16. El secreto de Danel

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Después de comer, me quedo tumbada sobre mi cama en compañía de Nathan, que está en la cama que anteriormente ocupaba Violet y mucho antes Charlotte. Menos mal que antes he tenido la cabeza de bajar la persiana para que no entre el calor. Hace calor, pero no tanto como el que podría haberse metido si no hubiese hecho lo que he hecho.

Hasta las cinco de la tarde no tengo planeado hacer nada, pero me gustaría hacer algo, aquí me voy a morir del aburrimiento. Parece que mi móvil me lee los pensamientos, una llamada entrante acaba de aparecer en pantalla. Al leer quién es, decido salir al pasillo. No es que me moleste que Nathan escuche mi conversación con mis padres, pero hablando a solas me siento más cómoda.

Salgo al pasillo con el móvil en la mano y descuelgo.

— ¡Hola, cariño! ¿Qué tal todo? —la voz de mi madre me recuerda que tengo una familia esperándome en casa. Llevaba unos días sin escuchar su voz, tal vez dos o tres, no me acuerdo muy bien.

—Hola mamá. Bien, sí.

—Me alegro mucho, hija. ¿Nos echas mucho de menos? Ya sabes que puedes volver cuando quieras.

Parece mentira que ella y mi padre fueran los que me obligaron a venir, ahora parece que quieren que vuelva. A veces me vuelven loca.

—Sí, os echo de menos —digo—. Pero puedo esperar hasta que acabe el campamento, no hace falta que regrese ya.

—Como tú veas, cariño. Aquí te echamos de menos. De verte todos los días en casa a no verte ya... ¿ya llevas un mes fuera?

Ahora que lo dice me pongo a pensar. Efectivamente, ya llevo un mes sin verlos. Para mí es un logro personal, no soy una chica que salga de casa, soy una chica muy casera, pero parece que eso está empezando a cambiar.

—Sí, parece que sí —afirmo lo que ha dicho.

— ¿Ya has hecho nuevos amigos?

Cómo me conoce mi madre... sabe que el día que me vine aquí no tenía ni uno. Sabía que me iba a costar mucho venir aquí sin nadie y que me encontraría sola, pero igualmente me hizo venir.

Voy caminando hasta las escaleras. Hablar en el pasillo durante mucho tiempo también se me hace incómodo. Desde dentro de las habitaciones también se me escucha, lo sé por experiencia.

—Sí, mamá —contesto a su pregunta mientras camino.

—Me alegro mucho. ¿No estarás sola, verdad?

—No, bueno, ahora sí.

— ¿Cómo que ahora sí? —pregunta porque no ha entendido lo que he dicho.

—Que ahora te estoy hablando estando sola.

— ¿Y los tiempos libres? —algo me hace pensar que cree que la he mentido diciendo que he hecho nuevos amigos.

—Los paso con amigos.

Solo algunos son amigos, como Danel y Micaela. Los otros de momento no lo son.

—Te paso con tu padre —me dice cuando ya no tiene nada más que sacarme.

Mis piernas empiezan a bajar las escaleras solas.

—Hola, hija —saluda mi padre—. ¿Qué tal? ¿Todo bien? ¿Hemos interrumpido algo llamándote a estas horas? —siempre preocupado por pensar que son una molestia cuando me llaman.

—No, tranquilo, nunca interrumpís, ya sabéis que hasta las cinco no tenemos actividades. De hecho, si molestarais, no os cogería.

Silencio al otro lado de la línea.

93 días de Verano ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora