Capítulo 15 (Borrador)

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ECOS EN LA PENUMBRA

El grupo avanzaba en silencio, abriéndose paso entre la maleza con pasos calculados. El frío de la noche calaba más profundo, y el bosque parecía haberse transformado en un laberinto interminable. A pesar de estar juntos, la tensión se percibía como una niebla densa que pesaba sobre sus hombros.

Lisa Marie Brown mantenía su mirada alerta, pero su mente viajaba a recuerdos difusos de su infancia, imágenes de su padre estudiando documentos en una habitación llena de mapas, con fotos borrosas de figuras oscuras y anotaciones que no alcanzaba a comprender. Recordó una frase que él solía repetir cuando pensaba que ella no lo escuchaba: "No son de este mundo, Lisi. No pueden serlo."

Un chasquido seco a su izquierda la devolvió a la realidad. Todos se detuvieron en seco, sosteniendo la respiración mientras Owen alzaba una mano para indicar que guardaran silencio. El grupo se inclinó ligeramente, tratando de desaparecer entre las sombras de los árboles. El sonido se repitió, más fuerte esta vez, como si algo pesado estuviera rompiendo ramas en el suelo.

—¿Qué hacemos?—preguntó Blackwood junior en un susurro apenas audible. Su mano temblaba mientras ajustaba el arma que llevaba colgada al hombro.

Lazaí entrecerró los ojos, escaneando la oscuridad. No sabía de dónde había sacado el arma por lo que le echó un vistazo a los demás. Su respiración era lenta, controlada, pero el brillo de sus ojos delataba que también estaba aliviado.

—Si es eso, no podemos enfrentarlo aquí—respondió, con un tono frío—pero tampoco podemos seguir corriendo a ciegas.

Antes de que alguien pudiera responder, un rugido bajo y gutural resonó desde lo profundo del bosque. La vibración del sonido pareció atravesarles el pecho, como si una fuerza invisible hubiese desgarrado el aire. Lisa sintió que se le helaba la sangre, y su cuerpo reaccionó de inmediato: sin pensarlo, tomó la mano de Owen y lo arrastró tras de sí mientras echaba a correr nuevamente.

El grupo no tuvo más remedio que seguirla, avanzando entre ramas que les arañaban la piel y raíces que parecían querer atraparlos. A sus espaldas, el rugido se transformó en un estruendo, como si algo masivo y colérico estuviera derribando los árboles a su paso.

—¡Vamos, el campamento base está cerca!—gritó Lazaí, su voz apenas audible entre el caos que se desataba tras ellos.

No sabían cuánto tiempo llevaban corriendo, pero cuando finalmente divisaron la luz tenue del campamento base entre los árboles, un rayo de esperanza iluminó sus corazones. Sin embargo, esa chispa se apagó tan rápido como había surgido. Las luces del campamento titilaban débilmente, y el lugar estaba sumido en un extraño silencio.

—Esto no está bien—murmuró Owen, deteniéndose a pocos metros de la entrada improvisada al campamento.

Lazaí avanzó primero, con el cuerpo tenso y los sentidos alerta. Lisa lo siguió, aferrándose al tenue consuelo de estar rodeada de sus compañeros. Lo que encontraron al cruzar las barreras improvisadas fue peor de lo que temían.

El campamento estaba destrozado. Las carpas y estructuras de madera estaban rasgadas, como si algo enorme las hubiese desgarrado con facilidad. Había rastros de sangre en el suelo, pero ningún cuerpo a la vista. Lo que quedaba eran restos de equipo esparcidos, marcas profundas en la tierra, y el aire impregnado de un olor metálico y agrio.

—No puede ser...—susurró Lisa, llevándose una mano a la boca mientras observaba el caos frente a ella.

Owen caminó lentamente hacia lo que quedaba de una fogata, ahora apagada. Agachándose, tomó un objeto brillante del suelo: un colgante que pertenecía a uno de los suyos. Lo apretó en su mano, sus ojos reflejando una mezcla de ira y dolor.

—No están muertos—dijo, casi para sí mismo—quizás lastimados.

—Si no están muertos, entonces...—empezó Rubén, pero su voz se quebró al pronunciar las siguientes palabras—¿Dónde están?

El rugido volvió a escucharse, esta vez más cerca. Lisa sintió que su corazón volvía a acelerarse mientras miraba a su alrededor. Algo estaba acechándolos, y no había duda de que, esta vez, no tendrían tiempo para escapar.

—Preparen las armas—ordenó Lazaí, su voz firme pero con un deje de desesperación—sea lo que sea, esta vez no podremos correr.

El grupo se posicionó en círculo, con los ojos clavados en la espesura del bosque. Los segundos se alargaron como siglos, y el sonido de las hojas moviéndose les erizaba la piel. De repente, una figura surgió de entre las sombras. No era la criatura que habían visto antes, pero tampoco parecía humana. Su silueta era alta y retorcida, con extremidades anormalmente largas y una piel grisácea que brillaba a la luz de la luna.

—¿Qué demonios es eso?—murmuró Blackwood, apuntando con manos temblorosas.

Lisa apenas podía respirar. La figura se detuvo a unos metros de ellos, y de sus labios resecos salió una voz que no parecía de este mundo:

—Ellos vienen por ustedes.

La advertencia fue clara. Pero antes de que pudieran reaccionar, un estruendo sacudió el campamento, y la verdadera pesadilla comenzó.

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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