Look Me In The Eyes 'Satzu'

'Capítulo Veintiocho: Tres Meses'

Pov Tzuyu

Escuché como alguien me llamaba, se escuchaba algo alarmada y preocupada, pero solo me bastaron unos segundos para descifrar de quien se trataba... Sana.

Abrí los ojos lentamente, tratando de acostumbrarme a la poca luz que había en el lugar.

Lo primero que pude ver fue la cara de la japonesa a unos escasos centímetros de la mía, la miré a los ojos, para después dedicarle una sonrisa.

Miré a mi alrededor, notando que aún nos encontrábamos en el restaurante.

Comencé a sentarme en mi lugar correctamente, ya que Sana había traído su silla a un lado de la mía y me había acostado en sus piernas.

Una vez me reincorporé la miré de nuevo, con una sonrisa acompañada de lágrimas saliendo de mis ojos; la abracé, como nunca antes los había hecho, escondiendo mi rostro en el espacio que había entre su cuello y hombro izquierdo.

-Lo siento Sana, nunca quise olvidarte... Lo siento -dije, entre sollozos lo suficientemente fuertes como para que ella escuchara.

En eso pude escuchar como ella también rompía en llanto, me aferré de su cintura, acercándola más a mí, como si no quisiera que se fuera nunca.

-Esta bien Tzuyu... Ahora que me recuerdas todo esta bien -Habló, después de unos minutos, comenzó a acariciar mi espalda tratando de tranquilizarme, lo cual estaba logrando.

-¿Cuánto... Cuánto tiempo pasó desde el incidente? -pregunté, separándome de ella para verla a los ojos.

-Yo... No sé... -respondió tímida, desvío su mirada, bingo, sí lo sabía, la conocía me estaba mintiendo.

-¿Cuántos Sana?, dime -hablé, posando ambas de mis manos en sus mejillas, obligándola a verme a los ojos.

-Tres... Tres meses -dijo, en eso sentí como se abalanzaba a mi, colocando su cara en mi cuello y sus brazos rodeando este, formando un abrazo.

Ahora ella se encontraba sentada encima mío, yo estaba tratando de tranquilizarla un poco, acariciándole el cabello y la espalda mientras le susurraba cosas como "no me voy a ir", "ahora estoy aquí".

Después de unos minutos estando así, repartiéndonos caricias, llegó el momento en que la castaña se separó un poco, dejando su rostro cerca del mío, pero esa distancia no duró mucho, ya que al bajar mi vista a sus labios no pude evitar unir los míos con los suyos, iniciando un beso lento y necesitado.