CAPÍTULO 20

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Podía sentir la brisa desordenando mi cabello, mis oídos podían oir cómo el mar se movía de un lado a otro y podía sentir los pequeños granos de arena en mis pies.

Luego sentí cómo su mano se entrelazaba con la mía haciendo que me sintiera... cómoda y felíz.

Giré mi rostro y me encontré con su perfecto perfil, pero mis ojos rápidamente buscaron a los suyos. Hasta éste punto podía confirmar que ella era absolutamente perfecta.

—No pensé que te gustará venir a la playa— dijo Lena, dando leves caricias a mi mano.

El sol se podía ver de a milagros, el día estaba más nublado que soleado, pero era perfecto. 

—No me gustaba hasta que tuve un sueño en donde estaba en una— ella quedo unos segundos pensando para después mirar al frente.

Tres días pasaron en los que de mi cabeza no pude quitarme aquel sueño de mi madre. Sabía que yendo aquí no podía hacer que regresará a mi, pero era una forma de sentirla cerca una vez más.

—Hoy tenemos que ir a la casa de Kara— avisa Lena, en un tono bajo. Quizá no queriendo arruinar el momento.

—¿Celebración, verdad?— pregunté, casi hipnotizada con el movimiento del mar.

—Sí, nuestra Kara ha ganado un Pulitzer— dice con cierta emoción en su tono de voz haciendo que sonriera de lado— eso se tiene que festejar.

—Me tendrás ahí.

Me gire haciendo que ella también lo hiciera, quedando ambas frente a frente. Solté su mano para después colocar ambas a los costados de su rostro, mis pulgares acariciaron sus mejillas y pude sentir como ella colocaba sus manos en mis antebrazos.

Una sonrisa se asomó en sus labios y por instinto también lo hice. La brisa hacia que su aroma llegará con más fuerzas a mis fosas nasales, logrando embriagarme y sus manos colocadas en mis antebrazos lograban proporcionarme calor, era algo que no podía explicar con profundidad. Pero lo que si sabia es que solo ella podía lograrlo.

Ella se acerco a mi con mucha lentitud, pero al final llegó al destino, es decir, mis labios. Deje que ella tomara las riendas del asunto, el movimiento de sus labios y la suavidad de estos mismos, me dejaban como siempre aturdida.

—¿Nos vamos?— pregunta, separándose de mi a un con esa sonrisa radiante que tiene.

—Claro.

...

Después de dejar a Lena en su casa, decidí visitar a Lillian. Desde lo de Reign no había vuelto a tener contacto con ella y en pocos minutos me encontré estacionando en frente de su gran casa. Apague el motor el auto y seguidamente me baje de éste. Me quede de pie en el mismo lugar por unos segundos mirando a los lados, para después cerrar la puerta y colocar el seguro, y enseguida caminé a la puerta de esa lujosa casa.

Toqué el timbre y como siempre la que abrió la puerta fue la ama de llaves. Esta me hizo pasar para después decirme que Lillian estaba en su despacho. Me encamine a dicho lugar y cuando entre me doy cuenta que no estaba ahí, puede ser que ha salido por un momento.

Me dispongo a sentarme en una de las sillas que están delante de su escritorio, pero en vez de hacer esto me acerco a su estante de libros el cual como siempre se encuentra repleto de estos, pero uno en particular me llamo la atención. Lo tomé entre mis manos y cuando abrí esté, vi que sus páginas estaban amarillas y viejas; y su olor también delataba lo viejo que era. Pasaba las páginas hasta que me encontré con una imagen que llamo mucho mi atención, esta mostraba una especie de... ¿Dios?, sus ojos eran rojos como la sangre y su postura reflejaba claramente poder. Pase la página tratando de encontrar información sobre lo que fuera eso, pero en ese instante a la habitación entra Lillian haciendo que cerrará el libro.

Lena Luthor y Tú | Mi MisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora