Capitulo 36 (Editado)

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Capítulo 36

¿Sentía culpa?

La realidad era que no, nunca sintió culpa por lo que había hecho. Jamás se preguntó qué había pasado con esa joven que lloraba descontroladamente frente a ella mientras el hombre a su lado le rompía el corazón. Nunca se paró a pensar que fue de ella realmente, y la verdad de porque jamás lo había hecho era porque inconscientemente Maya siempre estuvo presente entre ellos.
Mientras cada intento de su parte por enamorarlo fallaba, esa joven los atormentaba día tras día recordándole que jamás los dejaría en paz. Y su peor castigo fue enamorarse de un hombre que nunca le podría devolver el sentimiento.

Andrea había dejado su bolso en uno de los muebles individuales de su departamento. No se molestó en encender la luz mientras se quitaba los zapatos y los tiraba lejos sin ver dónde caían. Estaba lista para meterse a la cama y no saber más de ella en lo que restaba del día.
No cenaría, se sentía demasiado agotada tanto física como emocionalmente para hacerlo. Era cierto que no sentía culpa, pero igualmente tantos años de mentira le tomaba factura diariamente, y algún día, aunque lo ignoraba tendría que pagar, eso lo sabía.

Todo se le había juntado, todo estaba pasando muy de prisa para poder procesarlo. Sabía que su mentira sería descubierta, sin embargo, ingenuamente esperaba que Dimitri entendiera la razón de su cometido y aunque fuera, esperaba que no la matara. Ilusamente creía que algún día podría llegar a enamorarlo y hacer que se olvidará del recuerdo de esa mujer. Estando ahí y viendo la razón de la estadía de Dimitri en el lugar, supo que era imposible. Él jamás había querido olvidarla, por mucho que ella intentó ayudarlo con eso.
Su sangre se heló al pensar mejor las cosas que había hecho, y peor aún, a quien se lo había hecho. Dimitri era el hijo de un asesino sin compasión, tenía sangre de criminal. Su presentación, a diferencia de sus familiares, era distinto eso sí, pero a fin de cuentas seguía siendo un criminal. Era cierto que había utilizado la inteligencia antes que la fuerza, no era un hombre presumido como lo había sido su padre. Por eso precisamente el gran Aarón Petrova había perdido la vida, le gustaba hacerse notar, por mucho que su hijo tratara de que no le vieran el rostro, Aarón se encargaba de lo contrario haciendo que su nombre sonará en todos lados, eso le había costado todo. Dimitri a diferencia de él, era muy astuto, precavido y calculador, estaba dónde estaba por ello. Ese hombre era de las personas que te congela la sangre sólo con una mirada y eso le tocaría a ella más temprano que tarde.

Lo que había pasado días atrás la había dejado marcada de por vida. Balas, muertos, y muchos policías queriendo atraparlos. Pensaba en ella yendo a la cárcel o siendo alcanzada por una bala y toda su vida acabando en ese instante. Jamás en todos los años que trabajaba para los Petrova había pasado algo igual, y todo gracias a una sola persona: Carmelo.
Ese hombre nunca fue de fiar, hasta el mismo Aarón desconfiaba y ahora se mostraba tal cual era; un peligro para todos.
Carmelo sabía quién era el jefe actual de los Petrova, y ya había demostrado que no se quedaría con el secreto para sí mismo, lo destruiría sin pensarlo y ella saldría muy afectada en el proceso por no decir que terminaría de una forma nada agradable.

—Andrea. —un salto acompañado de un grito seco fue su expresión al escuchar la ronca voz en medio de la oscuridad.

Sintió los latidos de su corazón más fuerte de lo normal, se apresuró a controlar su respiración antes de que le diera una clase de ataque o algo parecido por el susto.

—Aarón. —dijo ella soltando un fuerte suspiro de alivio, o miedo, no lo supo distinguir en realidad. —Que sorpresa.

Odiaba llamarlo así, pero desde años atrás él le había prohibido llamarlo por su nombre real sin una aparente explicación. El hombre se veía como una sombra tenebrosa en su sala. Muy quieto, muy elegante, y sobre todo muy poderoso. Miedo, esa era la palabra, no había más que miedo en el sistema de la mujer. Él estaba ahí, claramente no por ella, no por su cuerpo o por su calor: nada de eso. La verdad era que jamás le había interesado en lo absoluto, ella lo sabía sin duda alguna. Por lo único que él estaba ahí, era por su verdad: por todo lo que le habían quitado hace años, y por lo que ella tendría que pagar en ese momento.

Punto débil © (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora