Entras a la habitación de Peter sin anunciarte, ves la bolita que se encuentra acurrucada entre las cobijas y te acercas hasta sentarte en la cama.
-Peter.- El niño, al escuchar tu voz, se destapa enseguida y te mira con sus ojos azules (herencia de la abuela de su madre) llenos de lágrimas y un puchero formado en los labios.
-Perdóname.- El niño solloza y entre lagrimeos intenta explicarte.- Estaba buscado... hojas blancas... las busque en tu habitación... mamá me dijo... que tú las... tenias... y... encontré la carta.... Y yo.- Tienes que ayudarlo a sentarse en la cama para que no se ahogue con sus propia saliva.- Pensé... que olvidaste... enviarla.. entonces...
-Entonces se la diste a papá para que él la enviara. - Él llora más, gatea en la cama hasta llegar a ti y hunde su cabeza en tu pecho, sonríes pensando que tú mismo hiciste eso mismo con Alfred en la enfermería, y contras tu atención en tu hermano. – Ya, ya, todo está bien. -
-¡Todo es mi culpa!- Aprietas los labios, seguro el pobre estuvo martirizándose toda la noche con eso.
-No es tu culpa, Peter, deja de pensar eso.
-¡Pero papá te grito por mi culpa!
-Y papá también se disculpó por eso. - Peter se aleja de ti, mirándote con la cara roja y ojos llorosos en busca de la mentira en tu rostro.
-¿Se disculpó?
-Sí, lo hizo.
-¿Entonces ya no me odias?- Sonríes y lo aprietas contra ti.-
-¡Oh, Peter! ¡Yo jamás te odiaría! –
-Pero fue mi culpa. - Frustrado por no poderlo hacer cambiar de opinión al niño, lo tiras en la cama y comienzas a hacerle cosquillas, sacándole carcajadas al pequeño. - ¡Arthur! ¡Para!
-¡No parare hasta que entiendas que no es tu culpa!
-¡Espera! ¡Espera! - El niño ríe sin control, te patea intentando alejarte de él y tú te unes a sus risas. - ¡Esta bien! ¡No es mi culpa! - Paras de hacerle cosquillas, Peter queda tendido sobre la cama, respirando pesadamente por el esfuerzo, la sonrisa no se borra de su rostro rojo.
-Bien, será mejor que recuerdes eso, porque si te escucho diciendo lo contrario, te volveré a atacar. - Mueves tus manos y él se avienta hasta la pared, resoplando su risa.
-¡No, no! ¡No lo olvidare! - Tu asientes satisfecho.
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La vida de adolescente de Arthur Kirkland. Hetalia
FanficEmociones que suben y bajan como en una montaña rusa, un joven en la flor de su juventud con la actitud de mierda típica de un adolescente. Ese era exactamente Arthur Kirkland. Un chico mas en la "bendita" etapa de la adolescencia.