Capítulo 7: Entre paredes

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       Advertencia: Hay una escena un poquito fogosilla abajo, así que si no os gustan esas cosas, saltaros desde "Acaricié su cara" hasta "al oler su sangre". De todas maneras, subrayaré las palabras anteriores por si acaso. Disfrutad de la lectura💕💕

Abrí los ojos. Al principio tan solo veía varias manchas borrosas, pero luego fui recuperando visión. El dolor de cabeza que sentía era horrible. Miré a mi alrededor con más detalle. me encontraba en una especie de celda de paredes de ladrillo. En una de las paredes había una puerta de hierro bastante grande. Yo estaba tumbada sobre una cama de sábanas blancas. Traté de incorporarme y noté que algo grande y pesado se encontraba atado a mi tobillo. Era un grillete de hierro un tanto oxidado e iba atado a mí a través de una especie de esposas. Busqué alguna manera de quitármelo, pero tan solo podía abrirse con una llave. En una esquina de la celda había un váter y un lavabo. Lentamente fui dando pasos hasta llegar al lavabo, dónde me mojé un poco la cara. Me dolía todo el cuerpo y estaba bastante cansada, supongo que se debía al cloroformo. Me asomé por la pequeña ventanita que tenía la puerta de la celda.

   - ¿Noah? ¿Marco? - grité.

Nadie me contestó, así que lo volví a intentar varias veces. Traté de mirar a ver si había alguien en alguna otra celda o en el pasillo que las conectaba a todas. Seguí gritando hasta que de repente escuché pasos. Se acercaban más y más, pero no lograba ver quién era. De repente, un ojo carmesí se asomó a la ventana. Me aparté de la puerta inmediatamente y volví a la cama ( el maldito grillete hizo que tardase siglos en hacerlo) . Escuché cómo unas llaves tintineabas, y tras un rato alguien abrió la puerta de mi celda. Vi  como, una tras otra, entraron tres figuras. La última de ellas cerró la puerta. Resultaron ser una mujer y dos hombres, estos últimos portaban una especie de lanza en la mano. La mujer iba vestida con un vestido de satén rojo, algo antiguo, y los guardas con trajes grises. La mujer se acercó a mí y comenzó a hablar.
- Bienvenida a los calabozos de "Las cuatro estrellas". Siento que nos hayamos conocido en estas circunstancias, pero Noah no me hubiese dejado ni acercarme a ti. Soy Katherine Earnegleist, pero puedes llamarme Kath.
-¿Dónde están Marco y Noah? - le pregunté.
- Pues verás, te lo diría, pero no puedo hacerlo - me contestó -. Eso sí, te puedo garantizar que no les ha ocurrido nada malo (al menos de momento...). Deja que te quite el grillete, ya que es incómodo y no le necesitarás allí donde vamos.
Se acercó a mí lentamente. Al principio pensé en escaparme, pero teniendo en cuenta que todos tenían pinta de vampiros sanguinarios, preferí dejar que me llevase a vete tú a saber dónde. Me quitó el grillete y me condujo por el pasillo hasta una sala anticuada de paredes blancas. Había varios sillones y una mesa. Me dijo que me sentase y me ofreció una taza de té, la cuál e por supuesto rechacé , pues podía haberlo envenenado con algo.
- Supongo que ya sabrás porqué estás aquí... - me dijo Katherine.
- Pues la verdad es que no - le contesté.
Al darle a conocer que yo no tenía ni idea de porqué nos habían secuestrado, me contó que le habían mandado una carta a Noah en la que le decían que debía llevarme a Venecia y dejarme por ahí a mi suerte, y que si se oponía LCE no le ofrecerían ningún tipo de ayuda o protección. Claro que ellos no se esperaban que Noah me eligiese a mí en vez de a su organización. Se sorprendieron tanto que decidieron secuestrarnos a todos para darle una lección a Noah. En fin, supongo que eso es todo lo que me tenía que contar, pues nada más acabar nuestra charla me mandaron otra vez a la celda, aunque esta vez no me pusieron el grillete, lo cual agradecí, ya que me había dejado alguna que otra herida por el tobillo. Me desparramé en la incómoda cama de la celda, aburrida. Ojalá tuviese un libro... O una tele. Empecé a dar vueltas sobre la cama, y en una de estas me caí al suelo. Me quedé ahí tirada, quejándome de la leche que me había pegado, cuando me di cuenta de que había algo debajo de la cama. Alargué el brazo hasta poder coger el objeto, llevándome por delante varias telarañas y, para cuando saqué lo que parecía ser una caja, mi brazo parecía gris por culpa del polvo. Me fui al baño (sí, había un baño) y me limpié el brazo. Acto seguido, limpié la caja un poco con cuidado de no estropearla y la observé detenidamente. En una de sus esquinas tenía algo escrito con tinta escarlata. Decía lo siguiente:
      Esta caja es de: Mary Stern
      Fecha: 9 de febrero de 1847
      Advertencia: No abrir a no ser que quieras aburrirte con los relatos de una joven desquiciada (es broma).
Tras pensar un rato hice lo que una persona normal haría: abrirla.

Las cuatro estrellas (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora