Capitulo 37 (Editado)

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Capítulo 37


—Me sorprendió tu llamada. —dijo el hombre moviendo la silla para que Maya tomara asiento. —Sinceramente pensé que había pasado la línea de la intensidad y tú empezabas a odiarme.

Escuchar eso con tanta calma la hizo sonreír con dulzura. El hombre lo decía con una sinceridad disimulada en humor que la llenaba de ternura. En su interior anhelaba sentir más que ternura por él, pero le era demasiado difícil.

¿Acaso no se lo merecía? ¿Acaso era tonta en querer tener otro amor? A pesar de que hubieron años en donde odió el amor, ahora las cosas eran diferentes y esperaba poder conseguir uno bonito, un amor sin mentiras, sin dolor y sobre todo uno repleto de confianza.

Se encontraban en un restaurante muy sencillo cerca del centro y con la temperatura perfecta para sentirse cómoda, aun así algo en su cabeza se lo impedía, algo mucho más grande.

—No creo poder odiarte. —dijo sonando sincera mientras sonreía con algo de nostalgia.

Era cierto, jamás podría odiarlo. En el poco tiempo que llevaban conociéndose le había tomado cariño y su sinceridad tanto como su amabilidad la hacían sentir muy bien a su lado, cosa que agradecía.

—No lo digo enserio. —le comentó una vez sentado frente a ella. —No te veo como una mujer que odia a las personas. —ella asintió como repuesta. —Te encantará la comida que preparan acá, pero sirven demasiado te lo voy advirtiendo.

—No sé si creerte, sueles exagerar las cosas. —trató de sonar juguetona, pero le costó demasiado y él notó de inmediato.

No podía mentirle, no se lo merecía. Sin embargo, Steve parecía tener muy en claro las cosas y eso era un punto bueno, en partes.

—No creas que no me doy cuenta, Maya. —le dijo él sin dejar de mirarla. —Eres muy transparente, muy sincera. —cada palabra la dijo con una dulzura admirable, palabras dignas de un caballero. —Todo en ti grita que algo traumático te pasó, pero no te preocupes porque no voy a llenarte de preguntas que sé te incomodaran. —el mesero dejó el vino y par de copas sobre la mesa en ese momento. —Tampoco creo tener algún derecho para preguntarte o por lo menos no aún.

Aunque no lo dijo, se lo agradeció en silencio. Sin embargo, no le confirmó nada, solo se encargó de buscar en su mente alguna excusa con rapidez para no entrar en demasiados detalles.

—He estado muy cansada últimamente. —respondió luego de unos segundos fingiendo una sonrisa. —Créeme es sólo eso.

El hombre había cambiado de postura a una que dejaba toda su atención sobre ella. Se veía realmente interesado en conocerla, y era bastante agradable. Tenía un cabello llamativo y unos ojos brillantes, pero no eran los ojos que Maya deseaba ver, ni mucho menos el cabello que ansiaba acariciar. Eso ella lo sabía perfectamente bien.

—¿Quieres que te lleve a tu casa para que descanses? —le hizo la pregunta sonando realmente preocupado. —La comida la puedo pedir para llevar y así te sentirás más cómoda.

Maya negó con lentitud.

—No quiero ir a mi casa, siento que no me espera nada bueno allá. —se sinceró.

A Steve se le iluminó la mirada al escucharla.

—Puedes venir a mi departamento, digo, si quieres. —dijo haciendo una clara muestra de arrepentimiento por lo que acababa de decir. —No quiero que pienses mal, es decir. Mi departamento está ahí y si tú quieres quedarte...

—Te entiendo, Steve. —le dijo ella amablemente con una pequeña risa. —No pienso nada malo de ti, créeme. Y sí me gustaría, hoy lo menos que quiero es dormir en mi casa.

Punto débil © (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora