NO ES LA FAMILIA DE LA QUE VENGAS
—Si quieren sobrevivir a este viaje hay tres cosas importantes que deben seguir— habló Miltón una vez que salimos de su establo/cabaña—: Número 1, siempre hagan todo lo que yo les ordeno y del modo en que yo se los ordeno; número 2, no se separen sin importar que; y número 3, no mueran.
—Allá afuera existen unos monstruos creados por la oscuridad, nosotros los llamamos criaturas. Son malvadas, sin alma y sin una pizca de piedad que nos matarán en la primera oportunidad que tengan. Debemos ser cautelosos si queremos llegar con vida a la casa de Ceciana— le siguió Berto.
Si bueno, no eran las palabras más alentadoras para iniciar un viaje, honestamente creía que íbamos directo a la muerte. ¿Cómo no querían que tuviera incertidumbres acerca de este viaje?
—Me alivian sus palabras-—les comenté en tono sarcástico.
—Solo somos honestos, niña– me respondió Miltón de modo molesto.
Tenía la impresión de que no importara lo que yo hiciera o dijera, siempre iba a estar enfadado conmigo. Quizá no soportaba la idea de que alguien más le robara la atención.
Y es así como en una mañana soleada, con un aire caluroso y con un terrible nudo en el estomago (quizá por las empanadas que comí), mi hermana y yo emprendimos el viaje con las dos criaturas mágicas en un mundo totalmente nuevo para nosotras.
Miltón lideraba el grupo, ahora el llevaba más cuchillos en su cinturón y una maleta pequeña, como él, que ciontenía unos cuantos víveres; después estábamos nosotras, que solo llevábamos unas cobijas para el anochecer y, por ultimo (para cuidarnos la espalda), nos seguía Berto, quien cargaba en su lomo todo lo demás que era esencial para el viaje.
Hasta ese entonces el camino no se me había hecho muy difícil, era cierto que ya habíamos recorrido un buen tramo pues el atardecer ya se aproximaba, y que habíamos tenido que atravesar arroyos y bajadas apedreadas, sin contar con que los pantalones se me caían a cada rato por lo flojos que me quedaban y por lo cual, tras los quejidos de Miltón diciéndome que parecía un marrano desnutrido que los atrasaba, Berto improvisó unos tirantes con unas cuerdas para evitar que se me siguieran cayendo y poder avanzar sin más contratiempos. Después de eso, me esforcé en seguirles el paso, incluso al mismo Miltón, haber quién era el marrano desnutrido ahora. E iba tan bien en ello que creí que yo podría aventurarme a donde fuera y sería capaz de lograrlo.
—Deténganse todos, ahora—nos dijo el fauno al pararse en seco enfrente de lo que parecía la entrada a una cueva.
—¿Ocurrió algo?— le preguntó Berto preocupado adelantándose hasta donde estaba su amigo.
—Aracnocorps—contestó casi en un susurro.
—Creí que solo había de esos más al norte.
—¿Qué son los aracnocorps? ¿Arañas?—les pregunté.
—Observa la entrada, es demasiado delgada pero si prestas la suficiente atención, puedes ver la telaraña— continuó Miltón ignorándome por completo. Se acercó lo suficiente para verla—sigue húmeda, lo que significa que no tienen más de dos días aquí.
—Entonces, ¿Qué hacemos? ¿Rodeamos?
—¿Son peligrosos?—yo a fuerzas quería que me incluyeran en la conversación ya que ellos se veían preocupados y eso me preocupaba más a mi.
—Negativo— le contestó, ignorandome de nuevo—, el sol esta por ocultarse y podremos encontrarnos con criaturas peores— negó con la cabeza—. No hay otra opción, debemos continuar por aquí.
YOU ARE READING
The Lost kingdom: Caminos Secretos
FantasiaHabía una vez en un reino muy, muy, muy lejano.... No, ¿saben qué? Eso no me gustó, iniciemos de nuevo. Había una vez unas pequeñas, dulces e inocentes princesas, que tuvieron una aventura llena de magia, peligros, mucha muerte y destrucción, había...