Jezzabelle

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Aeropuerto de Londres, Inglaterra, 26 de octubre de 1985

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Aeropuerto de Londres, Inglaterra, 26 de octubre de 1985.


  Me detuve en la escalera de abordaje por un momento, y giré mi cabeza para divisar por última vez el país que me vio nacer. Una de las pocas cosas que tenía claras en mi vida, es que no deseaba volver a Inglaterra. No había nada para mí en ella, no tenía amigos, e incluso me fui sin darle un abrazo de despedida a mis padres.

  No huía de la decisión que pudiese tomar una corte, huía de mí misma, de lo débil que siempre  había sido y de todo el dolor que soporté. Huía de todos los recuerdos aterradores que me despertaban por la noche... ¡Huía del amor!

  Vi el paisaje encantador de Londres por última vez, lo recorrí con la mirada y luego me adentré en el avión, buscando mi asiento por los pasillos. Al encontrarlo puse mi bolsa de mano en la porta maletas, saqué mis audífonos y walkman, quería concentrarme un poco en la música para evitar los nervios de volar por primera vez y definitivamente no deseaba mirar por la ventana.

  Una señora tomó el asiento contiguo al mío, se sentó con algo de dificultad, y mostrándome mucha sencillez, me dijo:

—¡Buen día! —Me sonrió mientras sacaba sus pastillas de la cartera—. ¡Parece que viajaremos juntas!

   No le respondí, solo giré los ojos mientras me colocaba el audífono en mi otro oído para no tener que escucharla.

  El avión comenzó a despegar rumbo a América, sentí que al aire se salía de mi cuerpo, una sensación de vacío se colocó en mi esófago mientras el avión se elevaba en al aire moviéndose como si fuese sacudido por los embates del viento. Mi respiración se aceleró, mi ansiedad empezó a aumentar, deseaba pedirles que detuvieran el avión para poder volver a tierra firme, quería lanzarme de ser necesario, mi respiración se dificultaba y mis manos temblaban mientras me aferraba con fuerza a la barra divisoria de asientos.

—¡Tranquila niña! Estamos juntas. —La señora de al lado notó mi colapso ansioso e intercedió poniendo su mano sobre la mía tratando de calmarme.

  Yo le tomé la mano y se la apreté con fuerza hasta que el avión finalmente se elevó por completo y empezó su curso con normalidad. Me di cuenta de mi vergonzosa escena y me sentí algo culpable por el gesto grosero de antes.

—¡Gracias! —expresé con algo de pena.

—¡No hay de que niña! Al principio también me daba mucho miedo viajar en estas cosas.

  Asentí con la cabeza y ella sacó de su bolsa un par de golosinas.

—¡Mira! ¡Galletas! —me dijo alegremente.

  Compartió conmigo las galletas, yo le sonreí, agradecida por su sencillez. Me contó que había sido la dueña de un club algo exótico en Francia y que siempre soñó con conocer los Estados Unidos. Me decía que de joven lucía muy similar a mi, dijo que tenía la belleza bíblica de una Jezzabelle. Luego de un rato me quedé mirándola, sabiendo que esa sencillez me hacía revivir en mi mente a mi nana. Ella tenía una historia difícil, pero atrapante. ¡Era una mujer fuerte! Y tal vez, necesitaba convertirme en alguien así.

La Biblia De Una Dominatrix © [ EN FÍSICO ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora