Colgué el teléfono.
25 años temiendo este momento y jamás lo imagine así.Recordé mis risas de niña, recordé su fuerte voz y su dulce mirada y al siguiente momento recordé como él me abandonaba.
Llore cuánto pude, lo odie cuánto quise pero cada día que pasaba yo me sentía como una muñeca quebrada.En el hospital me acerqué con temor, su áspera mano me recibió con un temblor.
—Papi, perdón... -mi voz temblorosa.Le hablé de la vida, de historias pasadas y del dolor de su partida.
Después del perdón hubo silencio.
Lloré.
Y tuve paz.
Y él también.