Capítulo 23

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                    Alpha Ikender

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                    Alpha Ikender

                     •Bienvenida•

Respiré profundo, era la segunda vez en el día que vomitaba con frecuencia. Me puse de pie bajando la cadena del escusado. Cepillé mis dientes y arreglé un poco mi cabello.

Hoy me iría de Alemania, Anel y Mark fueron lo más parecido a unos abuelos de los que pude haber tenido.
Ambos tuvieron a Dalia a una edad algo avanzada, su hija tenía veintiséis, después de terminar su carrera decidió ir a cumplir su sueño.

En este tiempo, y después de sentirme realmente apenada, Anel me había comprado varias prendas y artículos que pudiese necesitar. Terminé de hacer mi maleta. El invierno tocaba la puerta en las hojas del  bosque. Decidí teñir mi cabello de un tono chocolate oscuro, llevarlo negro, me hacía sentir que aún pertenecía a esa etapa oscura, y ya no era parte de ella.

~*~

—No sabes cuánto vamos a extrañarte, nos diste muy buenos momentos de alegría, y no dudes en venir de visita— comentaron en el aeropuerto. La verdad a mí también me dolía irme, me dolía más de lo que aparentaba. Les dí un fuerte abrazo y agradecí el salvarme la vida.  El cielo se encontraba cerrado en un mar de nubes alrededor. Sin embargo el viento era cálido, como si este me estuviese dando un abrazo cálido.
Abordé mi vuelo, acomodé mi pequeña maleta, la vista desde la ventanilla era hermosa. Jamás me había subido a un avión, los nervios, el miedo, la desilusión, se mezclaron.
Algo que jamás olvidaría de este lugar sería que aquí, me enamoré por primera vez.

El dolor, y los sentimiento, los dejaba justo en la pista de vuelo.
Recargué mi cabeza al asiento, una vez dieron las indicaciones pude escuchar algo de música en el móvil que Mark compró para mí. Al llegar a Bretaña me quedaría con Dalia unos días, hasta que tuviese los recursos necesarios para poder conseguir un departamento por mi cuenta. Aunque era bastante complicado dado que ni siquiera había terminado la secundaria.

Cerré mis ojos, me esperaría un largo viaje.

A veces decir adiós no es lo que más duele, si no, saber que no funcionó.

Cuando el avión aterrizó, una corriente de emoción y euforia recorrió mi cuerpo. Salí con mi equipaje, en la sala de espera estaba ella, una mujer rubia con enorme cartelón que decía mi nombre, a un lado un par de globos.

—¡Eiderin!— Me gritó con alegría dándome un fuerte abrazo.

«Que chica tan alegre» pensé.

—Hola, es un gusto conocerte— le sonreí.

—Eres más bella de lo que mamá me había contado, anda vamos, tenemos mucho de que hablar— me entregó los globos y tomó mi maleta manejándola ella misma. Salimos del aeropuerto entrando a un auto plateado.

ALPHA IKENDER +21©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora