4. Algunas experiencias de María 1/2

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--María, ¿Qué pasó la primera vez que un alma la visitó?

--La primera vez me desperté porque alguien estaba caminando por mi cuarto de un lado a otro. Nunca fui de asustarme fácilmente y no me asustaría a menos que alguien realmente me saltara a la cara. Entonces pensé: "¿Quién es esta persona?". Se trataba de una persona completamente desconocida que caminaba de un lado a otro al pie de mi cama y le dije: "¡Oye! ¿Quién eres?". No hubo respuesta. Entonces salté de la cama, corrí hacia él y traté de asirlo, diciéndole: "¡Váyase! ¡No hay nada aquí que le pertenezca!" ¡Pero no habia nada allí! Entonces pensé: "no estaba soñando. Lo vi, lo escuché." Y tan pronto como me metí en la cama nuevamente, allí estaba igual que antes, caminando de un lado a otro. Nuevamente exclamé: "¡Bueno, dígame quién es y váyase!". De todas formas continuaba, como si no me escuchara. Por un rato lo contemplé, pensando: "Mientras no se me acerque...". Luego me levanté otra vez y me acerqué a él en puntas de pie mientras pensaba: "Ahora veré si puedo sujetarlo." ¡Y otra vez, no habia nada allí!
No entendia nada. Estaba confundida. ¿Acaso no estaba bien de la cabeza? Entonces me acosté de nuevo, pero no podía conciliar el sueño. Al día siguiente corrí a ver a mi sacerdote y le expliqué lo que había pasado. "No sé lo que me ocurrió anoche. ¿Me habré vuelto loca?" A lo que él contestó: "¿Por qué habría de haberse vuelto loca? Si volviera a suceder, no pregunte: quién es, pregunté en vez: ¿Qué es lo que necesita de mí?. Podria tratarse de un alma del Purgatorio". A lo que respondí: "Si viene a mí, debe ser un familiar". "No" -respondió mi sacerdote-, "no necesariamente en tu caso, ya que siempre has rezado mucho por ellos".
La noche siguiente, ¡allí estaba otra vez! Esta vez pregunté: "¿Qué es lo que necesitas de mí?". El personaje se detuvo, se volvió y me miro diciendo: "Haga que celebren tres misas por mí; entonces seré liberado". Y desapareció instantáneamente. Supe entonces que se había tratado de un alma del Purgatorio. Otra vez se lo conté a mi sacerdote y dijo: "Bien, si vuelve a ocurrir, cuéntamelo".

--¿Ha tenido miedo alguna vez?

--No, en absoluto, ni siquiera cuando era niña tuve miedo. Mi mamá solía decirme: "Eres una chica poco común. Otras se asustan a menudo". Cuando mamá decía que habia alguien afuera en la oscuridad, yo solia decir: "alcánzame una linterna, veré quién es".

--María, hoy en día parece que usted es bastante conocida en el ambiente místico, pero en los primeros años vivía muy recluida. ¿Cómo fue que la gente comenzó a reconocer sus experiencias sobrenaturales como auténticas?

--En primer lugar, eso sucedió cuando las cosas que habia dicho, con el tiempo resultaron ciertas, y además, cuando dije cosas que solamente los miembros de la familia conocían. En otras palabras, al confirmarse lo que yo había dicho.

--Discúlpeme lo atrevido de mi pregunta, pero ¿ha sido alguna vez examinada por médicos o psicólogos?

--Sí. Hace ya mucho tiempo un profesor de Teología me mandó a hacer estudios de ese tipo y accedí. El resultado fueron seis hojas redactadas por profesionales que se encuentran disponibles y que fueron recopiladas por un doctor en Psicología de Innsbruck. Las copias de estas se incluyeron en los archivos de un editor de un pequeño libro acerca de mis experiencias que se editó hace veinticinco años. Lo escribió mi viejo amigo y director espiritual, el padre Alfons Matt, y en él se incluyen mis experiencias.

--¿Existe de parte de la Iglesia algún reconocimiento oficial respecto a su experiencia en particular?

--Obedezco a mi sacerdote y a mi obispo, quienes han dicho que mientras que todo sea teológicamente correcto, como lo ha sido hasta ahora, continúe con mi apostolado.
En un principio el obispo Wechner no estaba de acuerdo con que yo pudiera recibir respuestas para otras personas. Me llamó y me preguntó de dónde venían esas respuestas, entonces le contesté de la misma manera en que yo misma lo había averiguado cuando todo comenzó.
Al poco tiempo le pregunté a un alma de dónde obtenía la información. Pensé quizás que regresaría al Purgatorio a encontrar a la otra alma y preguntarle qué necesitaba para ser liberada. Pero la que se encontraba delante de mí contestó en vez: "No, toda la información que te traemos viene de y con el consentimiento de la Madre de la Misericordia". Cuando el buen obispo escuchó esto dijo: "Bueno, en ese caso, no puedo decir ni diré nada en contra de ello".

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