, observando de reojo tanto al señor Hanako como a su hija, cuando repentinamente escuchó unos pasos acompasados caminando lentamente rumbo a la entrada del local.
Al levantar la vista, Zabuza se topó con la figura de una joven mujer que se paró justo delante de él.
De complexión delgada, cabello largo y oscuro, piel blanca y lechos y un par de ojos color miel, la mirada del hombre no tardó en notar cada detalle de la belleza armónica de aquel rostro delicado.
Los ojos miel se cruzaron con los ojos pardos, siendo regalada una sonrisa discreta y un asentimiento de cabeza.
"Buenos días" comentó con suavidad la joven. La voz era igual de suave y armónica que el hermoso rostro y Zabuza se quedó petrificado por un momento.
Ese rostro no le resultaba para nada familiar.
Después de un breve momento, la joven empezó a adentrarse al local a paso lento, siendo seguida por la atenta mirada de Zabuza.
Su kimono rosa se movía con ligereza por su cuerpo. En sus manos se resguardaba una canasta cubierta con una pequeña tela blanca.
El cabello negro caía en una cascada lisa por la espalda, llegando a la altura de la estrecha cintura.
Zabuza jamás había visto a una mujer tan hermosa antes. La joven giró ligeramente su cabeza, volviendo a regalar una sonrisa ante el hombre.
Zabuza había olvidado por completo su tarea, observando atentamente la interacción de la joven con el señor Hanako y su hija Yuki.
Después de compartir unas breves palabras hablando de su producto, la joven empezó a sacar algunos frascos con el contenido de las yerbas trituradas con otros ingredientes.
Úselo en heridas y cicatrices, ayudará a mejorar la cicatrización y sanar la herida, le comentó al señor Hanako y a Yuki por igual.
El señor Hanako asintió, sacando un pequeño bonche de dinero mientras Yuki empezaba a acomodar los frascos en el mostrador.
La joven colocó su canasta en su antebrazo, empezando a dar un vistazo a la tienda. Una vez que el dinero fue entregado, la joven sonrió, empezando a encaminarse por los pasillos del local, tomando de vez en cuando un par de frascos u otros productos.
Zabuza había dejado su espada descansando en el suelo. Su cuerpo casi se giraba por completo, contemplando el vaivén de la cascada oscura, de los movimientos suaves, de la ligereza con la cual movía sus pies.
El señor Hanako y Yuki voltearon a ver a Zabuza por un momento, mostrando confusión y curiosidad en su semblante.
La joven estaba a punto de tomar un frasco de especias aromáticas de un estante alto cuando repentinamente Zabuza llegó detrás de ella, alcanzando el frasco sin ningún esfuerzo para después entregárselo.
Los movimientos de Zabuza fueron muy rápidos, sorprendiendo por un momento a la joven.
Al girarse y estar frente a frente con Zabuza, sus ojos volvieron a conectarse y la hermosa sonrisa de la joven volvió a aparecer nuevamente en sus labios.
Zabuza podía jurar que jamás había visto a una persona tan bella en toda su vida. Se sentía extraño de admitirlo, pero un asentimiento de cabeza fue el único movimiento que se le ocurrió realizar, escuchando un tenue "gracias" por parte de la joven mujer.
Al empezar a encaminarse a la caja y pagar su frasco con especias aromáticas, Zabuza volvió a su lugar al lado de la tienda. Aunque quería disimularlo, sus ojos continuaban buscando los ojos contrarios, volviendo a conectarse al escuchar a la joven encaminándose a la salida.
"Haku. Mi nombre es Haku" comentó con tranquilidad.
"Zabuza" respondió casi al instante, provocando que la sonrisa volviera a aparecer una tercera vez durante ese lapso.
Zabuza observó a la joven alejarse lentamente, deseando seguirla.
Sus pasos tranquilos fueron alejándose cada vez más, pero Zabuza decidió quedarse en su posición, sin saber muy bien que diría o haría si decidía seguirla.
Zabuza afilaba su espada, todas las mañanas, afuera del puesto del señor Hanako, pero ahora tenía una motivación para sentarse día a día afuera de aquel pequeño local.
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Love Complex
FanfictionZabuza afilaba su espada, todas las mañanas, afuera del puesto del señor Hanako, pero ahora tenía una motivación para sentarse día a día afuera de aquel pequeño local.