CAPÍTULO 1

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Por lo que veía estaba todo negro

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Por lo que veía estaba todo negro. Poco a poco se iba iluminando la habitación. Y se escuchaba el chirrido de una puerta abriéndose. Yo estaba  sentada una silla, atada de manos, pies, y boca.

Escuché voces de muy lejos, como si estuviera  bajo el agua. No llegué a diferenciar lo que dijeron pero más o menos escuché esto.

-Escucha Mario si no viene será tu culpa. Ya puedes hacer que venga porque sino la habremos traído aquí para nada.- Dijo una voz. Por lo que llegué a escuchar era un hombre de probablemente 45 años. Su voz era bastante ronca.

-De acuerdo señor. Intentaré darle pistas.- Esta voz en cambio era suave y joven. Creo que este tenía tal vez unos 20 o 22 años.

En seguida un chico vestido con pantalones de cuero, una chaqueta tejana, y una camiseta negra entró en la oscura sala. Tenía el pelo negro  y los ojos color miel. Eso era lo poco que conseguía ver con la poca iluminación del lugar y aún sin diferenciar el color de sus ojos intenté entre cerrar más mis ojos para tratar de ver con más claridad. 

Encendió la luz, la cual me cegó por el brusco cambio de iluminación, así que entrecerré los ojos.
El chico cogió una silla de metal y se acomodó en frente mío.

Le di una mirada de desprecio, con ganas de salir de aquí pero no sin antes darle una lección.

-Hola- me dijo, mientras yo seguía mirándo  esa cara de memo que tenía.

Abrió la boca para decir algo pero enseguida la cerró, como si se fuera a arrepentir de lo que fuera a decir.

-Qué haces?- yo seguía callada- Oh! Claro, perdón por ser taan mal educado- dijo remarcando las últimas palabras.

-Se te ha comido la lengua el gato?- dijo entre risas.- Vaya lo siento- dijo mirando mi boca.- Sigues teniendo la boca tapada.

Tenía unas ganas enormes de darle un puñetazo en la cara. Intenté forzar las cuerdas para soltarme pero fue en vano. Lo único que conseguí fue hacerme daño en las muñecas e hice una mueca.

-Ni lo intentes, no podrás soltarte.- se acercó a mi  a unos escasos centímetros de mi cara y posicionó sus manos en mi nuca para desatar el nudo de la tela que me tapaba la boca.

En cuanto me quitó la tela empecé a gritar como loca.

-Pero a ti que te pasa, eh?! Sois unos mal criados, malditos seais! Qué quereis?!

-Vale si no dejas de gritar te vuelvo a poner la tela!  Vale, ahora me vas a decir qué estas haciendo.

-A ti qué te parece?

-Bueno, yo creo que estás sentada.

-Muy bieen!! Has acertado!

-Te he dicho que no grites.- dijo frío.

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