Miré a mis padres intentando encontrar una explicación para lo que estaba ocurriendo. Estaba tan confundida qué me empezaba a doler la cabeza y un dolor en el pecho me asfixiaba por la angustia qué sentía. Algo dentro de mí empezaba a prepararse para otra batalla, pero no quería creer eso.
Estaba en pijama en el pasillo de cuclillas frente a mi madre qué poco a poco parecía ir recobrando la consciencia y espabilándose. Quería qué alguien la ayudara, ¿por qué siempre qué ocurría algo es como si la gente desapareciera?
—Por favor, ¿puede alguien decirme que es lo qué está pasando? —hice la misma pregunta por quinta vez mirando a mi padre de lado qué seguía atento en mi madre. Tenía muchas ganas de llorar, pero intenté contenerlas.
Mi padre clavó sus ojos en los míos y en cuanto vi su expresión de pavor, supe qué lo que fuera que me iba a decir iba a ser mucho peor de lo que yo pensaba. Él tenía muchos tipos de expresiones, pero había una en específico, solo una, qué era la qué más temía viniendo de él y la qué pocas veces había conocido, menos mal.
—Tú madre ha recibido una llamada... —dijo con un hilo de voz, parecía qué se iba a quedar mudo en cualquier momento por su forma de hablar.
Intenté con todas mis fuerzas agudizar el oído para escuchar perfectamente lo que me estaba diciendo. No le pedí qué hablara más alto porque podía ver lo mucho que le estaba costando simplemente hablarme, entonces solo me acerqué para poder oírlo mejor.
—¿Y? —pregunté con impaciencia para qué continuara cuando se quedó callado otra vez con su mirada fija en el suelo y sus brazos abrazando a mi madre.
Lo cogí de la cara obligándolo a mirarme.
—Papá, dime de una vez que es lo que ha pasado.
—Los padres de Ingrid han tenido un accidente con el coche —soltó con los labios temblándole sin control y mi corazón se detuvo—. ¡Han muerto, Maddie! —confesó con todo el dolor de su corazón quebrándose frente a mí.
Me levanté del tirón del suelo viendo cómo arrancaba a llorar como nunca lo había hecho. Di dos pasos atrás con la mente completamente bloqueada, no podía pensar, no podía llorar, no podía hablar. Estaba paralizada, en trance. Era una sensación que conocía muy bien y eso solo me aterró aún más.
Los padres de mi mejor amiga... ¿habían muerto?
No, no, no puede ser...
Un sollozo estrangulado proveniente de mi madre hizo que mis ojos más abiertos de lo normal volaran hacia ella. Había reaccionado y ahora lloraba de nuevo en los brazos de mi padre, los dos estaban pálidos y con las ojeras más marcadas.
—Ingrid —pensé en voz alta mirando a la nada.
Me di la vuelta rápidamente y empecé a correr por el pasillo ignorando las voces de mis padres que me pedían a gritos que volviera.
No podía dejar de mover las piernas, corría todo lo que podía sintiendo la calidez del torrente húmedo de mis lágrimas empezando a deslizarse por mis mejillas.
—¡¡Joder!! ¡¡No!! —grité llorando entre furiosa y triste, aunque creo que la segunda se llevaba todo el mérito.
Pasé por la puerta de la salida sin echarle cuenta a la recepcionista que seguramente se creería que yo estaba loca. No me importaba, solo me importaba el hecho de saber que los pasos agitados de mi mejor amiga me habían despertado y qué seguramente hubiera salido también.
Mis pies desnudos sintieron la caliente arena bajo estos cuando bajé los escalones de la entrada del Eiffel, me pasé las manos por el pelo recogido en un moño estresado mientras miraba a todos lados buscándola o al menos intentando encontrar algo que me dijera donde estaba.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Ficção Adolescente¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...