Capítulo 4: El rábano de la propietaria

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—¿Un rábano blanco?

Wang Lu abrió sus ojos con sorpresa, mirando la comida en el plato.

Como un miembro de segunda generación de una la rica familia Wang que había acabado las "doce increíblemente arduas tareas", no podía creer que solo tenía un rábano blanco cocido como cena.

Sus ojos giraron hacia el sirviente antes de preguntar: —¿Podrías ser más tacaño?

Wang Zhong se sintió avergonzado, entonces respondió: —no fue mi culpa, maestro, eche usted un vistazo. ¡Los precios en esta posada son exagerados! ¡Un rábano blanco cocido valía diez liang de plata!

Wang Lu dijo algo desconcertado: —son entonces diez liang, nosotros los ricos tenemos suficiente dinero para gastar de todos modos.

—Lo que es peor es que la propietaria limitó los rábanos blancos a uno por persona.

—¿Le dijiste que eso incomoda a los que se hospedan en la habitación premium?

Wang Zhong replicó: —sí, ¡de no haberme quejado hubieran sido quinientos liang por un rábano!

—Eso es más pesado que el mismo rábano, ¿acaso el precio de la plata bajó últimamente?

—La propietaria piensa que todos somos tontos, incluso las personas que están en el Lobby no compran sus rábanos. Ella no es la única vendedora de comida en el pueblo.

—¿Entonces por qué compraste este rábano por diez liang? ¿Pensaste que vinimos a malgastar?

Wang Zhong continuó: —los precios en las otras tiendas tienen también sobreprecio desde hace años. El oro y la plata son como el barro ahora. Diez liang era un buen precio en comparación.

—Pero un buen precio no es igual a buena comida. A mí no me gustan los rábanos. —dijo Wang Lu.

—Yo lo comeré si el maestro no lo quiere. Aún tengo hambre.

Wang Lu ignoró el mal humor del sirviente y dijo: —yo quiero algo de carne.

—Si por un rábano blanco se paga quinientos liang de plata, un poco de carne costaría alrededor de cinco mil liang. Podríamos conseguir media ración si lo desea.

—Oh, ya veo... —Wang Lu pensó por un momento sujetando el rábano, entonces preguntó—: ¿alguien está comprando sus rábanos?

Wang Zhou se extrañó y dijo: —por supuesto que no. Solo los tontos comprarían sus rábanos.

—Si ese es el caso, no debemos preocuparnos del dinero. —Los ojos de Wang Lu brillaron, mientras sus dedos comenzaban a golpear la mesa en la que estaba cada vez con más emoción.

—¿Amo? —Wang Zhou no entendía.

—Comeremos carne esta noche —dijo Wang Lu. Entonces tomó su mochila de viaje y salió.

En el salón principal, la propietaria estaba impaciente detrás de un puesto de venta. En su detrás había muchos rábanos blancos que habían sido cocinados en la cocina, pero ninguno había sido vendido, excepto por ese de diez liang. De hecho, aquellos príncipes buenos para nada, no eran descerebrados como para comprar esos rábanos con sobreprecio. Los rábanos no le costaban tanto a la propietaria y las pérdidas no serían nada de no venderlos. Pero la reputación de la propietaria, así como la de la posada de la familia Ru estaban siendo cuestionadas. Más importante, ella probablemente iba a perder su apuesta.

—Ahhh.... Que aburrimiento. —La propietaria lanzó un enorme bostezo, entonces barrió el salón con su mirada diciendo—: que pena que aquellos del reino Canglan no estén aquí, o les hubiera vendido algunos cientos de rábanos.

Había una vez, la montaña de LingjianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora