Flores de Instinto

Primer encuentro: Despertar

El frío aire de la mañana acariciaba su rostro con suavidad. El profundo aroma a tierra mojada, el sonido de las gotas de agua que caían desde las hojas de los altos árboles a medida que soplaba la brisa de primavera, el canto alegre de los pájaros que saltaban en las frágiles ramas y los brillantes rayos de sol que se colaban entre el imponente follaje lo sumergían en un estado de paz y tranquilidad. Con lentitud y parsimonia, Chu WanNing abrió sus ojos de fénix surcados por largas y tupidas pestañas, acompañados de unas cejas rectas y masculinas. Sin temor y abandonándose al sentimiento que le evocaba su entorno lleno de elementos cargados de vida, pudo conectarse con facilidad a la prístina naturaleza del bosque cercano a la pequeña cabaña que compartía con Mo Ran desde hace dos años.

En las últimas semanas había requerido meditar y enlazarse con mayor frecuencia a estos momentos de calma para tranquilizar su conciencia. No podía evitarlo, sus sentidos afilados y conocimiento indicaban que algo estaba mal. Para ser honestos, la situación lo tenía cada día más ansioso e intranquilo. Hasta que no identificara la causa exacta de esta extraña perturbación en su pulso espiritual, no podría descansar en paz. No lograba determinar con precisión el inicio de esta inestabilidad. Todo comenzó en forma muy sutil y suave, pero algo estaba claro sin lugar a dudas: iba en ascenso y progresión constante. Al inicio sólo percibía en forma intermitente ciertas oscilaciones en su pulso. No afectaba su nivel de cultivo, pero le generaba una percepción más aguda de todos sus sentidos, lo que le abrumaba de sobremanera.

En estas condiciones, luego de que ambos habían pasado por las peores penurias que puede experimentar un humano, junto a Mo Ran habían logrado al fin llevar una vida pacífica en el seguro destierro de la montaña. En esta situación, lo que menos quería era preocuparlo y ser una carga para él. Fue por este motivo, que ocultó sus inquietudes y temores en lo más profundo de su corazón.

Luego de respirar profundo en varias oportunidades el aire fresco junto al aroma de los árboles, le dio una tierna paz. Tomando su tiempo, se levantó del suelo, mientras acomodaba sus blancas túnicas y alisaba las pequeñas e imperceptibles arrugas con sus manos finas.

Caminó a paso lento de vuelta a la cálida cabaña. El sendero estaba surcado por altas hierbas y arbustos que crecían a su máximo potencial. El aroma de las flores flotaba en el aire, dulce y libre, mientras los abejorros zumbaban entre las pequeñas y compactas flores de lavanda. Su entorno se veía favorecido de forma notable por la pureza de su espíritu de madera. Nunca pensó que iba a llegar el momento en que disfrutaría cada segundo de su vida.

Con energías renovadas, apuró el paso. Vislumbró a lo lejos a una silueta alta y orgullosa, de hombros fuertes y espalda recta. A medida que se acercaba, se definían los rasgos de un guapo joven, su nariz afilada, el cabello largo y azabache atado en una alta coleta, sus labios entreabiertos mientras una pronunciada manzana de Adán subía y bajaba. El hacha caía con fuerza en el cepo, mientras cortaba leña en fracciones más pequeñas. Chu WanNing sin reparar en sus acciones, se quedó contemplando unos instantes al fuerte muchacho en sus recias labores.

Una voz masculina y alegre que llamaba a su nombre lo sacó del ensueño.

Mo Ran se había percatado de inmediato de la presencia de su querido Shizun. Dejó el hacha a un lado y mientras se acercaba él, se dibujó en su apuesto rostro una gran sonrisa definida por unos labios suaves y coronada por dos hoyuelos en sus mejillas. Secó con decisión el sudor de su frente con el dorso del antebrazo. Su delgada túnica superior se encontraba mojada, revelando unos definidos pectorales y tonificado abdomen, mientras sus ojos brillaban a la par con sus dientes blancos. Se situó frente a Chu WanNing, inclinándose hacia él quedando separados por unos escasos centímetros.