-6 meses antes de la Catástrofe.
Como todas las tragedias, comenzó con un malentendido.
Los Brillantes llegaron a la tierra con la intención de aprender y compartir. Pensaban que los seres humanos pertenecían a una raza admirable. Los habían observado durante un par de milenios, asombrados por su capacidad de levantar sociedades incluso después de que éstas cayeran más de una vez. Al principio, solo unos pocos habían llegado a modo de turistas. Sin embargo, sucedía algo de lo más peculiar; cada vez que un Brillante llegaba al planeta azul (Tierra, le llamaban), los líderes humanos lo secuestraban y ocultaban su existencia al público. E incluso cuando lograban evitar ser secuestrados, los humanos se asustaban tanto con su presencia que terminaban ahuyentándolos. Decidido a entablar una amistad con aquél pequeño y entrañable planeta, el rey de la raza Brillante, de nombre Teseo, organizó una comitiva (comandada por él mismo) para hacer el primer contacto. Poco sabía que lo mejor habría sido ignorar aquél mundo y preocuparse por el suyo.
Teseo optó por dirigirse a la nación más poderosa del planeta, creyendo que ésta sería un ejemplo de igualdad y respeto para las que tenían menos recursos. Y, para los Brillantes, así comenzó todo.
Para los humanos, empezó con una estrella.
Solo pocos la vieron, y muchos menos se dieron cuenta de lo que en realidad era. Nadie le pondría atención a un punto blanco en un mar de puntos blancos. Pero, a medida que la noche se convertía en día, la estrella del horizonte parecía brillar con más fuerza que las demás. Para cuando llegó el día siguiente, ya era evidente que algo se aproximaba. Desde la distancia, parecía un pequeño triángulo que se hacía cada vez más grande con cada minuto que pasaba. La nave aterrizó en la Tierra al mediodía, causando un gran revuelo entre los observadores.
Ahora, los gobiernos que tanto habían intentado ocultar la existencia de aquellos seres, ya no tenían forma de esconderlos al público. Estaban ahí; a la vista de todos. Teseo salió de la nave de forma ceremonial, levantando las manos en alto. Este gesto servía a una doble función; darle un toque más ceremonioso a su llegada a la Tierra, y mostrarles a los humanos que tenía tanta confianza en ellos que se presentaba sin guardias ni protección. Así de magnánimo era el rey Teseo.
Pero no habían pasado ni cinco minutos cuando un montón de humanos uniformados (soldados, probablemente) se presentó ante ellos gritando órdenes y portando fusiles que tenían una pinta peligrosa. Algunos miembros de su comitiva se asustaron e intentaron regresar a la nave, pero el rey los tranquilizó, diciéndoles que probablemente era una costumbre humana recibir a los invitados así.
Entonces, habló en voz alta, usando el lenguaje que había aprendido de ellos de tantos años observándolos;
-Venimos a hablar con su líder, soldado.
Argos, su mejor amigo y coordinador de Asuntos Intergalácticos, le extendió el botón de emergencia, un artefacto que, en caso de ser presionado, transportaría a toda la tripulación de vuelta a la nave y ésta arrancaría automáticamente. Teseo quiso negarle.
-No creo que sean violentos, Argos.
Pero Argos no cedió.
-Uno nunca sabe, Majestad.
Solo para satisfacerle, Teseo guardó el artefacto en el bolsillo de su túnica, convencido de que no lo usaría.
El soldado que parecía ejercer más autoridad sobre los demás dictó un par de instrucciones en un pequeño dispositivo comunicador. Le respondió una voz enojada, gritando a un volumen tan alto que incluso Teseo podía escuchar lo que decía.