Capítulo 10 (Borrador)

197 145 7
                                    


Huida

—¡Señorita Lisa!

La voz llegó desde arriba, como un disparo en la quietud. Era un grito cortante, afilado, que parecía perforar el aire cargado de la casa.

Lisa levantó la cabeza hacia la escalera, su corazón acelerándose con un temor que ya se le había vuelto familiar. El eco de la llamada parecía rebotar por las paredes como si algo más estuviera detrás de ella, arrastrándola con dedos invisibles.

—¿Lazaí? —preguntó en voz alta, su voz apenas un susurro que se perdía en el ambiente viciado.

—¡Vamos, señorita Lisa! —La voz de Lazaí volvió a escucharse, apurada, casi al borde de la desesperación—. ¡Tenemos que irnos!

Lisa tragó saliva y asintió. Sin pensarlo más, les indicó a los demás que la siguieran y comenzó a subir las escaleras, sus pasos resonando como martillazos sobre la madera vieja. Cada crujido era un recordatorio de que el tiempo corría en su contra. No podemos quedarnos aquí. No ahora. No con esa cosa afuera.

—¿Qué sucede? —preguntó al llegar al pasillo, jadeando, aunque en el fondo ya sabía que la respuesta no le gustaría.

Lazaí estaba allí, corriendo de un lado a otro como un ratón atrapado, cargando dos botellas de agua, una bolsa de comida enlatada y un cuenco lleno de dulces que parecía haber agarrado en un arrebato irracional. Su rostro estaba empapado de sudor, y sus ojos se movían frenéticamente, como si no pudiera enfocar nada por completo.

—Debemos irnos. ¡Rápido, no hay tiempo! —respondió sin detenerse.

—¿Hay tiempo para hacer una maleta? —preguntó Owen, su tono sardónico apenas disimulando su propia tensión.

La pregunta hizo que Lazaí se detuviera por un segundo, como si el peso de las palabras lo aplastara. Respiró hondo, su pecho subiendo y bajando rápidamente, antes de sacudir la cabeza con un movimiento brusco.

—No. —Sus palabras salieron como un ladrido—. ¡No! Tenemos que salir de aquí ahora mismo.

En ese instante, un golpe sordo resonó desde la puerta principal. Un sonido pesado, como un cuerpo lanzado contra la madera. Todos se quedaron quietos, congelados en el lugar. Lisa sintió que su corazón le subía a la garganta mientras Owen aferraba su arma con más fuerza; habían despedazado la puerta principal.

—¿Qué fue eso? —susurró Blackwood, sus ojos estrechándose mientras echaba un vistazo hacia la entrada.

Lazaí no respondió. En lugar de eso, se acercó a la ventana más cercana, apartó un poco las cortinas y miró hacia afuera. Lo que vio hizo que se le escapara un suspiro entrecortado.

—¡Tenemos que irnos ahora! —repitió, con la voz temblorosa.

Lisa no pudo evitar asomarse detrás de él. Ahí estaba: una figura grotesca, grisesca, con un fluido verde y viscoso goteando de los tubos que conectaban su cráneo expuesto a su pecho. Su sombra parecía alargarse más de lo natural bajo la luz de la luna, mientras un hacha colgaba pesada de su mano. El simple hecho de verlo hizo que Lisa sintiera que las piernas le flaqueaban.

—¡Tenemos que irnos ahora mismo! —gritó Lazaí, su voz temblorosa.

No había tiempo para preguntas. Lisa asintió, casi en automático, y comenzó a recoger lo que tenía a mano mientras un nudo se formaba en su estómago. No sobreviviremos aquí. Ni siquiera con armas.

«No sobreviviremos aquí. Ni siquiera con armas.»

Él aire del exterior de la casa era igual de sofocante, cargado de algo más que humedad. Había un peso en él, una presión invisible que se sentía en el pecho y hacía difícil respirar. La luna, alta y brillante, arrojaba sombras largas que se movían con el viento al compás del agujero negro que amenazaba con tragarla.

—¿A dónde vamos? —preguntó Carpenter, intentando mantener la calma en su tono.

Lazaí se detuvo por un momento, mirando a su alrededor como si estuviera buscando una señal, un indicio de cuál era el camino correcto. Finalmente, habló con una determinación que parecía más ensayada que genuina:

—A la sociedad Dove.

Lisa y Owen intercambiaron miradas rápidas. La sociedad Dove. Las palabras sonaban importantes, cargadas de un peso que ninguno de ellos entendía del todo.

—¿Dove? —murmuró Lisa, incapaz de contenerse—. ¿Qué es eso?

Lazaí no respondió. En lugar de eso, comenzó a caminar hacia el bosque, sus pasos rápidos y decididos. Los demás no tuvieron más remedio que seguirlo, sus mentes llenas de preguntas y sus cuerpos tensos con cada crujido de las hojas secas bajo sus pies.

Lisa sentía cómo el aire se hacía más denso con cada paso que daba. No era solo el frío del bosque ni el murmullo distante de hojas arrastradas por el viento; era algo más. Un peso, como si algo invisible apretara su pecho, dificultándole respirar. Mientras seguía a Lazaí, su mente no paraba de girar.

«"¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué lo sigo? Esto es una locura"» había algo en los ojos de Lazaí, algo en su tono frenético cuando le rogó —no, cuando le exigió que lo siguiera —, que la había empujado a moverse a pesar del miedo.

"Estaremos a salvo en Dove," le había dicho, pero su voz temblaba como si no creyera sus propias palabras.

Lisa tragó saliva y miró las sombras alrededor. El bosque parecía interminable, y por un segundo, la idea de regresar cruzó su mente. Podía imaginarlo: correr de vuelta por el mismo camino, encerrarse en casa, cerrar todas las puertas… pero algo la detuvo. No era solo la necesidad de proteger a Ethan, su hermano menor, quien seguía aplicándole la ley del hielo, sino también una vaga memoria.

Dove. Había oído ese nombre antes, en la radio, en las conversaciones de sus padres cuando pensaban que ella no escuchaba. “Un lugar donde todo puede desaparecer,” decían. Ahora que estaba aquí, las palabras resonaban con un doble filo.

—Lisa, rápido,—murmuró Lazaí desde adelante.

Su voz tenía un filo casi histérico, pero no podía culparlo. Ella también sentía que algo los seguía, una presencia que no se molestaba en esconderse.

El golpe.

Un único golpe seco contra la puerta de su casa los había obligado a huir. No se habían quedado a ver qué era. Pero Lisa lo había visto fugazmente desde la ventana: algo grisáceo, con un brillo enfermizo que se escurría por su piel y tubos grotescos que sobresalían de su cuerpo. Los ojos amarillos que destellaron entre las sombras parecían saber más de ella de lo que estaba dispuesta a admitir.

La criatura estaba detrás. Y los estaba cazando.

Ya sé, dije que no habrá muerte aquí pero no pude evitarlo 👁️👄👁️

The Dove Society: Los Mutantes Del Nuevo Mundo © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora