Capítulo 19

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 .               Alpha Ikender

                   •Rendirse•

Creí que había escapado del infierno, ahora veo que me equivoqué. De un momento a otro, la rabia, el dolor y el odio empezaron a dominarme.

—Por fin, después de todo, volviste a mí.

—Yo jamás seré tuya de vuelta Rixton, ya no más— hablé con furia. El hombre frente a mí solo sonreía, se paseaba de un lado a otro por la habitación.

—Volverás ha someterte a mi quieras o no Eiderin— negué con la cabeza aparentando mis manos en puños.

—¡Eiderin ya no existe!, Eiderin era esa niña de trece años, una pequeña que tenía sueños, ilusiones, que deseaba ir al colegio, ser como cualquier otra— lágrimas de rencor caen sobre mis mejillas.

—Que lástima que no sea así princesa — niego con la cabeza.

—Dijiste que serías como un tío para mí, que mi padre vendría por mi algún día. ¡Dijiste que jamás me lastimarías!—  Sonríe entre dientes, mueve sus manos con libertad.

—Siempre te quise Eider, desde que veía a tu madre y a tu padre en el parque contigo, tu risa de niña, tu sonrisa, tu inocencia. Después de la muerte de tu madre, quedaron muchas deudas pendientes. Tu padre me pagó contigo, siempre fuiste tú Eiderin, y ahora que te tengo no te dejare ir— odiaba a mi padre, odiaba sus decisiones, y odiaba a la vida por hacerme caer en la oscuridad de nuevo.

—No volveré a postrarme ante ti jamás, voy a pelear, hasta el último momento. Tendrás que matarme porque jamás volveré a ser tuya — se agacha hasta quedar a mi altura tomándome bruscamente de la mandíbula.

—No quieras adelantar tu castigo princesa— le escupí en la cara con desprecio.

La puerta se abrió de vuelta, por ella entró esa mujer que me había traído aquí.

—Vengo a despedirme de la querida Luna— comentó con un tono fingidamente triste. Rixton salió de la habitación mientras la rubia arrastraba una silla y se sentaba frente a mí.

—¿No me vas a dar las gracias por traerte con tu verdadero dueño?— quería golpearla, pero la cadena que tenía sujeta del tobillo no me dejaba.

—Eres una maldita— solté.

— Deberías darme las gracias querida. ¿En serio creíste que a Ikender le importabas? Solo quería llevarte a la cama.

—Mientes, él va a buscarme, y cuando sepa que tú...

—¡¿Qué yo qué?! Ikender no te está buscando, para él fue lo mejor que le pudo pasar. En cuanto desapareciste se fue con otra mujer— reí amargamente. Él jamás me haría eso.

—Veo que no me crees, quizá estás fotografías te abran los ojos— lanzó sobre la cama una serie de fotos. En todas ellas Ikender estaba con la misma mujer con quién hablaba en el evento. Solo que tenían ropas distintas. Tomé una de ellas, ambos estaban besándose, en otras abrazados— negué con la cabeza, sentía un dolor profundo en el corazón, y una presión en el pecho.

—Tienen que ser falsas, están vestidos de diferente manera yo...

—¿Ya te preguntaste que día es hoy?, ¿en dónde estas?— levanté la cabeza mirándola fijamente.

—Estas en Weimar, llevas  días dormida— cerré mis ojos con fuerza. Estaba muy lejos del territorio de Ikender. Él se notó indiferente, distante.

—No— susurré derrotada.

—Acéptalo, una humana como Luna, es ridículo, tú, eres ridícula.

—Lo traicionaron.

—No humana, su diosa lo traicionó al ponerle a alguien tan insignificante como mate.

Bajé la cabeza haciendo que mis lágrimas cayeran sobre la cama. Escuché la puerta cerrarse. Ella se había ido. Al igual que todas mis esperanzas por ser feliz. Miraba las imágenes una y otra vez tratando de engañarme a mi misma. Cuando él me había engañado a mí. Ikender me traicionó.

Por fin entendí que la vida era más que cruel, y es que hay ocasiones en las que, las personas buenas sufren más, mientras aquellas de corazón frío y oscuro, sobre pasan los límites.
Las personas traicionan, te hacen creer en algo para sus propios intereses.
Si te ama no te engaña y si te engaña no te ama.
Grité, grité de dolor, de impotencia.
La decepción es como una bruma espesa que te ahoga, que te asfixia hasta que no tienes más, hasta que ya no pueden quitarte nada. Porque tú misma eres nada.
La puerta volvió a abrirse, Rixton entró con algo en sus manos. Era un cinto.

—No voy a tocarte Eider, no después de que fuiste de otro, pero si voy a castigarte, lo haré hasta tu muerte y después buscaré a alguien más, a otra chica pobre, inocente y débil, por tu culpa alguien más sufrirá lo mismo que tú.

~*~

Una semana, había pasado una semana desde que Eider desapareció. No podía encontrar a Lorein, esa bruja, era la única sospechosa. Max y Matías se encargaban de registrar el territorio de las ciudades vecinas. Otros lobos trataban de ayudarnos.

Lort Ashton puso a nuestra disposición su clan, pero ni siquiera los mejores vampiros rastreadores podían dar con mi pequeña. La tercer noche de su desaparición, sentí un dolor intenso, enorme que recorría todo mi pecho. La angustia me estaba matando.  Hagret no me hablaba, cortó toda comunicación conmigo.
Ya no podía convertirme en lobo.

—Si esa bruja le hizo algo, te juro que...

—¡Jurar no vale nada Rosel!, Y tampoco culparnos. Vamos a encontrarla, lo haremos— tenía que hallarla, no podía vivir sin Eider.

—Alpha— Matías entró a la mansión.

—Sé que no es el momento  pero, dentro de poco tenemos que viajar a Gran Bretaña, no podemos faltar al congreso del Alpha Christopher.

Tomé una lámpara que había cerca y la aventé hacía la pared.

«Voy a encontrarte Eider, así sea lo último que haga»

Nota importante: Prepárense psicológicamente para el siguiente capítulo
No olviden seguirme.



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