¡Y es por culpa del jodido de David, el cabrón más grande que conozco que estoy sumergido en la soledad!...bueno, que he conocido. Porque desde que desapareció, a mí que se esfumó de este mundo, de esta realidad. Ambos discutíamos por una chica que conocimos en un bar, Angie, y no era el clásico tema sobre nosotros peleando por el amor de una misma mujer, más bien él tenía la idea de que yo no debía congeniar con ella, pero vamos, tenía todo lo que yo buscaba en una mujer, estatura promedio, delgada, piel un tanto morena, cabello oscuro, largo y ondulado, unos labios para morirse y unos ojos verdes, profundos y brillantes.
No era extremadamente hermosa ni dotada de sí, era simple y sencilla, justo como a mí me gustan. Todo lo contrario a David, un hombre que piensa que mientras más pechos posea una mujer, más hermosa es. A veces pienso que es una tendencia que cogió en la secundaria cuando los chicos empezaban con sus ataques de precocidad, siempre siguió la tendencia de los mamarrachos, supongo que lo comparaba con una forma de poder. La secundaria fue dura para ambos, pero la superamos, no teníamos muchos amigos, pero nos bastaba con nuestra propia compañía. A menudo caminábamos por los pasillos examinando cuál de las chicas estaban mejor que otras, lo normal para un adolescente, hasta que David salía de sus casillas y les gritaba obscenidades a las chicas que confundían sus comentarios con míos y terminaba recibiendo una bofetada por su culpa, la verdad no me molestaba.
-Güey, ¿qué te pasa? ¿Por qué dejas que las viejas te traten así?
-Pues no tienes por que hablarles así, deberías agradecerme de que tomo tus castigos.
-¿Qué tiene de malo lo que les digo? Al contrario, reconozco su belleza y exquicités al decirles que están buenísimas.
-Solo a tí se te ocurre hablar así, como si fueras un padrote.
-Creeme que no soy el único que habla de esa manera sobre las mujeres, es común, los hombres lo hacemos y quien no, seguro es un marica,...algo así como tú, Eliot.
-Deja de joder.