Honnel Ciernik, así se llamaba mi nuevo aliado hacker.
Horas después de haber formado nuestra alianza, su expresión cambió dejando apreciar una actitud mansa y humilde. Parecía un joven muy confiado y alegre. Su modo de actuar al inicio, naturalmente, se debía al resguardo de su propia seguridad. Lucía como otra persona, lo cual resultaba favorable para ambos, más aún para mí.
Luego de regalarme medias y unos zapatos estilo casual, procedió a llevarme hasta una sala que contaba con un increíble arreglo de equipos tecnológicos, los cuales se desempeñaban a su máxima capacidad. Gracias a ellos, estaba bastante cómodo. La computadora voluminosa era su tesoro más preciado en esta competencia, algo bastante predecible.
-El sistema que emplean estos accesorios está lleno de muchos agujeros -explicó-. Sin embargo, en este lugar el «no subestimar a nadie» también aplica para objetos, pues la mayoría de esos agujeros activan mecanismos que terminan matándote.
-En pocas palabras, trampas, como todo lo demás en esta competencia... -expresé.
-Logré programar un sistema que evade a esos agujeros y alcanza al cerrojo -dijo de espalda, mientras hurgaba entre unos cables.
-Un gran logro. Debió ser muy difícil -enfaticé, tratando de ver lo que hacía.
-En realidad, conseguir un cerrojo como ese resultaría un proceso más duradero y tedioso, pero simplemente estaba allí, de hecho, el gran desafío era distinguir entre todos ellos.
-Muy bien. No fue difícil, pero sí fue difícil -aseveré con sarcasmo.
Se dio la vuelta frente a mí para explicarme, con algo de emoción, que al principio todos eran cerrojos idénticos. Al activar a uno de los falsos, su programa descifraba sus datos y lo comparaba con todos los demás, localizando al verdadero por ser el único con diferencias intrínsecas. Él estaba muy orgulloso de su creación.
-Espera, ¿al activar a uno de los falsos? ¿Me dices que alguien tuvo que morir para que tu sistema funcionara? -pregunté algo nervioso.
-Ya estaba muerto -afirmó con relajo, sacando un rollo de cable de la gaveta de un escritorio metálico. Me dijo que me quedara quieto para poder enlazarlo al puerto de mi collar y que el programa hiciera su magia.
-¿No es arriesgado? -pregunté, inseguro.
-Ya no. La única desventaja es que tardará doce horas exactas para que termine su trabajo. Por lo que contaste, tienes tiempo de sobra -, y conectó el otro extremo del cable a la gran computadora principal.
Tomé asiento en una silla de oficina aledaña mientras que él tecleaba.
-Entonces, puedo decir que eres como una especie de genio tecnologíco... Te puedo llamar el genio de los collares.
-No seas ridículo, soy más que un genio de los collares.
«Presumido», me dije con gesto de ironía, pero había de tener razón, ya que él miraba fijamente en la pantalla un montón de códigos desordenados que combinaban letras, números y otros signos. Cada código se situaba de manera aleatoria para mí, pero bien reconocido para él. En dos momentos, carcajeó porque agregó un par de letras «bd» y un par de números «69». Yo no entendía nada de lo que se mostraba en el monitor, ni de sus reacciones.
-¿Quién estaba muerto? -pregunté.
Me contó que cuando abandonó su cabina, se había conseguido con la misma masacre que yo. Logró escapar, atravesando un pasillo que contenía materiales de construcción. Allí encontró un cuerpo decapitado que tenía su collar ileso, y lo tomó.
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Skull super market
AkcjaUna oscura y poderosa organización crea una competencia sangrienta que parece sacada de una historia de vivo terror, donde un incontable grupo de criminales deberán batirse en duelo y hacer todo lo posible por sobrevivir como su instinto lo demanda...